5.2.2.2.- Durante el tiempo del Cisma De Occidente (1378-1417):
La vuelta de Gregorio XI a Roma en enero de 1377 se efectuó a pesar la oposición de los cardenales. Gregorio murió al año siguiente, sin tomar decisiones que pudieran poner la morada perpetua de los papas en Roma. Su sucesor fue Urbano VI (1378-1389), el último pontífice que no era cardenal en el momento de su elección (era obispo de Bari); su elección fue la primera en el Vaticano. Mostró su voluntad de permanecer en Roma. Carecía de dotes diplomáticas, necesarias para realizar su propósito en forma hábil. Por ello perdió el favor de muchos de sus electores, los cuales, bajo pretextos, tras seis meses, eligieron antipapa a Clemente VII, que volvió a Aviñón donde estableció su Curia, en 1379. Así tenemos 2 curias, 2 colegios cardenalicios, 2 obediencias. Mientras, muerto Urbano VI, los cardenales de su obediencia eligieron Bonifacio IX, después Inocencio VII y Gregorio XII (1406-1415): éstos fueron los papas legítimos. A Clemente VII sucedió sólo Benedicto XIII. A principios del siglo XV tenemos al papa Gregorio XII y al antipapa Benedicto XIII. En 1409, una parte de los cardenales de Gregorio XII y otra de Benedicto XIII se reunieron en Pisa para acabar con el cisma: condenaron y depusieron a ambos, y eligieron uno nuevo: Alejandro V; en 1410 le sucedió Juan XXIII.
En 1417, (Conc. de Constanza) el papa único para toda la cristiandad será Martín V, reconocido por todos, menos por los partidarios de Benedicto XIII (+1423), al que siguieron otros dos antipapas, de insignificante importancia: Clemente VIII y Benedicto XIV.
Con el Cisma, se pierde la uniformidad en los procedimientos administrativos curiales romanos; a los oficiales se les daban cada vez más privilegios; se introdujeron abusos. Después del cisma, quedó en la Iglesia un sentido de desconfianza hacia la autoridad pontificia. Las relaciones de la Santa Sede con los Estados se hacían cada vez más complejas, y se hacía necesaria la creación de un dicasterio que se dedicara a esta actividad. Surgirá así, ya en tiempos de Martín V, la Cámara Secreta, compuesta por los secretarios papales, que se encargaban de la correspondencia diplomática de la Santa Sede. Con Calixto III los secretarios eran 6, y 24 con Inocencio VIII al final del s. XV. La necesidad de los Sumos Pontífices de corresponder en forma más frecuente, solícita y secreta, hizo surgir junto a la Cámara Secreta, otro órgano nuevo: la Secretaría Apostólica, cuya función era atender a la correspondencia oficial de la Santa Sede en lengua latina. Estos dos organismos son la base de la creación posterior de la Secretaría de Estado.
Inocencio VIII (1484-1492): Constitución Non debet reprehensibile (31-XII-1487): el papa disciplinaba la Secretaría Apostólica, elevó a 24 el número de secretarios apostólicos, que formaban el Colegio de los Secretarios Apostólicos, bajo las dependencias del Datario. El papa había dejado para sí y para sus sucesores la elección de un secretario doméstico, al que venía reservada la atención a los asuntos secretos, que vivía en el Palacio Apostólico, y que era una persona de la confianza del Papa. Las competencias de este secretario doméstico, fueron limitadas por el cargo del cardinale nipote (literalmente, “cardenal sobrino”), carga nacida del nepotismo. Con la aparición del cardenal nipote, el secretario doméstico se perdió a la sombra de aquél, que se convirtió en un simple auxiliar, hasta que Sixto V ordenó su supresión.
Bajo León X (1513-1521) surge un nuevo secretario, llamado íntimo o mayor, al que se confió la redacción en vulgar de la correspondencia pontificia, mientras que el secretario doméstico debía hacerla en latín. El íntimo también dependía también del cardenal nipote. El secretario íntimo es el antecedente del Secretario de Estado, título que por vez primera aparecerá en tiempos de Pablo V, y sólo con Inocencio XII (1691-1700), que luchó contra el nepotismo: en 1692 hizo firmar a los cardenales una bula en que éstos se comprometían a combatir esta llaga del papado. Con este acto, el papa suprimió el oficio de cardenal nipote, que con León X, Pablo III, Pablo IV y Pío IV tuvo un rol decisivo en la Curia Pontificia, concentrando en sus manos el poder de tratar todos los asuntos más importantes de la Iglesia y del estado. El nepotismo tiene fin con Inocencio XII, que lo suprimió definitivamente con la bula Romanum decet Pontificem (1692), en que establece que la elección del Secretario de Estado será hecha en la persona de un cardenal, que será el primer ministro de los Estados Pontificios y ministro de asuntos exteriores.
Volviendo a Inocencio VIII: funda la Secretaría de Breves, dividida en Secretaría de Breves a los príncipes (encargada de redactar, en latín, las cartas a los soberanos y jefes de estado, que el mismo Sumo Pontífice firmaba de su puño) y Secretaría de las cartas latinas (para atender a la correspondencia con los dignatarios del mundo católico, cardenales, patriarcas, arzobispos, obispos, etc.).
En este período post-aviñonense, se constituyó como organismo estable el tercer tribunal: la Signatura Apostólica, formada por los colegios de los referendarii, que en nombre del papa trataban cuestiones de gracia y de justicia. Su origen: alto medievo, cuando en siglo XIII se servían de oficiales relatores referendarios para preparar la firma (=signatura) de las súplicas y de las comisiones de las causas de justicia o de gracia. Una oficina permanente de la signatura existe desde cuando el papa Eugenio IV (1431-1447) pidió a los referendarios mismos la firma de ciertas súplicas. El organismo fue estable con Sixto IV, y desde entonces se llama Signatura Apostólica. Julio II (1503-1513) el tribunal fue dividido en 2: Signatura gratiae y signatura iustitiae.
El último acto de este período segundo de la historia de la Curia Romana, es la Non debet reprehensibile de Inocencio VIII (ut supra).