Pedro y Juan en el sepulcro vacío. El Señor había resucitado sin remover la piedra del sepulcro, sin romper los sellos que habían puesto…

Pedro y Juan en el sepulcro vacío. El Señor había resucitado sin remover la piedra del sepulcro, sin romper los sellos que habían puesto…

Pedro y Juan en el sepulcro vacío. El Señor había resucitado sin remover la piedra del sepulcro, sin romper los sellos que habían puesto…

Parroquia de San Pío X     

Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corría más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio los lienzos en el suelo; pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra  en el sepulcro y ve los lienzos en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a los lienzos, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó, pues hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos. Los discípulos, entonces, volvieron a casa.

 

Jn 20,3-10

 

San Agustín: el don más grande que el  Señor nos dio es siendo un Dios se humillo y humillado quiso morir y habiendo muerto resucitó y fue exaltado para que nosotros no  quedáramos abandonados en el abismo, sino que fuéramos exaltados con él en la resurrección de los muertos, los que ya desde ahora hemos resucitado por la fe, indicándonos la senda de la humildad. 

 

El Señor había resucitado sin remover la piedra del sepulcro, sin romper los sellos que habían puesto, pero, ya que el hecho de la resurrección debía ser conocido por muchos otros, la tumba fue abierta por el ángel después que Jesús había resucitado, con el objeto de que todos pudieran comprobar la verdad de lo que había sucedido. Esta circunstancia impresionó vivamente a Magdalena quien, al ver desde cierta distancia, quitada la piedra que cerraba el sepulcro, dejó a las otras mujeres y se dio prisa en volver para poner al corriente de los hechos a Pedro y al “discípulo que Jesús amaba”, o sea, para decirles que habían tomado el cuerpo del Señor. Pedro y Juan,  al recibir esta noticia salieron en seguida, y ambos corrían, pero Juan, por ser más joven, corrió más a prisa y llegó primero. Entrando en el sepulcro y observando,  vieron que no se trataba de un robo, y creyeron y comprendieron la Escritura que anunciaba la Resurrección.

Imitemos ese ardiente  amor de los discípulos y busquemos a Jesús en el Sagrario.

 

 Fe es creer lo que Dios nos ha revelado y lo que la Santa Iglesia nos enseña.

Nuestra fe nació de la palabra de Dios  proclamada, transmitida, y acuñada en la comunidad cristiana. La desaparición humanamente inexplicable es la señal del paso de Jesús a la Gloria. La tumba vacía y las apariciones son señales que van más allá de lo que  el ojo puede ver y el oído oír.

 

Algunos católicos  afirmamos tener fe, y proclamamos creer en un Dios vivo que ha resucitado, le reconocemos presente en la Eucaristía, pero pocas veces le buscamos con ese afán como los discípulos, con ese ardor o fuego  que hay en el alma  que te hace necesitarlo; o  con ese amor que a los discípulos  hacia correr para encontrarlo, con esa convicción de  aquel que cree  es el único y verdadero Dios; o quizás con el  deseo de querer estas a sus pies gozando de su presencia, tratando de estar lo más cerca posible de él  para poderlo contemplar, para grabar en nuestra mente  y corazón su presencia divina; quizás esa misma fe y amor me debería llevar a buscarle para darle gracias, o adorarle por todo lo bueno que es. Sin embargo, los que tenemos fe solo tenemos  escusas  y muchas escusas, para no estar con él  al menos unos momentos ya sea por enfermedad que en ocasiones no es tan grave, necesidad de trabajar, falta de tiempo… pero, ¡¡ si creemos que para él no hay imposibles!!, pues sabemos que es capaz de sanar ciegos, cojos, mudos, leprosos… y además le reconocemos como dueño y Señor de nuestras vidas hacedor de todo cuanto existe, ¿qué no debería de ser al contrario? las Iglesias no deberían de estar a reventar de tanta gente buscándole?  para pedirle clemencia o compasión a todos nuestros males,  y entonces  en donde esta nuestra fe?;  entiendo entonces porque muchos hermanos que no profesan la religión católica hablan  de que los católicos no somos congruentes con lo que profesamos; reconocemos que nuestra religión es la verdadera y única fundada por nuestro Señor Jesucristo, pero, no la practicamos, todo queda sólo en palabras y no en hechos. Ser congruente No significa que tenga que ser, un santurrón metido siempre en la Iglesia,  significa dar testimonio de mi fe de mis creencias religiosas, es dar  muestra de mi amor a Dios. Luchemos hermanos porque nuestra fe sea verdadera.         

 

¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga: “Tengo fe”, si no tiene obras?¿Acaso podrá salvarle la fe? Santiago 2,14

 

Entonces Jesús le dijo Mujer, grande es tu fe, que te suceda como deseas.   Mt 15,28

 

Oremos unidos para que nuestro Padre nos bendiga con el don de la fe, para así poder dar testimonio de creer y amar a  Jesús Sacramentado, vivo y resucitado.

 

Oremos por todas las necesidades de la Iglesia en especial por el Papa Benedicto XVI, Arz. José Guadalupe Martín R. Obispo Juan Pallares, P. Eduardo Contreras, P. Mario García, P. Juan Manuel Fernández, P. Jorge Avalos, P. Chuy Salazar, P. Chuy Reyes, P. José López, P. Valentín Garibay,   todos los Sacerdotes del mundo, todas las órdenes religiosas, vocaciones sacerdotales, Misioneros, Diáconos, todas las autoridades eclesiásticas, Ministros de la Sagrada Comunión, Servidores de la Iglesia, Celadores y Guardias del Sagrado Corazón de Jesús.

 

Oremos por todas las pequeñas comunidades de la Iglesia, para que perseveren en la fe.

 

¡Unidos en la Eucaristía!

 

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