A la escucha del maestro: curso lectio divina: parte III. El aprendizaje.

A la escucha del maestro: curso lectio divina: parte III. El aprendizaje.

C. CONCLUYENDO LA LECTIO

Comenzamos con lectura y terminamos en ejercicio espiritual. Esto era exactamente lo que buscábamos en la Lectio Divina.: aprehender la institución espiritual, el poder de la Palabra, que está en la Biblia. Esto es lo que la ha distinguido de todas las otras lecturas posibles de la Biblia.

Precisamente por ser espiritual uno no se da ni cuenta cuándo termina. La Lectio es una dinámica vital a la que es difícil fijarle con precisión cada uno de sus tiempos. Lo que es claro es que metodológicamente vuelve siempre al mismo punto de partida para repetir el camino de manera tal, que experimentemos lo que dice el profeta Isaías: “mañana tras mañana me despierta al oído, para que escuche como los discípulos. El Señor Yahveh me ha abierto el oído” (Is. 50, 4-5).

Como una ayuda para nuestro propio ejercicio sugerimos terminar con una breve oración vocal para agradecerlo al Señor lo que hemos vivido a lo largo de la Lectio.

Una vez más le damos la palabra a Guigo II, el Cartujo, para que nos enseñe su hermosa manera de orar:

“Señor, cuando tú rompes el Pan de la Santa Escritura,
Tú me haces conocido por esta Fracción del Pan.
Entre más te conozco, más deseo conocerte,
no solo en la corteza de la letra,
sino en el conocimiento del sabor de la experiencia.
No te pido este don a causa de mis méritos
sino en razón de tu misericordia…..
Dame, Señor las arras de la herencia futura,
un gusto al menos de la lluvia celeste
para refrescar mi sed, porque yo ardo de amor”.
(Scala, VI)

D. La “Formación de Cristo” en nosotros, según la Lectio Divina.

“¡Hijos míos!, por quienes sufro dolores de parto,
hasta ver a Cristo formado en vosotros”.
(Gal. 4, 19)

A partir de la contemplación, último movimiento de la Lectio Divina, se comienzan a vislumbrar horizontes en la vida espiritual que la impulsan por caminos de madurez cristiana.

Porque el Verbo habita en nosotros haciéndose uno con nuestra carne, la práctica de la Lectio es una educación continua para que tengamos “los mismos sentimientos de Cristo Jesús” (Fil. 2, 5), para sentir, decidir, y actuar según su Corazón (Ver Act. 13, 22). Es, por tanto, una verdadera escuela de formación de los discípulos de Jesús en la que se aprenden los caminos de Su seguimiento.

La sensibilidad a la Palabra de la Sagrada Escritura educa para la docilidad al Espíritu Santo a fin de que, como dice san Juan Eudes, “Él haga de nuestro ser un Evangelio vivo y un libro vivo, escrito por dentro y por fuera, en el cual la vida de Jesús esté perfectamente impresa”.(OC III, 54).

Veamos, entonces, también a manera de esbozo, como en un dibujo, la prolongación de la Lectio. La presentamos en otros nuevos cinco movimientos que se suceden como las olas del mar, una encima de la otra, fuertes, rítmicas, irresistibles. Cuando estas olas se hacen familiares se puede aprender a navegar mejor en ellas.

1. La onda de la consolación: en el gozo del Espíritu.

La oración que brota de la Lectio se vive con gozo en el Espíritu Santo (Gal. 5,22), emoción con la que Jesús oraba también (Lc. 10,22), porque se siente íntimamente el gusto de Dios, de las cosas de Cristo. El gozo de la alabanza lo invade todo.

San Juan de la Cruz alude a esta experiencia cuando canta la transparencia de Dios en todas las cosas: “ y todos cuantos vagan de Ti me van mil gracias refiriendo, y todos más me llagan, y me dejan muriendo, un no se qué que quedan balbuciendo” (Cántico, 7).

Esta emoción viene incluida en el don de la contemplación, es lo que en el ámbito espiritual se ha llamado la “consolación”.

La consolación llega a ser como una atmósfera en la que el corazón se puede mover con libertad. Enseña el Cardenal Martín cómo “sólo de la consolación nacen las opciones valientes de pobreza, castidad, obediencia, fidelidad, perdón, porque es el lugar, la atmósfera propia de las grandes opciones interiores. Lo que no viene de este don poco dura y puede ser fácilmente solo fruto del moralismo que nos imponemos a nosotros mismos”.

