Para este domingo 18 de abril, el Gaudium pública:Creo en la Iglesia Católica.

Para este domingo 18 de abril, el Gaudium pública:Creo en la Iglesia Católica.

CREO EN LA IGLESIA

Sábado 17 de Abril de 2010 por Arzobispo José G. Martín Rábago ·

Cada vez que recitamos el Credo, junto con la confesión de fe en cada una de las tres Divinas Personas, confesamos nuestra fe en la Iglesia: “Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica”.

Vale la pena detenernos a reflexionar lo que implica esa densa fórmula en la que se resume toda nuestra admiración y gratitud por el don inapreciable de haber sido engendrados a la vida cristiana por esa Madre fecunda. El siguiente es un Credo que expresa algunas de nuestras convicciones sobre la Iglesia:

  • Creo que la Iglesia es obra del amor trinitario del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Que es misterio de fe y no puede ser comprendida con categorías solamente sociológicas. Que es Dios mismo quien ha tomado la iniciativa de convocarnos, y a nosotros nos corresponde una respuesta agradecida y comprometida
  • Creo que la Iglesia ha sido establecida como servidora del Reino; que  su función es humilde, porque no es ella el centro, pero es, sin embargo, indispensable. Ella constituye ya el germen y principio de la Vida Nueva, cuya consumación definitiva todavía esperamos.
  • Confieso la presencia interior del Espíritu Santo en la Iglesia que la hace crecer y la impulsa hacia metas superiores de unidad y santidad.
  • Creo que ese mismo Espíritu es quien da a la Iglesia perseverancia en las adversidades, audacia en las decisiones, fortaleza en la conversión y eficacia en la difusión del Evangelio.
  • Creo que esta Iglesia nuestra peregrina por la historia como verdadero Pueblo de Dios; porque es el Cuerpo de Cristo, el Santo, Inocente e Inmaculado: pero, al mismo tiempo, la Iglesia lleva en su seno a una humanidad contaminada por el pecado, y por eso está necesitada de constante purificación, de penitencia y de renovación.
  • Creo que esta Iglesia de Cristo puede ser llamada con verdad “FAMILIA DE LOS HIJOS DE DIOS” porque en ella no sólo nos llamamos, sino somos hijos, que tenemos el derecho de invocar a Dios como Padre. En este Pueblo nos hacemos hermanos, nos comprometemos a vivir en solidaridad sincera que es exigencia de lucha por la justicia y rechazo a toda forma de vida y de organización social que disminuya nuestra común dignidad de hijos de Dios.
  • Acepto con firmeza que en la  Iglesia hay quienes han sido puestos  por Dios mismo como representantes y prolongadores de Cristo-Cabeza; que su función es indispensable y que no hay verdadera y plena Iglesia de Cristo sin la obediencia al Romano Pontífice y a los obispos que en comunión con él dirigen y apacientan al Pueblo Santo de Dios.
  • Confieso que el llamamiento a la vida seglar es una verdadera vocación suscitada por el Espíritu. Que los laicos han sido llamados para transformar el mundo con el espíritu del evangelio; que no hay cristianos de inferior categoría, pues en la Iglesia “existe una verdadera igualdad entre todos en lo referente a la dignidad y a la acción común para la edificación del Cuerpo de Cristo” (LG 32).
  • Creo que el misterio de la Iglesia encierra, al mismo tiempo, un aspecto luminoso y oscuro: ella es faro luminoso que indica a todas las naciones el rumbo a puerto seguro; pero, también contiene un lado oscuro, porque carga con la debilidad humana que se convierte en obstáculo para los incrédulos y exigencia de una fe más pura y más viva para los creyentes.
  • Reconozco que esta Iglesia peregrina no alcanzará su plena perfección sino hasta que llegue el tiempo de la restauración definitiva de todas las cosas, restauración que ya comenzó en Cristo, pero que todavía esperamos, anhelando ser semejantes a Dios, porque lo veremos tal cual es, cara a cara y para siempre.
  • Acepto que en este tiempo presente la Iglesia va peregrinando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios. Que en su caminar experimenta la fuerza de la tormenta que amenaza con hundirla, pero que saldrá purificada y continuará hasta llegar a puerto seguro, porque a ella se le ha prometido que el poder de la muerte no la derrotará.
  • Confieso que  la única forma de acercarnos al misterio de la Iglesia es con espíritu filial: reconociendo sus errores y limitaciones, pero, con sentido de inmensa gratitud, alabándola porque en ella y por ella hemos recibido la Palabra de vida y los Sacramentos de salvación; porque en ella hemos recibido el perdón que nos regenera; porque ella alienta siempre en nosotros ideales de vida superior; porque ella es, a pesar de todo, la Madre de los vivientes, la gran Madre que nos engendra para Cristo.  AMÉN.

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