Los comienzos de un predicador: III parte

Los comienzos de un predicador: III parte

Los comienzos de un predicador: III parte

Por Juan Revilla.

Después de reflexionar acerca de lo que Eduardo le dijo,  sobre la falta de vida en su predicación, debido a la carencia de la sagrada escritura como palabra viva y eficaz Heb 4, 12, Raúl meditó profundamente y reconoció que  de verdad no conocía la sagrada escritura, es más nunca antes la había usado hasta que tuvo que predicar, entonces decidió incluso inscribirse en un diplomado de teología para empezar a conocer la sagrada escritura, fascinado estaba, “que campo  tan vasto que él no conocía”, hablaba de matemáticas, historia, química, física, informática, biología, ingles, oratoria, retorica, etc, etc pero de biblia nunca. Comprendió que la palabra de Dios daba luz a la predicación de sus compañeros y dijo: “que gran diferencia conocer de lo que se habla”.

A  Raúl le llegó una segunda oportunidad para predicar, “ahora si voy con la sagrada escritura en la mano y en el corazón”, el tema comenzó y su gran elocuencia se manifestó de inmediato, una nueva relación con la palabra de Dios se evidenció, el ambiente era pesado, un aire denso se respiraba, miradas de indiferencia, posturas que denotaban apatía y frialdad en el corazón, estaban predicando en un anexo de rehabilitación para drogadictos, viciosos, violadores y de toda clase  de situaciones que estos jóvenes vivían, terminó y no paso nada, de nuevo una sensación de que algo le faltaba, no sabía aunque había mejorado substancialmente no era suficiente.

Enseguida apareció en el salón su amigo Eduardo, le tocaba predicar el tema de conviértete, cuidó cada detalle de Eduardo para ver que detalle se le escapaba a él, no es súper  elocuente pensó, domina bien el tema, seguro, humm no ésta mal pensó en sus adentros, citaba  muy bello la sagrada escritura y noto algo que se desprendía del una especie de autoridad, se acordó de un pasaje en el evangelio de Marcos Mc  1, 22, se dijo a sí mismo, ¿cómo logra eso? Terminó, no había aplausos, caras tristes, caras con dolor, caras de arrepentimiento, el ambiente había cambiado, se respiraba un aire de clamor a Dios pidiendo perdón, se acerco a su amigo Eduardo y le pregunto: ¿oíste mi predicación? si, contesto Eduardo,¿ qué tal?, mucho mejor, se vio el avance y de plano Raúl se va directo sobre la pregunta que se ahogaba en su garganta ¿porqué yo no conmuevo como tú lo haces? Eduardo respondió: yo no hago nada, todo lo hace  el Espíritu Santo, sí ya sé, pero como se hace para que el Espíritu Santo actué así, ahhh ya se siendo dócil, como dice nuestro coordinador, no, contesto Eduardo, ¿no?, entonces, dijo Eduardo:  te falta oración  para que se te de la gracia de convertir por medio del Espíritu Santo, ¿cuánto oras por lo que vas a predicar?, ¿orar?, yo no oro por  lo que predico, me preparo bien y busco el momento adecuado para  con la palabra de Dios, ser contundente, le aseveró Eduardo ese es el problema crees poder tu hacer todo con tus propios recursos y a Dios lo haces a un lado, ¡no! Yo le pido a Diosito para que me ayude a predicar y no fallar, pues te falta la parte más importante para un predicador, es,  ser un hombre de oración. Un hombre intercesor ante el Padre como Jesús lo hace…

Bastante difícil que es predicar, otro requisito más, bueno que no quede por esfuerzo, este requisito no me va a detener y todo un mes se dedicó a tratar de orar, se dio cuenta inmediatamente que no sabía cómo hacerlo, que dificultad orar, parece que habla uno solo y no hay respuesta, cómo estar seguro que me escucha Dios, y pensó, pues donde vivía yo, cómo voy a pedir por alguien que no conozco , no me imagino que rostros son los que van a estar ahí, y comenzó una  experiencia nueva para Raúl, se acordó de su amigo Eduardo y fue al Santísimo que estaba expuesto en una parroquia, miro sólo un instrumento metálico, sus papas algunas veces le dijeron que allí estaba Jesús vivo, en su desesperación salieron unas débiles palabras “quiero creer en ti”, pero no sé cómo hacerlo, pues estoy atado y sólo tu sabes que vas hacer con este ignorante que no sabe nada de ti, un suave calor recorría su cuerpo, empezaron a fluir más palabras sin que él lo  percibiera; sintió  por primera vez en su vida que  Dios si le estaba respondiendo, noto que había una paz y que un canto suave que una mujer cantaba  y le decía al “sumérgeme, en el rio de tu espíritu”, respiro profundamente y se sintió como la primera vez que había escuchado las palabras de amor de Dios “te amo”, se retiro, por  vez primera estaba en paz y con una confianza, que no sabía porque lo estaba, pero sentía que estaba listo para continuar queriendo predicar su palabra.

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