Novena a la Divina Misericordia

Novena a la Divina Misericordia

Novena a la Divina Misericordia

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El viernes Santo del año de 1937, Jesús le pidió  a la Beata Faustina que rezara una novena especial antes de la fiesta de la Misericordia, desde el Viernes Santo. Él mismo le dictó las intenciones para cada día. Por medio de una oración especifica, ella traería a su Corazón a diferentes grupos de almas cada día y las sumergiría en el mar de su misericordia. Entonces suplicaría el Padre, por el poder de la Pasión de Jesús,  que les concediera gracias a estas almas (Vea III, 57)

A diferencia de la novena  de Coronillas, que nuestro Señor indudablemente quiere que recemos,  esta novena parece haber sido destinada principalmente para el uso personal de Sor Faustina. Esto se desprende de las instrucciones de nuestro Señor, en las cuales é l se dirige a ella usando la palabra “tú” en el singular.

Sin embargo,  ya que le ordenó a Sor Faustina que la pusiera por escrito, nuestro Señor bien habría querido que otros le rezasen, también. Una vez publicada, de inmediato se popularizó y la gente empezó a rezar la novena, no solamente para prepararse para la fiesta de la Misericordia, sino también en otras s

El hecho de que la novena comprende una gama amplia de intenciones y que excluye necesidades personales, hace tanto más asombrosa su gran popularidad.

En esta novena nosotros verdaderamente hacemos nuestras las intenciones del Señor –una expresión maravillosa del privilegio y de la responsabilidad de la Iglesia, como la Esposa del Señor, de ser la intercesora al lado de Cristo en el trono de Misericordia.

 

La Novena a la Misericordia

(Diario III, 57-65)

Se recomienda que recen las siguientes intenciones y oraciones de la novena junto con la Coronilla a la Divina Misericordia, ya que nuestro Señor pidió específicamente una novena de Coronillas, especialmente antes de la Fiesta de la Misericordia.

 

 

Primer día

“Hoy, tráeme a  toda la humanidad y especialmente a los pecadores, sumérgelos en el mar de mi misericordia. De esta forma, me consolarás de la amarga pesadumbre (en) que me sume la perdida de las almas”.

 

Jesús Misericordiosísimo, cuya naturaleza es la de tener compasión de nosotros y de perdonarnos, no mires nuestros pecados, sino la confianza que depositamos en tu bondad infinita. Acógenos en la morada de tu Compasivísimo Corazón de Jesús y por su dolorosa Pasión, muéstranos tu misericordia para que alabemos la omnipotencia de tu misericordia por los siglos de los siglos. Amén.

 

Segundo día

“Hoy, tráeme a las almas de los sacerdotes y de los religiosos, y sumérgelas en mi misericordia insoldable. Fueron ellas las que me dieron fortaleza para soportar mi amarga Pasión. A través de ellas, como por canales, mi misericordia fluye hacia la humanidad”.

Jesús Misericordiosísimo, de quien procede todo bien, aumenta tu gracia en los hombres y las mujeres consagradas a tu servicio para que realicen dignas obras de misericordia, de manera que todos aquellos que los vean, glorifiquen al Padre de la Misericordia que está en el cielo.

Padre Eterno, vuelve tu mirada misericordiosa sobre el grupo elegido de tu viña, a las almas de los sacerdotes y a las almas de los religiosos; otórgales el poder de tu bendición. Por el amor del Corazón de tu Hijo, en el cual  están encerradas, concédeles el poder de tu luz, para que puedan guiar a otros en el camino de la salvación y a una sola voz canten alabanzas a tu misericordia sin límite por los siglos de los siglos. Amén.

 

Tercer día

“Hoy, tráeme a todas las almas devotas y fieles y sumérgelas en el mar de mi misericordia, estas almas me consolaron a lo largo del Vía Crusis. Fueron una gota de consuelo en medio de un mar de amargura” Jesús misericodiosísimo, que desde el tesoro de tu misericordia les concedes a todos tus gracias en gran abundancia, acógenos en la morada de tu Compasivísimo Corazón y nunca nos dejes escapar de él.  Te lo suplicamos por el inconcebible amor tuyo con que tu Corazón arde por el Padre Celestial.

Padre Eterno, vuelve tu mirada misericordiosa sobre las almas fieles como herencia de tu Hijo y por su dolorosa Pasión, concédeles tu bendición y rodéalas con tu protección constante para que no pierdan el amor y el tesoro de la santa fe, sino que, con toda la legión de los Ángeles y los Santos, glorifiquen tu infinita misericordia por los siglos de los siglos. Amén.

