Curso introductorio de catequesis: VI parte:VI. LA CLASE DE CATECISMO: P.Albino Luciani

Curso introductorio de catequesis: VI parte:VI. LA CLASE DE CATECISMO: P.Albino Luciani

VI. LA CLASE DE CATECISMO

1.- PREPARACION DE LA LECCION

1.- Es necesaria. No se construye una casa sin hacer antes el proyecto y ver cómo debe ser de grande, cuántos cuartos, cuántas puertas, cuántas ventanas, etcétera. Una lección es como una casa pequeña para construir: antes de hacerla es preciso ocuparse de ella, ver cuánto tiempo ha de durar, cuántas partes tendrá, qué adornos hay que añadirle, qué fruto debe llevar.

Una lección no preparada será confusa, aburridora, insípida, sin resultado. Sólo la lección preparada con amor y diligencia, con sus partes bien claras, con sus ejemplos apropiados, tiene éxito.

2.- No basta dar una ojeada al libro en diez minutos. Hay catequistas que comienzan el lunes a pensar en el catecismo del domingo y pasan toda la semana en la preparación cuidadosa de la lección, meditando con amor la materia que se va a explicar, llenándose de esos pensamientos la mente y el corazón. De esto modo, además de las ideas claras, llevan a la lección una alma que vibra y hace vibrar.

El mínimo que cada catequista debe hacer es este:

Hallar en el texto la lección que toca, estudiarla de modo de saberla perfectamente y repasar la respuesta de memoria.

Consultar la Guía u otro libro bueno, sabiendo buscar lo que agradará o hará bien a los niños, dejando lo que no podrían entender.

Establecer qué palabras va a usar, qué método va a seguir, qué ejemplos, qué parangones va a exponer, qué imágenes u objetos va a mostrar.

Fijar el resumen y la obra buena que se propone para hacer.

Prever las principales preguntas y respuestas adaptadas, tener preparados algunos ejemplos para el caso.

3.- Los niños son como los pajaritos: quieren saltar de flor en flor, cambiar siempre. Será bueno el tener preparado en cada lección algo nuevo que les guste. No comenzar siempre de la misma manera, no preguntar siempre del mismo modo. Al menos tener algunas explicaciones brillantes yen cada lección tener algún punto más atrayente.

4.- Y orar. El hacer bien la explicación, aunque se haya puesto toda diligencia, es siempre una gracia del Señor que hay que pedir humildemente.

2.- ITINERARIO DE LA LECCION

5.- Quien dice itinerario dice programa o serie de etapas sucesivas. Enumeremos la serie de las varias etapas de la lección del catecismo parroquial:

El catequista se encuentra (con el texto, la guía, la libreta de calificaciones), a la hora precisa en el sitio de la clase.

Recoge y pone en fila a los niños.

Entra con ellos en silencio en el aula o local de la clase.

Espera que se pongan en su sitio y les ayuda a ello;

Oración (a veces cantada);

Llamada de lista;

Interrogación sobre la lección anterior;

Explicación de la lección nueva;

Recapitulación de la lección nueva;

Aplicación práctica;

Asignación de la tarea;

Oración;

Salida de la clase.

6.- Algunas anotaciones: 1) Los niños no pueden saltar de un juego muy activo o de un alboroto a la oración o a la lección: el catequista se preocupará de que el cambio venga suavemente, calmándolos con un canto, o con dos o tres minutos de espera fuera del aula, etcétera. 2) La oración no se empieza hasta que no estén todos quietos y sosega dos; 3) La libreta de calificaciones debe llevarse bien, sea para calificar la lección, sea para apuntar las ausencias. Eso da un poco de importancia y tiene a los niños con un poco de miedo.

7.- Después de la clase, quedando solo o volviendo a la casa, el catequista ora al Señor agradeciéndole el haberse servido de él, pidiendo que los niños pongan en práctica las cosas importantes explicadas. Bueno será hacer un momento de examen o propósito sobre cómo anduvo la clase, sobre los méritos y los defectos. Será muy bueno llevar un Diario sobre el cual anotará la preparación de la clase antes y luego las observaciones.

