“No soy digno de que entres en mi casa” Lc 7, 1-10.

“No soy digno de que entres en mi casa” Lc 7, 1-10.

“No soy digno de que entres en mi casa” Lc 7, 1-10.

Comentario al evangelio


digno

La celebración eucarística tiene el día de hoy en su parte de la liturgia de la palabra, una de las frases más celebres, hermosas y bellas que utiliza el fiel al acercarse a comulgar, un profundo significado emana de ahí e interpela a los mismos cristianos a preguntarnos: ¿Cuál es tu fundamento de fe? Para comentar acerca de la palabra santa, primeramente la citamos todo en su contenido y posteriormente los comentarios:

Lc 7:1 Una vez concluidas todas estas palabras al pueblo, entró en Cafarnaún.
Lc 7:2 Se encontraba enfermo y a punto de morir un siervo de un centurión, muy querido de éste.
Lc 7:3 Habiendo oído hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos para rogarle que viniera y salvara a su siervo.
Lc 7:4 Éstos, llegando ante Jesús, le suplicaban insistentemente, diciendo: “Merece que se lo concedas,
Lc 7:5 porque ama a nuestro pueblo y él mismo nos ha edificado la sinagoga.”
Lc 7:6 Iba Jesús con ellos y, estando ya no lejos de la casa, envió el centurión a unos amigos a decirle: “Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo,
Lc 7:7 por eso ni siquiera me consideré digno de salir a tu encuentro. Mándalo de palabra y quede sano mi criado.
Lc 7:8 Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: “Vete”, y va; y a otro: “Ven”, y viene; y a mi siervo: “Haz esto”, y lo hace.”
Lc 7:9 Al oír esto, Jesús quedó admirado de él, y volviéndose dijo a la muchedumbre que le seguía: “Os digo que ni en Israel he encontrado una fe tan grande.”
Lc 7:10 Cuando los enviados volvieron a la casa hallaron al siervo sano.

Es un texto maravilloso, aunque Mt y Lc tienen discrepancias muy importantes, el relato es el mismo, Lucas al contrario de Mateo narra que Jesús al llegar a Cafarnaúm se le acercan unos judíos notables, respetables, piadosos de la ciudad, pidiendo o intercediendo por un centurión romano que tiene enfermo a su siervo querido a punto de “morir”, el argumento de su intercesión es que este centurión les tiene aprecio y ha construido una sinagoga: Lc 7:4 –Ama a nuestra nación y él mismo nos ha construido la sinagoga.
La sinagoga, el lugar importante para los israelitas que tiene un papel vital en la vida comunitaria.

¿Un centurión?

Mateo por el contrario dice que un centurión fue a Jesús y le pide por su ser muy querido y entra en diálogo con Jesús. Hay una gran diferencia entre ir y enviar embajadas, sin embargo tiene su razón y unas de ellas es que el evangelista Mateo es el que llama con mayor insistencia a Jesús: Kirios (Señor) y como Señor hasta un alto militar va a él, porque sabe que es superior, quizá a estas alturas, un centurión tendría el grado de coronel; el centurión tiene a cargo 100 soldados y lo relevante en Mateo es que el mismo va a Jesús. La fama de Jesús ha llegado a sus oídos y la salud de su ser amado le hace hacer cosas inimaginables.

Para Lucas todavía va más allá, el centurión: “no es digno de estar ante la presencia de Jesús”, pero sabe del gran poder de Jesús y él puede sanarle. Los centuriones se distinguían por su capacidad de mandar y mover soldados, por la confianza que yacía en ellos pues eran columna vertebral del imperio y hombres de acción firme. Lucas marca perfectamente la línea del pagano o gentil y la de un israelita o judío, pero siendo el evangelio bondadoso, muestra a Jesús en una gran apertura al gentil y pagano.

Un punto que resalta es la observación que los mismos judíos dicen del centurión: “merece que le hagas el favor”. ¿Quién puede ser merecedor ante Dios?, ¿quién puede decir que es bueno?

Una fe mejor que la israelita.

Muchos comentaristas llegan a decir que el evangelio es anti-judío porque parece un pleito casado de los escritores, las comunidades y el mismo Jesús contra el judío. De fe sabe el judío, pues toda su fe la basan en su credo y han subsistido con unas simples frases que no dicen nada más que pura historia a la vez: Dt 26:5-9 y tú recitarás ante el Señor, tu Dios: Mi padre era un arameo errante: bajó a Egipto y residió allí con unos pocos hombres; allí se hizo un pueblo grande, fuerte y numeroso.

Los egipcios nos maltrataron y nos humillaron, y nos impusieron dura esclavitud.
Gritamos al Señor, Dios de nuestros padres, y el Señor escuchó nuestra voz; vio nuestra miseria, nuestros trabajos, nuestra opresión. El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte, con brazo extendido, con terribles portentos, con signos y prodigios, y nos trajo a este lugar y nos dio esta tierra, una tierra que mana leche y miel.

