Para ser amigo de Dios con “San Francisco de Sales” Meditación II. Del fin para el que somos creados

Para ser amigo de Dios con “San Francisco de Sales” Meditación II. Del fin para el que somos creados

Para ser amigo de Dios con “San Francisco de Sales”

Meditación II. Del fin para el que somos creados

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  1. Preparación:

Ponte en la presencia de Dios, ruégale que te inspire.

  1. Consideraciones:

Dios no te ha puesto en este mundo porque tuviera necesidad de ti, pues le eres inútil, sino para ejercer en ti su bondad, dándote su gracia y su gloria.

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Y por esto te ha dado:

El entendimiento para que le conozcas.

La voluntad para que le ames.

La imaginación para representarte sus beneficios.

Los ojos, para que veas las maravillas de sus obras.

La lengua, para que le alabes

Y así las demás facultades…

Siendo creada y puesta en este mundo, con esta intención, todas las acciones contrarias a ella se han de evitar; y las que no son de algún servicio para este fin, deben ser menos preciadas como vanas y superfluas.

 

Considera las desdicha del mundo, que no piensa en nada de esto, sino que vive como su creyese que fue creado para levantar casas, plantar árboles, juntar riquezas, divertirse.

  1. Afectos y compromisos

Confúndete, repitiendo a tu alma, su miseria; que ha sido tan grande por el pasado, que no ha pensado sobre estas cosas, ni poco ni mucho:

-¡Ay de mi! –dirás tu- ¿en que ocupaba mi pensamiento, Dios mío, cuando no pensaba en Ti?

– ¿de qué me acordaba cuando de Ti me olvidaba?- ¿A dónde se encaminaba mi amor cuando no te amaba a Ti?

– ¿A dónde se encaminaba mi amor cuando no te amaba a Ti?

  • ¡Ay de mi! Yo que me debía alimentar de la verdad, me henchía de vanidad y servía al mundo, que solo se hizo para servirme.

 

 

Detesta la vida pasada:

  • Yo renuncio, a ustedes pensamientos vanos e imaginaciones inútiles.

  • Yo os reniego recuerdos detestables y frívolos

  • Yo renuncio a vosotros, amistades infieles y desleales, servicios pedidos y miserables, servidumbres viles, complacencias pecaminosas.

 

Conviértete a Dios:

  • Y Tú, mi Dios, mi Señor, Tú serás de aquí en adelante, el único objeto de mis pensamientos.

  • No, jamás aplicare mi espíritu a imaginaciones que no te agraden. Todos los días de mi vida, mi memoria se llenara de la grandeza de tu mansedumbre, empleada con tanta dulzura para conmigo.

  • Tú serás el regocijo y los deleites de mi corazón, y la suavidad de mis aficiones.

  • Entonces, tales y tales ilusiones y entretenimientos que yo me aplicaba:

  • Tales y tales ejercicios vanos en que empleaba mis días:

  • Tales aficiones que se había enseñoreado de mi corazón:

  • Los cambios, de hoy en adelante, en aborrecimientos.

  • Y con esta intención, aprovecharé tales y tales remedios:

  1. Conclusión

Agradeceré a Dios, que te ha hecho para un fin tan excelente:

  • Tú me has hecho, Señor, para Ti, para que goce eternamente la inmensidad de tu gloria. ¿Cuánto seré digna de ella y cuando te bendeciré como debo?

Ofrece:

  • yo te ofrezco, mi amado Creador, todas estas aficiones y compromisos, con toda mi alma y todo mi corazón.

Ruega:

  • Te suplico, Dios mío, tengas por bien, aceptar mis deseos y votos, y dar tu santa bendición a mi alma, para que los pueda cumplir, por el merito de la Sangre de tu Hijo derramada en la cruz.

Has ramillete de consideraciones.

 

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