3.- DISCIPLINA DE LA CLASE

Una nación es ordenada y disciplinada si tiene estas dos cosas: leyes precisas y claras (poder legislativo), y fuerza para exigirlas (poder ejecutivo y punitivo).

En una clase de catecismo habrá disciplina cuando se dan avisos y órdenes claras y se logra hacerlas observar con la presencia, el interés insistente, la persuasión o aun con un poquito de castigo.

Si no se dan las órdenes o no son claras y nadie cumple, pondremos confusión, desobediencia, todo lo contrario de disciplina.

a) Acerca del “poder legislativo”

8.- Ser claro y preciso en dar las órdenes. A veces el niño no ha seguido las órdenes por no haberlas entendido o no haberlas recordado. Para asegurarse que las han entendido y para hacerlas recordar, hacerse repetir las órdenes dadas (“¿Has entendido lo que he dicho?” Dímelo, pues… ¿Has hallado la página que debes estudiar? Muéstramela).

No dar órdenes mientras los niños se hallan moviéndose; dar pocas órdenes, no cambiarlas, sino repetirlas de nuevo.

No mandar jamás una cosa cuando hay seguridad de que no se hará.

Mantenerse firmes en lo dicho. Cuando se ha dicho no y las circunstancias no han cambiado, no se debe mudar la orden. ¿Por qué de ordinario el papá se hace obedecer mejor que la mamá? Porque se mantiene firme en lo dicho, no cede y el niño lo sabe.

Y no hacer prédicas cuando se dan órdenes: no hablar ni dar muestra a los niños de que tiene miedo de no ser obedecido; pocas palabras incisivas (no irónicas) son mucho más enérgicas y eficaces que muchas exhortaciones.

b) Acerca del “poder ejecutivo”

9.- Nuestra disciplina no debe ser a la prusiana (o haces esto o palo va), la nuestra debe hacer que el niño quiera aquello y lo haga con gusto; no sofoca la libertad del niño, sino que la educa y alimenta haciendo que él mismo, espontáneamente, quiera lo que nosotros le ordenamos.

10.- Pero, ¡atención! “Voluntariamente” no significa “sin esfuerzo”, “sin fatiga”. Ningún educador formará bien a los niños y jóvenes, si no manda y obtiene de ellos esfuerzo y sacrificio.

Un catequista dice: “Quiero ahorrar a mis niños cualquier esfuerzo”. No ha entendido nada de la educación ni de la vida. En otra ocasión con hechos y sucesos grandes, los niños hallarán nada más que lo duro, áspero y amargo. Hay pues que prepararlos desde ahora. Por otra parte, sin fatiga no se hace nada grande en este mundo. Debe decir a veces: Quiero que se esfuercen para que se habitúen al sacrificio. La risa, el juego, la alegría sólo y únicamente son ayudas.

11.- La disciplina de que hablamos presupone en el catequista ciertas habilidades indispensables. Primera: el prestigio. Lo tendrá cuando el niño experimente hacia él cierto sentido de reverencia y de estima, por su bondad, su ciencia, por la capacidad de trabajo. El niño es algo como el salvaje: tiene necesidad de ver que el capitán que lo guía es un hombre más capaz, más fuerte, más inteligente que él. De otro modo no lo sigue.

12.- Otra cualidad, la bondad.., pero que no sea demasiada. (Un hombre bueno “y no un bonachón” inspira confianza, y “no dejarse tomar el pelo”).

Los niños deben ver que el catequista es bueno y los ama, pero al mismo tiempo deben mostrar una cierta docilidad a él; de otro modo lo toman todo en “broma” y se acaba el prestigio.