 

Cuarto día

“Hoy, tráeme a aquellos que no creen en Dios y aquellos que todavía no me conocen. También pensaba en ellos durante mi amarga Pasión y su futuro celo consoló mi Corazón. Sumérgelos en el mar de mi misericordia”.

Jesús compasivo que eres la luz del mundo entero, acoge en la morada de tu Piadosísimo Corazón a las almas de aquellos que no creen en Dios y de aquellos que todavía no te conocen. Que los rayos de tu gracia las iluminen para que también ellas, unidas a nosotros, ensalcen tu misericordia admirable y no las dejes salir de la morada de tu Compasivísimo Corazón. Padre Eterno, vuelve tu mirada misericordiosa sobre las almas de aquellos  que no creen en ti y de los que todavía no te conocen, pero que están encerradas en el  Compasivísimo Corazón de Jesús. Atráelas hacia la luz del Evangelio. Estas almas desconocen la gran felicidad que es amarte. Concédeles que también ellas ensalcen la generosidad de tu misericordia por los siglos de los siglos. Amén.

 

Quinto día

“Hoy, tráeme a las almas de los hermanos separados, y sumérgelas en el mar de mi misericordia. Durante mi amarga Pasión, desgarraron mi Cuerpo y mi Corazón, es decir, mi Iglesia. Según regresaran a la Iglesia, mis heridas cicatrizan y de este modo alivian mi Pasión”.

Jesús Misericodiosísimo, que eres la Bondad misma, Tú no niegas la luz a quienes te la piden. Acoge en la morada de tu Compasivísimo  Corazón a las almas de nuestros hermanos separados y llévales a tu luz a la unidad con la Iglesia y no las dejes escapar de la morada de tu Compasivísimo Corazón, sino haz que también ellos glorifiquen la generosidad de tu Misericordia.

Padre Eterno, vuelve tu mirada misericordiosa sobre las almas de nuestros hermanos separados que han malgastado tus bendiciones y han abusado de tus gracias, por persistir obstinadamente en sus errores. No mires sus errores, sino  el amor de tu Hijo y su amarga Pasión que sufrió por ellos, ya que también ellos están encerrados en el Compasivísimo Corazón de Jesús. Haz que también ellos glorifiquen tu gran misericordia por lo siglos de los siglos. Amén.

 

Sexto día

“Hoy, tráeme a las almas mansas y humildes y las almas de los niños pequeños y sumérgelas en mi misericordia. Estas son las almas más semejantes a mi Corazón. Ellas me fortalecieron durante mi amarga  Agonía. Las veía como Ángeles terrestres que velarían al pie de mis altares. Sobre ellas derramó torrentes enteros de gracias. Solamente el alma humilde es capaz de recibir mi gracia; concedo mi confianza a las almas humildes”.

Jesús Misericordiosísimo tú mismo has dicho: “Aprended de mi, que soy manso y humilde de Corazón”. Acoge en la morada de tu Compasivísimo Corazón a todas las almas mansas y humildes y a las almas de los niños pequeños.

Estas almas llevan a todo el cielo el éxtasis y son las preferidas del padre Celestial. Son como un ramillete perfumado ante el trono de Dios, de cuyo perfume se deleita Dios mismo. Estas almas  tienen una morada permanente en tu Compasivísimo Corazón y cantan sin cesar un himno de amor y misericordia por la eternidad.

Padre Eterno, vuelve tu mirada sobre las almas mansas y humildes, y a las almas de los niños pequeños que están encerradas en el Compasivísimo Corazón de Jesús. Estas almas se asemejan más a tu Hijo. Su fragancia asciende desde la tierra y alcanza tu trono. Padre de Misericordia y de toda bondad, te suplico por el amor que tienes por estas almas y el gozo que te proporcionan, bendice al mundo entero para que todas las almas canten  juntas las alabanzas de tu Misericordia por los siglos de los siglos. Amén.

 

Séptimo día

“Hoy, tráeme a las almas que veneran y glorifican especialmente mi  Misericordia  y sumérgelas en mi Misericordia. Estas almas son las que más lamentaron mi Pasión y penetraron más profundamente en mi Espíritu, ellas son un reflejo viviente de mi Corazón Compasivo. Estas almas resplandecerán con un resplandor especial en la vida futura. Ninguna de ellas  irá al fuego del infierno. Defenderé de modo especial a cada una a la hora de la muerte.

