Mientras comían, Jesús tomó pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomad y comed; esto es mi Cuerpo”.

Mientras comían, Jesús tomó pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomad y comed; esto es mi Cuerpo”.

Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:”Tomad y Comed ; esto es mi cuerpo”.Mt. 26,26


corpus

“Tomad y comed: esto es mi Cuerpo” (Mt. 26,26)

Jesús les dijo: “En verdad  les digo que si no comen la Carne del hijo del Hombre y no beben  su Sangre, no tienen vida en ustedes. El que come mi Carne y bebe mi Sangre vive de vida eterna, y yo lo resucitaré el último día”. (Jn. 6, 53-54)

Todo hombre necesita, alimento corporal y alimento espiritual. Pero con gran frecuencia  solo buscamos el alimento corporal, así como el cuerpo perece sin alimento, así también el alma.

Mi Carne es verdadera comida y mi Sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. (Jn. 6, 55-56).

El pan terreno solo comunica fuerzas para este mundo, y ofrece solo satisfacción momentánea, la Eucaristía o alimento espiritual comunica fuerzas para la vida de la gracia. En el  hallamos toda clase de bienes.

Conozco tus obras;  te creen vivo, pero estás muerto. (Apoc.3,11)

Todos los santos han deseado recibir con tanta frecuencia la divina Eucaristía; de ella han sacado su santidad y su perfección. Con la comunión frecuente crecemos en la pureza, en la humildad, en la virtud, en la santidad, en meritos, etc.

San Juan Crisóstomo dice: “El que sea traidor a su Dios y pérfido como Judas, no se acerque, el que sea duro con sus hermanos, insensible con sus vecinos, y cierre sus entrañas a los gritos de su angustia, no se acerque”.

Padre, Tú eres mi salvación, mi fortaleza, mi esperanza, mi honra y mi gloria. Mi alma anhela por recibir tu cuerpo, suspira mi corazón por unirse a ti. Tú eres el más dulce manjar de mi alma, cuanta indignidad encuentro en mi alma al recibir a semejante huésped, el amor en persona se digna visitar a su humilde siervo. Dichosa el alma a quien su Señor se digna visitar; Dulcísimo Consuelo, dame la gracia de perseverar  hasta el fin de mis días,   y que cada día te busque más y con mayor fervor.

 

Abre el corazón a la fe y a la alegría; también estas invitado al banquete divino

 

¡Unidos en la Eucaristía!

 

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