13.- Tercera cualidad: la confianza en sí mismo. Los niños deben tener la impresión de que somos seguros, capaces, dignos y que nos sentimos dueños de nosotros mismos, con el tono de la voz, el semblante, los movimientos. ¡Ay de nosotros si nos ven tímidos, inseguros, impacientes!

14.- Cualidad muy importante, hacerse interesante. La mayor parte de las veces los niños son indisciplinados, porque no nos hacemos interesantes, decimos cosas que no les interesan o en modo inadaptado o sin la suficiente preparación.

15.- La disciplina que procuramos considera otros medios: premios y emulación. El más fácil de los premios es la alabanza: dada con prudencia, en tiempo oportuno y entusiasmo, invita al estudio. En cuanto a los otros premios, sean grandes o pequeños, no es el darlos lo que mejor efecto produce, sino el modo como se dan, las palabras, los miramientos que los acompañan.

La calificación sise sabe usar, da óptimos resultados para la disciplina. Lo usa bien el catequista cuando le da importancia delante de los niños, sobre todo para la disciplina. Lo usa bien el catequista: “en lo que te pregunté sacaste cuatro puntos y si continúas así, llegarás a los cinco”, y alguna vez dar algunos puntos más para entusiasmar.

c) Acerca del “poder punitivo”

16.- El sol enseña algo al catequista, sin saberlo; el sol suministra continuamente luz y calor, a veces lluvia y viento, raramente relámpagos y truenos.

El catequista debe continuamente dar a sus alumnos afecto y cuidado, a veces recomendaciones y exhortaciones, raramente intervendrá con reprensiones y castigos.

17.- Los castigos deben darse con mucha prudencia si se quiere que sean eficaces.

Comenzar con poco (mostrarse no contento, menos benévolo, miradas severas, reclamos; amenazas de castigo) llegar al castigo fuerte sólo con los pertinaces que no obstante los avisos y reclamos, se hallan faltando tres o cuatro veces; no infligir castigos corporales, más bien privar de alguna cosa que tengan los niños.

No es el castigo en sí mismo el que corrige al niño, sino el disgusto y el deseo de verlo mejorar, eso es lo que el catequista desea.

No castigar si no se está seguro de la falta, dejar al niño que se defienda, y si lo halla inocente mostrar disgusto de haberlo castigado y alegría por haberlo hallado inocente.

No castigar mientras se está disgustado, jamás encolerizarse.

Corregir en cuanto se pueda en privado; no obligar a un niño a presentarse ante los compañeros con el rostro encarnado y las lágrimas en los ojos.

Si el niño se enmienda en seguida, perdonarlo.

d) Sagacidad práctica para la disciplina

18.- Usar bien los ojos, para hacer sentir al niño que lo observamos y que se le ve en todos sus movimientos. Para esto, que las clases sean poco numerosas, y cuando se usan las bancas, que no estén en líneas paralelas sino en semi círculo o herradura. Así todos los niños son vistos completa mente y a ninguno de la tercera o segunda banca, le entra la tentación de molestar con los pies olas piernas a los compa ñeros de la primera o segunda banca.

19.- Procurar que entren a la clase en orden y silencio; señalar los puestos y que no se hallen juntos dos perturba dores; que los puestos sean fijos, que no sea una lucha para tomar puesto al entrar a la clase. Tener presente que ser débil al comienzo de la clase quiere decir tener la batalla perdida durante toda ella.

20.- No comenzar jamás la clase amenazando a los que hacen bulla, colocándose en sus puestos. El desorden al principio lanza un aspecto poco agradable sobre toda la clase.

Alabar a los que ya se han colocado en sus puestos sin desorden, exhortando a los otros a componerse pronto; solamente se comienza a rezar cuando haya completo silen cio y atención de todos.