2. La onda del reconocimiento de los impulsos interiores: el discernimiento cristiano.

Expresa con mayor claridad aún los alcances de la consolación. El orante llega a ser como una especie de antena espiritual que sabe captar lo que es y lo que no es del Evangelio.

Es el aprendizaje de la sensibilidad espiritual de que habla san Pablo: “lo que pido en mi oración es que el amor de ustedes siga creciendo cada vez m{as en conocimiento perfecto y todo discernimiento (fina sensibilidad)” (Fil. 1,9); que en realidad es siempre una desacomodación, un continuo vivir desinstalados frente al mundo: “no se acomoden al mundo presente, antes bien transfórmense con una nueva mentalidad, de manera que puedan discernir la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto”.(Rom. 12,2)

3. La onda de los “saltos cualitativos”: las opciones evangélicas.

Adquiriendo la habilidad para discernir el pensamiento de Dios, tal como se expresa en Su Palabra, aprendemos también a “decidir según Dios”. Así escogemos o confirmamos o continuamos renovando nuestro estado de vida.

Le damos la palabra al Cardenal Martín: “si analizamos atentamente las opciones vocacionales, nos damos cuenta que tienen, tal vez inconscientemente, un proceso. La vocación, de hecho, es una decisión que se toma a partir de aquello que Dios hace sentir y de la experiencia que de ahí se hace según los parámetros evangélicos”.

Y no solo escogemos nuestro estado de vida para la edificación del Cuerpo de Cristo, también somos llamados a tomar postura en medio de nuestra sociedad: opciones políticas iluminadas por las preferencias evangélicas.

En esta onda vemos aparecer la valentía profética del cristiano (Ver Act. 4,31), quien por sus opciones se coloca en medio de la sociedad como lámpara que brilla en lo alto (Ver Mt. 5,16) y, por lo mismo, también puede ser criticado.

4. La onda de la acción: los compromisos.

Primero es el árbol, después vienen los frutos. La Lectio Divina ha evitado sacar consecuencias inmediatas de la Palabra, el “cómo se aplica esto”, y trabaja más bien al nivel del “ser cristiano”. Es la fórmula conocida: “el ser precede al hacer”. Pero llega ahora el momento del hacer.

Como dice el Cardenal Martín, la acción “es el fruto maduro de todo el camino….” lección bíblica y acción, no son de ningún modo dos líneas paralelas”.

Santiago era claro en este punto, lo citamos en toda su extensión: “Pongan por obra la Palabra y no se contenten solo con oírla…..Porque si alguno se contenta con oír la Palabra sin ponerla por obra, ese se parece al que contempla su imagen en un espejo: se contempla, pero, yéndose, se olvida de cómo es. En cambio el que considera atentamente la Ley perfecta de la libertad y se mantiene firme, no como oyente olvidadizo sino como cumplidor de ella, ese practicándola será feliz” (Santiago 1,22-25).

No siempre es fácil, lo que sabemos por experiencia. Por eso podríamos siempre orar como lo hacía un santo: “Pero Tú Señor, conoces la imposibilidad y la incapacidad que tengo para amarte. Por eso, Dios mío, dame, si Tú quieres, lo que me mandas, después mándame todo lo que Tú quieras”. (Juan Eudes).

5. La onda de la comunicación: La Evangelización.

La luz no permanece escondida. Los hermanos reciben del lector – orante el testimonio del Evangelio. La Palabra que se anuncia está en Él en primer lugar, como una presencia que se capta en su manera de vivir.

Pero dice san Pablo que “la fe viene de la predicación y la predicación, por la Palabra de Dios” (Rom. 9, 17). La Palabra es fuego que quema dentro y que hay que anunciar también de viva voz.

Así la Lectio se coloca a la raíz de la misión. Es como si constantemente se nos dijera: “¡escucha la Palabra para que la anuncies!”.

Finalmente, digámoslo así, esta onda misionera se expande lenta pero irresistiblemente por todos los ambientes, en todos los momentos, dándole a la historia el sabor del cielo. (Ver Mat. 28, 19-20).

D. Tres Dificultades que hay que superar en la práctica de la Lectio Divina.

Hemos presentado el itinerario y las claves para movernos ampliamente dentro del método de lectura Bíblica Lectio Divina. En varios casos nos hemos limitado simplemente a dibujar el ambiente, a insinuar las posibilidades.

