Se refiere a una experiencia universal: en el
corazón de toda persona, como en la cultura de todo pueblo y en sus manifestaciones colectivas, actos, actividades que se practican como muestra de fe y fidelidad a Dios, está siempre
presente una dimensión religiosa. Todo pueblo, de hecho, tiende a expresar su visión total de la trascendencia y
su concepción de la naturaleza, de la sociedad y de la historia, a través de mediaciones cultuales, en una síntesis
característica, de gran significado humano y espiritual.
La historia enseña que, en ciertas épocas, la vida de fe ha sido sostenida por formas y prácticas de piedad,
con frecuencia sentidas por los fieles como más incisivas y atrayentes que las celebraciones litúrgicas.