21.- Ser un poco astutos para presentar la disciplina bajo un aspecto discreto y simpático. No decir: “En esta clase exijo disciplina, haré andar rectos a todos y castigaré a los indisciplinados”. Si se muestra la disciplina bajo un aspecto duro y áspero, los niños comenzarán a jugársela y a bur larse. Diga más bien: “¿Conocéis a Rubén Darío… los avia dores, los alpinistas, los campeones de fútbol?… ¿Gente esforzada que domina los estadios, los cielos, las montañas…? Porque se han sometido a disciplina… Rubén Darío se adiestra bajo la lluvia, bajo el viento, con hambre, con sed, con disciplina. Nosotros también procuraremos un poco de disciplina”

Es probable que se consiga un efecto mejor con éste que con el primer sistema.

22.- Es preciso no multiplicar las prohibiciones: “Esto no se puede, esto otro tampoco… por ahí no debes caminar…”. Los niños se sienten como sofocados y sienten que la disciplina es un peso grande, mientras que es necesario hacerla aparecer ligera y llevadera; ciertas cosas hacerlas amar antes de mandarlas, otras hacerlas aparecer como premios.

23.- Y saber entender a los niños. Los niños son siempre niños, son a la verdad indisciplinados e inquietos pero no malos. No exigirles demasiado en detalles y concederles un descanso cuando sea razonable. De pronto sale un ratón de un armario: todos se levantan y gritan… ¿Qué se hace? Sería exagerado levantar la voz y reprochar clamorosamente. Procurar en cambio calmar a los niños con bondad.

24.- ¿Jamás has montado sobre un potro furioso? ¿Sí? Entonces sabes que es necesario tener las riendas y darle de vez en cuando algún respiro, pero no soltar las riendas del todo bajo el cabezal, porque si no el animal te lanzará lejos. Así en la clase, hay que dejar un poquito de respiro, de vez en cuando un cuento a tiempo, algo que suavice: pero no dejar reír demasiado, dejando libre la hilaridad; son muy pocos los que con una sola señal traen todos al orden interrumpido.

25.- Ensayar en bajar la voz cuando los niños comienzan a distraerse o a charlar entre sí. De pronto todas las cabezas se fijan en el profesor y preguntan: ¿Pero qué pasa? ¿Qué querrá con esa voz suave y baja con que nos habla? Pues nada, sólo deseo que estén atentos. El catequista sabe que para hacer callar no hay que gritar, sino que se habla suavemente y se obtiene silencio.

26.- Algunas veces el hablar suavemente no es suficiente: los niños están cansados. Entonces un hecho interesante, unos cuadros en colores, ponerse de pie un momento, una oracioncita, un cántico sencillo, o sea emplear los medios del método activo del que hablamos antes, que ayudan también para la disciplina.

27.- Cuando ha faltado a la clase un niño, informarse del motivo, pasando por su casa. Cuando un niño no responde porque es corto, pedirle a alguno de su casa o a una persona vecina que le ayude. Si se presenta el caso de algún alumno incorregible y perturbador, entonces es necesario y oportuno el despedirlo de clase, pero por medio del Párroco.

PREGUNTAS Y CASOS

“Hace ya muchos años que enseño: siempre estoy preparado” (1, 25, 26).

“Doy una ‘ojeada’ al texto y ya estoy preparado” (2).

¿Cómo se hace la preparación próxima a la clase? (2).

¿Cómo diuides los tiempos de la preparación de la clase?

(5).

“¡La libreta de calificaciones no sirve para nada!” (7-8). ¿El catequista es un pequeño gobernante que tiene en sus manos los tres poderes? Explicarlo (…).

¿Cómo es el arte de mandar? (8).

“La mejor disciplina es la alemana” (9).

¿Qué cualidad se debe poseer para tener bien la disciplina?(14).

¿Cuando los niños están indisciplinados de quién puede ser la culpa? (9).

“La disciplina consiste en el silencio yen la inmovilidad” (9). ¿Cuáles son las dificultades principales para la disciplina? (18-26).

Albino Luciani         CURSO BÁSICO DE FORMACIÓN CATEQUÍSTICA


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