Santa RAISSA, 5 de Septiembre

Santa RAISSA, 5 de Septiembre

Un mártir voluntario es aquel que, temiendo haber sido olvidado por sus perseguidores, los obliga a pensar en él. Parece que dijera: “Ya que Cristo me ha amado hasta el punto de morir por mi, ¿Por qué no soy yo de aquellos que , muriendo por él, pueden darle prueba de su amor?”

Santa RAISSA

Un mártir voluntario es aquel que, temiendo haber sido olvidado por sus perseguidores, los obliga a pensar en él. Parece que dijera: “Ya que Cristo me ha amado hasta el punto de morir por mi, ¿Por qué no soy yo de aquellos que , muriendo por él, pueden darle prueba de su amor?” Busca la ocasión de convertirse en uno de esos privilegiados; y la encuentra fácilmente en tiempos de persecución. Ese fue el caso de Santa Raissa. Hija de un sacerdote de Tamieh (Fayoum), sobre la frontera del desierto de Libia, tenía en aquel entonces cerca de veinte años.

Reinaba en aquella época el supersticioso Diocleciano (284-305) a quien su colaborados, el césar Galerio, había persuadido destruir la secta de los cristianos. No había declarado el Apolo de Mileto, al ser consultado en el oráculo por Galerio, que era junto con los bárbaros, el mayor peligro que corría el imperio. En 303, Diocleciano lanzó un edicto ordenando encarcelar a todos los obispos, los sacerdotes y los religiosos, y ejecutar a aquellos que no quisieran sacrificar a los dioses.

Ese mismo año, o uno de los siguientes, fue cuando Raissa, que había salido a sacar agua del pozo, encontró a un cortejo de monjes y de vírgenes consagradas a quienes llevaba la policía a Alejandría. El gobernador Culciano los esperaba ahí para juzgarlos, es decir, para darles muerte. Dejando su cántaro, Raissa intentó unirse a ellos. La rechazaron. Pero intentándolo de nuevo, gritando a todo pulmón que era cristiana, profiriendo tantas injurias contra los dioses y contra el Imperio, acabó por convencerlos de que era digna de formar parte del cortejo.
Encontró la muerte que deseaba. Se le cortó la cabeza, y sus sangrantes restos fueron lanzados al fuego

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