¡Bendita sea, Señor, la mano con que me hieres!    José María Peman (poesía)

¡Bendita sea, Señor, la mano con que me hieres! José María Peman (poesía)

¡Bendita sea, Señor, la mano con que me hieres!    José María Peman   (poesía)         

Bendito seas, Señor, por tu infinita bondad; porque pones con amor sobre espinas de dolor rosas de conformidad.

¡Qué triste es mi caminar! llevo en mi pecho escondido un gemido de pesar y en mis labios un cantar para esconder mi gemido.

Mi poesía soñadora es agua murmuradora de corriente mansa y grave, que, al murmurar, no se sabe si es que canta o es que llora.

Y es que temiendo, Señor, que este temiendo, Señor, que ese mundo burlador se burle de mis pesares, voy ahogando entre cantares los ayes de mi dolor.

No quiero que en mi cantar mi pena se transparente; quiero sufrir y callar. No quiero dar a la gente migajas de mi pesar.

Tú sólo, Dios y Señor, tú, que con amor me hieres, tú que con inmenso  amor pruebas con mayor dolor a las almas que más quieres.

Tú solo lo has de saber; que sólo quiero contar mi secreto padecer a quien lo ha de comprender y lo puede consolar.

Bendito seas, Señor, por tu infinita bondad; porque pones con amor sobre espinas  de dolor,  rosas de conformidad.

Será el dolor que viniere en buena hora recibido. Venga, pues que Dios lo quiere, ¿Qué me importa verme herido, si es  i Dios el que me hiere?

Yo  no me quejo, Señor, yo sé que es gozo el dolor, si se sufre por amor; y el padecer es gozar, se  padece de amor.

Sé que para el peregrino que busca el placer divino de padecer por amores, las espinas del camino se van convirtiendo en flores.

Yo no me quejo, Señor, quiero por amor gozar la locura del dolor, quiero por amor gozar la locura del dolor; quiero hacer mi vida altar de un sacrificio de amor.

Vivir sin pena de Amores es triste vivir sombrío, como el del agua de un río que, sin árboles ni flores, va por un campo baldío.

Vida falsa alegría, yo no te envidio: que el día que fuera mi vida así, temblando de horror diría: “Dios se ha olvidado de mí”

No huyáis, penas y dolores con flaqueza de cobardes, ni busquéis falsos amores, que mueren como las flores con el morir de la tarde.

Saber sufrir y tener el alma recia y curtida es lo que importa saber. La ciencia del padecer es la ciencia de la vida.

No hay como saber sufrir con entereza el dolor, para saber combatir. Que el dolor es la mejor enseñanza del vivir.

El ayuda con su manto las empresas duraderas del vivir fecundo y sano; él  sabe  aventar del grano la suciedad de las eras.

El nos enseña a tener siempre el alma apercibida, y a esperar y a no temer, y a dar su justo valer a las cosas de la vida.

Nos enseña a caminar por la vida, y a luchar con ánimo bien templado, para no desesperar ni aún esperar demasiado.

Es saludable lección para las necias pasiones, cauterio del corazón, freno de las tentaciones y escuela de perfección.

Por eso, Dios y Señor, porque por amor me hieres, porque, con inmenso amor, pruebas con mayor dolor a las almas qué más quieres.

Porque sufrir es curar las llagas del corazón: porque sé que me has de dar consuelo y resignación a medida del pesar.

Por tu bondad y tu amor, porque lo mandas y quieres, porque  es tuyo mi dolor.

¡Bendita sea, Señor, la mano con que me hieres!

 

                                     José María Peman                                          

 

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