“Dios quiere contar contigo”: Viernes santo.

“Dios quiere contar contigo”: Viernes santo.

“Dios quiere contar contigo”: Viernes santo.


“Dios quiere contar contigo”
VIERNES SANTO. S. Agapito. Viernes 22/abril/2011.

Viernes Santo
Día en que crucificaron a Cristo en el Calvario.

Viernes Santo
En este día recordamos cuando Jesús muere en la cruz para salvarnos del pecado y darnos la vida eterna. El sacerdote lee la pasión de Cristo en la liturgia de la Adoración a la cruz. Ese día no se celebra la Santa Misa.

En las iglesias, las imágenes se cubren con una tela morada al igual que el crucifijo y el sagrario está abierto en señal de que Jesús no está.

El color morado en la liturgia de la Iglesia significa luto. Se viste de negro la imagen de la Virgen en señal de luto por la muerte de su Hijo.

Podemos recordar leyendo el Evangelio de San Juan.

PADRE, EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU. P

Is. 52; 13 – 15.

13. Ahora llega para mi servidor la hora del éxito; será exaltado, y puesto en lo más alto. 14. Así como muchos quedaron espantados al verlo, pues estaba tan desfigurado, que ya no parecía un ser humano 15. así también todas las naciones se asombrarán, y los reyes quedarán sin palabras al ver lo sucedido, pues verán lo que no se les había contado y descubrirán cosas que nunca se habían oído.

Sal. 30.

2. Te alabaré, Señor, porque me has levantado y muy poco se han reído mis contrarios. 3. Señor, Dios mío, clamé a ti y tu me sanaste. 4. Señor, me has sacado de la tumba, me iba a la fosa y me has vuelto a la vida. 5. Que sus fieles canten al Señor, y den gracias a su Nombre santo. 6. Porque su enojo dura unos momentos, y su bondad toda una vida. Al caer la tarde nos visita el llanto, pero a la mañana es un grito de alegría. 7. Cuando me iba bien, decía entre mí: “Nada jamás me perturbará”. 8. Por tu favor, Señor, yo me mantenía como plantado en montes poderosos; apenas escondiste tu rostro, vacilé. 9. A ti clamé, Señor, a mi Dios supliqué. 10. “¿Qué ganas si me muero y me bajan al hoyo? ¿Podrá cantar el polvo tu alabanza o pregonar tu fidelidad? 11. ¡Escúchame, Señor, y ten piedad de mí; sé, Señor, mi socorro! 12. Tu has cambiado mi duelo en una danza, me quitaste el luto y me ceñiste de alegría. 13. Así mi corazón te cantará sin callarse jamás ¡Señor, mi Dios, por siempre te alabaré!

Heb. 4; 14 – 16. 5; 7 – 9.

14. Tenemos, pues, un Sumo Sacerdote excepcional, que ha entrado en el mismo cielo, Jesús, el Hijo de Dios. Esto es suficiente para que nos mantengamos firmes en la fe que profesamos. 15. Nuestro sumo sacerdote no se queda indiferente ante nuestras debilidades, pues ha sido probado en todo igual que nosotros, a excepción del pecado. 16. Por lo tanto, acerquémonos con plena confianza al Dios de bondad, a fin de obtener misericordia y hallar la gracia del auxilio oportuno.

7. En los días de su vida mortal, presentó ruegos y súplicas a aquel que podía salvarlo de la muerte; este fue su sacrificio, con grandes clamores y lágrimas, y fue escuchado por su religiosa sumisión. 8. Aunque era Hijo, aprendió en su pasión lo que es obedecer. 9. Y ahora, llegado a su perfección, es fuente de salvación eterna para todos los que le obedecen:

Jn. 18; 1 – 19, 42.

1. Cuando terminó de hablar, Jesús pasó con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón. Había allí un huerto, y Jesús entró en él con sus discípulos. 2. Judas, el que lo entregaba, conocía también ese lugar, pues Jesús se había reunido allí muchas veces con sus discípulos. 3. Judas hizo de guía a los soldados romanos y a los guardias enviados por los jefes de los sacerdotes y los fariseos, que llegaron allí con linternas, antorchas y armas. 4. Jesús, que sabía todo lo que le iba a suceder, se adelantó y les dijo: «¿A quién buscan?» 5. Contestaron: «A Jesús el Nazoreo.» Jesús dijo: «Yo soy.» Y Judas, que lo entregaba, estaba allí con ellos. 6. Cuando Jesús les dijo: «Yo soy», retrocedieron y cayeron al suelo. 7. Les preguntó de nuevo: «¿A quién buscan?» Dijeron: «A Jesús el Nazoreo.» 8. Jesús les respondió: «Ya les he dicho que soy yo. Si me buscan a mí, dejen que éstos se vayan.» 9. Así se cumplía lo que Jesús había dicho: «No he perdido a ninguno de los que tú me diste.» 10. Simón Pedro tenía una espada, la sacó e hirió a Malco, siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. 11. Jesús dijo a Pedro: «Coloca la espada en su lugar. ¿Acaso no voy a beber la copa que el Padre me ha dado?» 12. Entonces los soldados, con el comandante y los guardias de los judíos, prendieron a Jesús, lo ataron 13. y lo llevaron primero a casa de Anás. Este Anás era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año. 14. Caifás era el que había dicho a los judíos: «Es mejor que muera un solo hombre por el pueblo.» 15. Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Como este otro discípulo era conocido del sumo sacerdote, pudo entrar con Jesús en el patio de la casa del sumo sacerdote, 16. mientras que Pedro se quedó fuera, junto a la puerta. Entonces salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, y habló con la portera, que dejó entrar a Pedro. 17. La muchacha que atendía la puerta dijo a Pedro: «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre.» Pedro le respondió: «No lo soy». 18. Los sirvientes y los guardias tenían unas brasas encendidas y se calentaban, pues hacía frío. También Pedro estaba con ellos y se calentaba. 19. El sumo sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y su enseñanza. Jesús le contestó:

42. Y se lo presentó a Jesús. Jesús miró fijamente a Simón y le dijo: «Tú eres Simón, hijo de Juan, pero te llamarás Kefas» (que quiere decir Piedra).

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