No obstante que es una obra tonta, falsa y blasfema, El Código Da Vinci lo leen incluso algunos católicos “de avanzada” que parecen inteligentes. Tal vez piensan que podría ser un libro a favor del progreso: ¡ah!, el villano es del Opus Dei, esa organización “secreta” y “oscurantista” que “frena la renovación de la Iglesia”. Pero el libro y ahora película (el cual dice no ser ficción sino realidad) incluye, entre sus múltiples mentiras, el negar la divinidad, redención y resurrección de Cristo. Niega, pues, el mismo núcleo de la fe de todos los cristianos. No pocos protestantes quienes se regocijan porque Dan Brown insulta a la Iglesia Católica no se han dado cuenta aún que el insulto es para todos.
Pero mi interés no es pelearme con este libro. No merece la menor atención de nadie con alguna mínima inteligencia. Lo que quiero es informar al público sobre esa admirable organización de la Iglesia que es el Opus Dei.
Empezará con lo más elemental. El Opus Dei es todo lo opuesto a una organización monástica, retirada del mundo. De hecho, es el último lugar de donde pudiere salir Silas, el villano monje del libro de Dan Brown. Los del Opus Dei no salen de monasterios sino de la calle, la escuela, la fábrica, el hogar, de lugares donde trabajan, como usted, en los campos ordinarios de la vida. Para ellos, según la espiritualidad de su fundador San Josemaría Escrivá, la santidad y el apostolado se pueden lograr en la vida cotidiana. Ellos sirven a Dios no a pesar del trabajo, sino mediante el trabajo. Es en el trabajo y con su trabajo que llevan la obra de Dios, Opus Dei, al mundo. Le llevan su Amor.
Se les acusa de dinereros. Bueno, a los profesionistas excelentes no se les puede sino pagar bien. Ellos hacen de su profesión su ofrenda a Dios. Si no coronaran incluso su trabajo con la amabilidad de Dios, mal quedarían con el Altísimo.
Ahora bien, que sean profesionistas excelentes no significa que sólo se interesen por las profesiones de “prestigio”. Entre ellos hay obreros, sirvientas, mecánicos, choferes que se distinguen también por su profesionalismo. Y si a ellos también se les paga bien (los empleadores se los pelean) es porque trabajan requetebién.
Son gente generosa. A ellos les debo en gran medida mis diversas oportunidades de estudio de posgrado. No me han pedido nada a cambio. Pero su caridad no se limita a universitarios prometedores. Alcanza todas las clases sociales. No se reduce al asistencialismo, promueve además el desarrollo con la creación de centros comunitarios y de trabajo aun en las zonas más pobres del mundo.
Su apostolado básico, por supuesto, es santificar el mundo haciendo bien su trabajo. Nos demuestran que podemos transformar el mundo si cada uno, en nuestro respectivo ámbito de trabajo, cumplimos con nuestras obligaciones de lo mejor.
Aun así, hay quienes los acusan de enemigos del progreso. Y tienen razón si con ellos significan que los del Opus Dei no se dejan zarandear por cualquier viento de doctrina, “del marxismo al liberalismo, hasta el libertinismo; del colectivismo al individualismo radical; del ateísmo a un vago misticismo religioso; del agnosticismo al sincretismo, etc.”, según lamentó el cardenal Ratzinger en la apertura del cónclave del cual saldría Papa, para referirse a las modas de pensamiento que afectan a muchos católicos light. Los del Opus Dei gozan de una fe clara, cimentada no en las modas, sino en la doctrina de la Iglesia.
Independientemente de lo que algunos llamen “progreso”, de lo que estoy seguro es que los del Opus Dei se distinguen por tener bien puestos los pantalones a la hora de promover la justicia. Por ejemplo, ahora muchos considerarían como parte normal y aun excesiva de nuestra vida democrática el realizar encuestas. No era así en 1982, cuando uno de mis maestros, del Opus Dei, por primera vez las realizó para medir las preferencias políticas en México. Eso no sólo le costó perder el trabajo en dos universidades, sino la persecución bárbara de la Secretaría de Gobernación. Pero mi maestro no huyó. Se quedó y hoy sigue enseñando a los estudiantes de la Universidad Panamericana cómo realizar esas encuestas de la mejor manera.
¿Qué van contracorriente porque defienden la vida humana? Bueno, ¿quién es más valiente: quien sólo sigue las modas o quien sigue a la razón y el amor?
¿Qué son fundamentalistas? Sólo si tú opones la razón y la fe. Respecto a la razón, los del Opus Dei cuentan con la mejor escuela de Administración Pública de México, el IPADE, la mejor universidad y hospital españoles, en Navarra, y el mejor centro de bioética del mundo en Roma, el Gemelli. Que el humanismo y la fe también animen sus aulas sólo puede parecer aberración al ateo dogmático que quiere obligarnos a todos el negar a Dios y a afirmar que no somos más que changos.
En fin, se les ha llegado a acusar de caras largas. Bueno, si por ti la alegría son sólo las parrandas y el soltar majaderías, los del Opus Dei son tristísimos. Pero yo, que he sido asiduo a sus tertulias, conozco que sonríen bonito y a menudo. Comen bien y conversan mejor. No se quedan en el qué haces o en el qué tienes. Les interesas por lo que eres. Y gozan de la alegría más íntima de saberse Hijos de Dios.
Matamoros, Tamaulipas, México |