Jesús Misericordiosísimo, cuyo Corazón es el Amor mismo, acoge en la morada de tu Compasivísimo Corazón a las almas que veneran y ensalzan de modo particular la grandeza de tu Misericordia. Estas almas son fuertes con el poder de Dios mismo. En medio de toda clase de aflicciones y adversidades siguen adelante confiadas en tu Misericordia y unidas a ti, ellas cargan  sobre sus hombros a toda la humanidad. Estas almas no serán  juzgadas severamente, sino que tu Misericordia las envolverá a la hora de la muerte.

Padre Eterno, vuelve a tu mirada misericordiosa sobre las almas que glorifican y veneran tu atributo supremo, es decir, tu Misericordia insoldable y que están encerradas en el Compasivísimo Corazón de Jesús. Estas almas son un Evangelio viviente, sus manos están llenas de obras de Misericordia y sus corazones desbordantes de gozo cantan a ti, oh Altísimo, un cantico de Misericordia.

Te suplico, oh Dios, muéstrales tu Misericordia según esperanza y confianza que han puesto en ti. Que cumpla en ellas la promesa de Jesús quien les dijo que: “a las almas que veneran esta infinita Misericordia mía, yo mismo defenderé como mi gloria durante tus vidas y especialmente, a la hora de la muerte”. Amén.

 

Octavo día

“Hoy tráeme a las almas que están detenidas en el Purgatorio, y sumérgelas en el abismo de mi Misericordia que los torrentes de mi Sangre refresquen el ardor del Purgatorio. Todas estas almas son muy amadas por mí. Ellas cumplen con el justo castigo que se debe a mi justicia. Está en tu poder llevarles alivio. Haz uno de todas las indulgencias del tesoro de mi Iglesia y ofrécelas en su nombre. Oh, sí conocieras los tormentos que ellas sufren ofrecerías continuamente por ellas las limosnas de espíritu y saldrían las deudas que tienen con mi justicia”.

Jesús Misericordiosísimo, tú Mismo has dicho que deseas la Misericordia, he aquí yo que llevo la morada de tu Compasivísimo Corazón a las almas del Purgatorio, almas que te son muy queridas, pero que deben pagar su culpa adeudada a tu Justicia. Que los torrentes de Sangre y Agua que brotaron de tu Corazón, apaguen el fuego del Orgatorio para que también allí sea glorificado el poder de tu Misericordia.

Padre Eterno, vuelve tu mirada misericordiosa sobre las almas que sufren en el Purgatorio y que están encerradas en el Compasivísimo Corazón de Jesús. Te suplico por la dolorosa Pasión de Jesús, tu Hijo y por toda la amargura con la cual tu Sacratísima Alma fue inundada, muestra tu Misericordia a las almas que están bajo tu justo escrutinio. No las mires sino a través de las heridas de Jesús, tu amadísimo Hijo, porque creemos firmemente que tu bondad y tu compasión no tiene límites”. Amén

 

Noveno día

“Hoy, atráeme a las almas tibias y sumérgelas en el abismo de la Misericordia. Estas almas son  las que más dolorosamente hieren mi Corazón. A causa de las almas tibias, mi alma experimentó la más intensa repugnancia en el Huerto de los Olivos. A causa de ellas dije: “Padre, aleja de mi este Cáliz, si es tu Voluntad” Para ellas, la última, la última tabla de salvación consiste en recurrir a mi Misericordia”.

Jesús Misericordiosísimo, que eres la Compasión Misma, te traigo a las almas tibias a la morada de tu Piadosísimo Corazón. Que estas almas heladas que se parecen a cadáveres y te llenan de gran repugnancia se calienten con el fuego de tu amor puro. Oh, Jesús Compasivísimo, ejercita la omnipotencia de tu Misericordia y atráelas al mismo ardor de tu amor y concédeles el amor santo, porque tú lo puedes todo.

Padre Eterno, vuelve tu mirada misericordiosa sobre las almas tibias que, sin embargo están encerradas en el Piadosísimo Corazón de Jesús. Padre de Misericordia, te suplico por la amarga Pasión de tu Hijo y por su Agonía de tres horas en la Cruz, permite que también ellas glorifiquen el abismo de tu misericordia”. Amén

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