Los dolores de María Sexto dolor: Jesús es bajado de la cruz y puesto en mis brazos.

Los dolores de María Sexto dolor: Jesús es bajado de la cruz y puesto en mis brazos.

Los dolores de María

Meditación para el Sábado

Sexto dolor: Jesús es bajado de la cruz y puesto en mis brazos.

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Hijos míos: una vez muerto Jesús fue descendido de la cruz. Mi Inmaculado Corazón quedó abismado en el dolor al ver su Cuerpo Santísimo lacerado maltratado, estaba irreconocible, había perdido su hermosura, se había perdido su hermosura, se había borrado la delicadeza de sus facciones, lo tomé entre mis brazos, besé y adoré una a una sus Santas Llagas; llagas que habían sido abiertas para inundar, con su infinita misericordia, al mundo entero. Llagas que habían sido abiertas para ser manantiales de agua pura para toda la humanidad; llagas que habían sido abiertas para ser fuentes de perdón para los pecadores; llagas que habían sido abiertas para ser dulce refrigerio en los agonizantes; llaga que habían sido abiertas para ser rayos de luz que iluminarán vuestro sendero, para evitaros caer en precipicios sin salida.

 

Hijos queridos: al ver el Cuerpo inerte de Jesús, veía a las almas sumidas en el pecado como a muertos vivientes, almas que ceden a las tentaciones, almas que creen encontrar la felicidad en el mundo cuando verdaderamente hallan la desgracia, el sufrimiento. Almas cuyo corazón se asemeja a un sepulcro putrefacto porque espiritualmente está en proceso de descomposición.

 

Muchos fueron los sentimientos que embriagaron mi Inmaculado Corazón cuando estreché en mi seno materno el Sagrado Cuerpo de Jesús. Cuerpo desfigurado por los azotes. Cuerpo llagado por la crueldad con que fue tratado.

 

Cuerpo que finalmente se quedará hasta la consumación de los siglos presente en la Sagrada Hostia. Hostia que sufrirá vejámenes porque muchos hombres se alimentarían de ella en pecado mortal.

 

Gran impresión me llevé al ver su Sagrado Rostro hinchado por las heridas que le produjeron su corona de espinas y por las bofetadas que le propiciaban los soldados romanos, soldados comandados por Satanás, soldados cegados por la histeria colectiva, histeria que tenía como punto culmen llevar hasta el máximo sacrificio al Mártir del Gólgota.

 

Hijos amados: si vuestro corazón está purulento, dejadme sanar vuestras heridas con mis lágrimas. El pecado os asesina en vida, el pecado os deforma, os arrebata de las Manos del Señor. Os quiero limpiar con mi llanto. Soltaos de las garras del demonio y dejaos tomar de mis manos para que no os perdáis. Yo misma os llevaré por los caminos que os llevan al Cielo y os entregaré en las manos de Jesús.

 

Dios te salve María, llena eres de gracia…

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