SAN IGNACIO LACONI, 11 de mayo.

SAN IGNACIO LACONI, 11 de mayo.

SAN IGNACIO LACONI

Etimológicamente significa “fogoso y valiente”. Viene de la lengua latina.

Hermano profeso capuchino, que fue limosnero durante cuarenta años dando ejemplo de humildad y caridad en la ciudad de Cagliari (Cerdeña). Dios le enriqueció con especiales dones sobrenaturales que le atrajeron el aprecio de todas las clases sociales. Lo canonizó Pío XII en 1951.

¿A quién puede interesar, en nuestro siglo, la vida tranquila y santa de un humildísimo lego capuchino del siglo XVIII? Nos tenemos que enfrentar con un hombre de escaso relieve novelesco, que vive en un ambiente geográfico poco conocido; y debemos narrar hechos y casos que parecen leyendas inverosímiles o cuentos para niños. El escritor, ante un tipo de esta clase, comienza a temer por su pluma y por su pericia; sabe que puede tropezar con numerosos escollos.

Ignacio de Láconi fue un italiano que jamás estuvo en Italia peninsular; un nativo de Cerdeña que jamás salió de su isla mediterránea; que habló el español, por lo menos en sus primeros años, como lengua materna; y que no hizo grandes ni pequeños descubrimientos científicos; y se murió de viejo hace casi dos siglos.

Su patria, Cerdeña, había pasado por muchas manos codiciosas, en tiempos antiguos y modernos. Cartagineses, romanos, catalanes, venecianos, aragoneses, genoveses, ingleses y franceses habían dado fuertes mordiscos a la isla estratégica, en una sucesión de asonadas y de piraterías que no tenían fin. Pero aquellos bocados resultaron indigestos muchas veces, hasta que la gran patria italiana consiguió engarzar esa perla verde y durísima en su corona triunfal. He ahí el escenario en que nació, vivió y murió este personaje llamado hoy San Ignacio de Láconi.

La lengua que se hablaba entonces en Cerdeña era una mescolanza de gramáticas advenedizas o nativas: había pueblos y villorrios en los que se oía corrientemente el castellano, o el catalán, o el dialecto sardo, o el inglés o cualquiera otra lengua inesperada. Pero todos se entendían, más o menos, como en la torre de Babel… Las partidas de bautismo y los documentos oficiales de aquel tiempo están en esas lenguas; a veces, un documento comienza en español y termina en italiano o en francés. ¡Interesante colección de rarezas y de estratos históricos!

Ignacio, segundo de nueve hermanos, bautizado con el nombre de Francisco, nació en Laconi, en Cerdeña, el 17 de noviembre de 1701, hijo de Matías Peis Cadello y Ana María Sanna Casu, pobres de bienes, pero ricos de fe. Desde niño se distinguió por su bondad y devoción; siendo aún adolescente practicaba continuas mortificaciones y severos ayunos.

A los 18 años enfermó gravemente e hizo voto de entrar entre los Capuchinos si se curaba. Más tarde escapó a otro peligro mortal y por esto mantuvo su voto. El 3 de noviembre de 1721 se fue a Cagliari, se presentó al convento de los capuchinos de Buoncammino, donde, rechazado en un principio por su débil constitución, finalmente fue recibido. El 10 de noviembre de 1721 tomó el hábito religioso de los Hermanos Menores Capuchinos en el convento de San Benito. Al final del año de noviciado fue transferido al convento de Iglesias, donde tuvo el encargo de despensero y al mismo tiempo se le encargó el pedir la limosna en los campos de Sulcis. Después de haber transcurrido 15 años en diversos conventos, fue enviado de nuevo a Cagliari, al convento de Buoncammino, destinado primero al telar donde se confeccionaba el paño para los religiosos, luego limosnero en la ciudad desde 1741, oficio de gran importancia y responsabilidad.

Lo que se predica o habla con sensatez, primero hay que vivirlo en la vida real de cada día.

Francisco de Asís no buscaba en sus hermanos lumbreras sino personas humildes, pobres y obedientes.

Gente que, llena de Dios, lo anunciara a todo el mundo con el testimonio de su experiencia personal del Dios Amor.

Ignacio, aunque formó parte de los Capuchinos, todos lo llamaban en Cagliari el “Padre santo”.

Se dedicaba el día entero a pedir limosna para ayudar a los pobres y los marginados. Era una ONG viviente.

Un capellán protestante escribía en 1773 estas palabras:<< Cada día veo a un santo viviente mendigar por las calles de Cerdeña. Todos lo quieren y lo veneran>>.

Cagliari fue durante 40 años el campo de su maravilloso apostolado desarrollado con infinito amor, entre los pobres y los pescadores. Era venerado por todos por el esplendor de sus virtudes y por los muchos milagros por él realizados hasta el punto de llegar a ser llamado «el padre santo». Un testimonio de la época, en manera alguna sospechoso, de la gran veneración de que era universalmente rodeado el humilde capuchino, nos es proporcionado por el pastor protestante José Fues, que en aquel tiempo vivía en Cagliari. En una carta a un amigo suyo en Alemania se expresaba así: «Vemos todos los días dar vueltas por la ciudad pidiendo limosna un santo viviente, el cual es un hermano laico capuchino que se ha ganado con sus milagros la veneración de sus compatriotas». Se había convertido en una figura típica, casi insustituible de la ciudad sarda que precisamente entonces había pasado al dominio de la casa de Savoya. Pedía en los barrios populares, a lo largo del puerto, en las tabernas y en las cantinas. Pedía, por una parte una ofrenda para ayudar a los necesitados, y daba por otra un ejemplo, una buena palabra, un consejo, una exhortación a las virtudes.

Era como el mar que recibe el agua de los ríos y después la devuelve al cielo con la lluvia beneficiosa para los campos y para la bebida.

Desde su juventud, puesto que había sido educado en el seno de una familia pobre en dinero pero rica en virtud, estaba habituado a la mortificación y  ala vida austera.

Al ingresar en la Orden, se puso a la entera disposición de los superiores para que lo enviaran donde pudiera cumplir mejor la voluntad de Dios. Por esta razón lo fueron mandando de convento en convento para que se dedicara a los pobres de ese lugar.

Doquiera llegaba, se ganaba a la gente con suma facilidad. Era como una corriente que iluminaba el corazón de cuantos lo veían o escuchaban su palabra.

Murió el 11 de mayo del 1781. Lo proclamaron santo en 1951.

Acerca del autor

Temas relacionados

1 Comentario

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.