Este credo logró el aferrarse a una fe y ley, ¿qué será el cristiano que lo ve vivo, que lo consume, que es alimentado, que se adora, ¡sí!, es el cordero de Dios.

Jesús se admira de las palabras que la embajada en nombre del centurión comunican a Jesús quién se admira verdaderamente: Lc 7:8 Al oírlo, Jesús se admiró y volviéndose dijo a la gente que le seguía: –Una fe semejante no la he encontrado ni en Israel.

Existen muchos católicos que decimos que tenemos fe en Jesús, que él es nuestro Dios, nuestro Señor, nos encanta pedirle porque él puede todo, pero nunca nos comprometemos con él. Jesús se queda en una bonita doctrina, en una religiosidad y hasta en un moral muy dura pero el compromiso de ser su testigo se apaga inmediatamente. Tenemos más señores: él que quita las malas vibras, él que da suerte con irse a que le den una limpiadita, él que pone su confianza en la ciencia en lugar a Jesús, él que pone su razón en lugar de Jesús, él que impone sus principios, criterios, juicios en lugar de los de Jesús, él que pone toda su confianza en el dinero y en la salud.

Decimos que creemos y no creemos que este en cuerpo y sangre. Que hace milagros y el primer milagro es el mismo ser humano, que Dios tiene un plan de amor para cada uno y lo negamos cuando hay adversidades. Muchos nos hemos quedado en una fe infantil, desvalidos clamamos a Dios, fuertes, nos alejamos de él.

Que hermoso es, que unos hombres digan que sí es digno un hombre para que se le conceda algo, aunque es un simbolismo de fidelidad, el que unos digan que una persona es testigo de Cristo ya tiene un valor vivencial, la fe es así vivencial no teoríca.

La segunda embajada.

Ya es más íntima la segunda embajada que envía el centurión a Jesús pues son sus amigos. Mateo dice que Jesús le cumple al centurión la sanación de su siervo y les anuncia que los hijos del reino serán echados a las tinieblas por no creer. Mientras Lucas todavía es más fuerte la fe. Él es un hombres que tiene hombres a cargo y sí ordena que hagan algo le obedecen, ¿qué será Jesús que es el Señor?, el centurión confía en sus amigos que le hagan ver la gran confianza que le tiene, y sabe que con mandarlo sucede.

Muchas veces Jesús les echó en cara su poca fe; los hombres sabios dicen que la fe mueve montañas. Dicen que la fe es el resultado de creer. Nosotros somos pobres de fe, aunque Jesús día a día actúe, pero queremos más y más para estar ya casi seguros que es él, porque sí de verdad creyéramos que era él otra cosa sería el mundo. Por esa razón, sus amigos van con confianza a Jesús: “Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo. Imagine que un amigo, de un jefe de alto abolengo, trasmita palabras que insinúan pequeñez: Lc 7:7 por eso ni siquiera me consideré digno de salir a tu encuentro. Mándalo de palabra y quede sano mi criado.

La sanación del moribundo.

San Mateo narra que cuando Jesús le dijo que se haga según su “fe”, al irse acercando a casa el centurión, unos criados salieron a su encuentro y le dijeron que ya estaba sano era como la una de la tarde.

San Lucas nos dice que el primero en constatar en lo que cree fue el mismo centurión que inmediatamente vio la sanación del amigo y los que se admiran son los amigos de la segunda embajada que al llegar a su jefe saben que se ha curado el moribundo.

Cantidades importantes de moribundos hay entre los católicos, que simplemente viven un catolicismo a medias o hasta en un 20% como máximo. Otros más ni siquiera saben que es ser cristiano pero dicen que son católicos.

Conclusiones:

-Es una simple narración diríamos, pero su contenido es un duro golpe con guante blanco para los fieles. ¿Cuántos van a comulgar dignamente?, ¿cuántos se quedan meramente de observadores?, pero… ¿¿cuántos de plano solo desean que termine “la misa”.

-Decía un cura, que unos ni siquiera mueren católicos, o tienen tanta fe en Dios o verdaderamente hablan de salvarse sin saber lo que dicen.

-El demostrar que se cree en Cristo Jesús lo respaldan sus actos y palabras.

-La misericordia de Dios rompe barreras e incapacidades, de modo que aunque nadie es digno Jesús va y concede lo que se pide.

-Es mejor decir que uno no es digno porque realmente nos falta por lograr tanto, que uno mismo se elogie y se sienta que todo lo merece y que peligra que todo lo pierda.

-Un relato que nos invita a creer y confiar en Jesús como lo atestiguan tantos hermanos que han edificado la Iglesia.

-Que se cumpla su realidad: “No soy digno de que entres en mi casa pero di una palabra tuya y quedaré sano”. Que al decirlo en la santa misa vaya a comulgar y no sea excusa de alejamiento.

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