Pero quedan todavía por explicar tres cuestiones importantes para la praxis del método, estas son:

• ¿Qué textos escoger?.
• ¿Cuándo hacerla?.
• ¿En qué podemos apoyarnos para crecer?

1. Qué textos escoger.

Lo mejor es preferir siempre la Palabra tal como diariamente la ofrece la Iglesia en la Liturgia.

Para comenzar, sugerimos tomar siempre el Evangelio, porque Él nos inicia a la experiencia de Jesús y es la clave de interpretación de toda la Biblia. Los domingos recordaremos que la Primera Lectura se lee en armonía con el Evangelio.

Sin embargo, los más avanzados pueden ir tomando gradualmente todos los otros libros de la Biblia. Los Monjes hacen la lectura completa de la Biblia. Así también lo podemos hacer nosotros.

No ayuda mucho cambiar de Libro de la Biblia cada día o escoger los pasajes según nuestro gusto. La continuidad de la lectura aumenta la comprensión, nos da el contexto literario y nos permite captar mejor la pedagogía bíblica.

Y cuando nos encontremos con un texto que consideramos difícil de entender, no caigamos en la tentación de cambiarlo, los Padres de la Iglesia decían que los pasajes más difíciles son los que guardan un secreto más grande. Paciencia….. poco a poco.

En palabras del Diácono san Efrén:

“Da gracias por lo que has recibido,
y no te entristezcas por la abundancia sobrante.
Lo que has recibido es tu parte, lo que ha sobrado es tu herencia.
Lo que coma por tu debilidad no has recibido en un determinado momento
lo podrás recibir, en otra ocasión, si perseveras.
ni te esfuerces avaramente por tomar de un solo sorbo
lo que no puede ser sorbido de una vez,
ni desistas por pereza de lo que solo puede ser tomado poco a poco!.
(Diatessaron).

2. El aprendizaje de un ritmo.

Los maestros de la Lectio Divina coinciden en afirmar que lo más importante en la praxis de la Lectio no es la cantidad de tiempo que se emplea cada vez sino su continuidad. ¡Es una disciplina!

La Lectio a la que inicialmente le podemos poner un poco más de empeño es a la del Evangelio del domingo. Podría inclusive cubrir toda la semana, buscando un día en que se puedan compartir los frutos de la oración junto con los hermanos más cercanos en la fe. Esto es lo que los latinos llaman colatio.

Cuando se ha aprendido este ritmo semanal se puede comenzar el ritmo diario que es el ritmo normal. Esta sería una manera concreta de orar: “danos hoy nuestro pan de cada día”.

¿Cuál es la mejor hora?. Se recomienda escoger la mejor hora del día: aquella en que los cinco sentidos están más despiertos, aquella en que es posible tener un poco de calma y de silencio. La Lectio nos obliga a tomar decisiones con nuestro tiempo ordinario para darle el mejor espacio a la Palabra.

Pero, ya lo hemos insinuado, no hay necesidad de hacerlo todo de una vez. Por ejemplo, (¡y solo un ejemplo!): por la noche se puede hacer la lectura del Evangelio del día siguiente. Luego, nos vamos a descansar, llevándonos la resonancia de la Palabra, como una manera de vivir las Palabras del Cantar, “yo dormía, pero mi corazón velaba” (5,2). Por la mañana recogemos el fruto en la oración. Un maestro de la Lectio dice a los aprendices: “emplear en esta oración quince minutos, ¡ni más ni menos!”. A lo largo del día podemos llevar a su punto culminante la Lectio en alguna celebración litúrgica.

3. Un apoyo para crecer

Nos referimos ante todo a un acompañante espiritual. Junto con él podemos decidir nuestra manera concreta de hacer la Lectio, compartir las dificultades que se nos presentan, recoger sus frutos y pedir sugerencias prácticas.

También la vivencia de momentos fuertes es útil para caminar con fruto en el método de la Lectio. Por ejemplo: los ejercicios espirituales, una jornada de oración, algunos encuentros especiales alrededor de la Palabra, que se constituyen en verdaderas experiencias formativas.

Otro apoyo es la participación en una pequeña comunidad en la que podamos compartir nuestra experiencia y acoger con sencillez las enseñanzas de los otros. En esta experiencia comunitaria de la Lectio aprenderemos de los hermanos y de la sabiduría de la Iglesia. Así podremos decirnos mutuamente lo que Guigo le decía a Gervasio: “tú que has aprendido mejor esta vía por la experiencia, que yo por la razón, serás juez y corrector de mis reflexiones”.

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