Manual del sacristán, parte III.  Misión del sacristán.

Manual del sacristán, parte III. Misión del sacristán.

3.-MISION DEL SACRISTAN

2.1 Misión grande:

a) Servir la casa de Dios y de la Iglesia.

El templo es casa de la comunidad, y también signo de Cristo y de la Iglesia, y de nosotros mismos.

La Iglesia es casa de Dios: «Amo, Señor, la belleza de tu casa, el lugar de asiento de tu gloria» (Sal 26,84). «Mis ojos estarán abiertos, dice el Señor, y mis oídos atentos, a la oración que se haga en este lugar; pues he elegido y santificado esta casa, para que permanezca en ella mi Nombre para siempre» (1 Crónicas 7,15-16). Por eso es importante servir en la casa de Dios.

La Iglesia es signo del cristiano, que es templo de Dios en Cristo: «¿No saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en ustedes, y que han recibido el don de Dios y ya no se pertenecen?» (1 Corintios 6,19). «Si alguno me ama, cumplirá mi Palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos en él nuestra morada» (Juan 14,23). Así pues, sirviendo a la Iglesia, el sacristán significa la dignidad de cada cristiano y en la comunidad, pues ellos son el verdadero templo donde se adora «en espíritu y en verdad» (Juan 4,24).

b) Santificarse mediante el trabajo digno.

El trabajo santifica al hombre. «Mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre y llevar a cabo su obra. Mi Padre trabajaba siempre y yo también trabajo» (Juan 4,34; 5,17). «No nos cansemos de obrar el bien, que a su tiempo nos vendrá la cosecha si no desfallecemos. Así que mientras tengamos la oportunidad hagamos el bien a todos, pero especialmente a nuestros hermanos en la fe» (Juan 6, 9-10). «Si nos fatigamos y luchamos es porque tenemos puesta la esperanza en el Dios vivo, que es el Salvador de todos los hombres, principalmente de los creyentes» (1 Timoteo 5, 10). «No es injusto Dios para olvidarse de su trabajo y del amor que han mostrado hacia su Nombre, con los servicios que ha prestado y prestan a la Iglesia» (Hebreos 6, 10). Vale la pena trabajar con entusiasmo, más todavía cuando Dios es el patrón al que se sirve. Para que un día diga: «Bien siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor» (Lucas 19,17).

c) Conservar un ambiente de piedad.

Crear un ambiente humano y de hogar para quienes se acercan a encontrarse ahí con Dios y con los hermanos. La belleza interior de cada persona se manifiesta por sus obras en el trato con los demás, poniendo en cada cosa armonía, orden, bondad, etc. La casa de Dios ha de mantenerse siempre en buen estado, cuidando las cosas sagradas, procurando su conservación y embellecimiento, para que ayude a elevar al Señor los corazones. El adorno es signo de amor y reverencia a Dios, y sugiere al pueblo el sentido de la fiesta y la alegría y piedad del corazón.

El buen ánimo en el trabajo, la alegría y sencillez, esmero, atraerán a Dios a las personas. «Y Dios, que ve en lo secreto, te recompensará» (Mateo 6,4). «Que deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos; mi alma se consume y anhela los atrios del Señor… Hasta el gorrión ha encontrado una casa, la golondrina un nido donde colocar sus polluelos: tus altares, Señor de los ejércitos… Dichosos los que viven en tu casa alabándote siempre» (Sal 84, 1-4).

2.2 Misión difícil:

Son varias las razones por las cuales no es fácil el ejercicio del ministerio de sacristán:

a) Se le deja solo.

La gente en general no tiene conciencia de que toda la Iglesia es servidora; ni reconocen los servicios que prestan a la comunidad estos ministros de la pastoral. Los sacerdotes a veces tienen demasiada cautela o desconfianza, por sus experiencias pasadas con encargados que se consideraban dueños de la capilla u obraban independientes. No hay mentalidad ni praxis de corresponsabilidad de parte de todos, y de este modo se cargan en el sacristán.

b) Se le considera lejano o raro.

Hay una tendencia a considerar al Sacristán como una persona que es casi clérigo; o bien que no alcanza a realizar los trabajos del común de las personas. Y éstos son dos peligros en los que puede caer la persona misma. Muchas veces su función se reduce al templo, sin proyección a la comunidad y sin relación al apostolado. Siendo una persona tan visible, sus defectos se hacen muy notorios, y pueden crear una imagen falsa en la gente.

c) Su trabajo es poco deseado.

Hay miedo al fracaso, a no saber cumplir con sus deberes, a cansarse antes del trabajo, a perderse en mil detalles inútiles. Siendo un servicio a la comunidad, no hay un pago adecuado por sus actividades, ni prestaciones, seguro, etc.; si acaso una motivación simbólica. Y sí hay trabajo constante. Por eso ahora están buscando que sea mejor un equipo de personas.

d) Acarrea riesgos.

Es responsable del patrimonio religioso de una comunidad, incluyendo el Santísimo Sacramento. Además, el excesivo trabajo puede hacer disminuir su atención a su familia y a sus trabajos. Y corre el peligro de familiarizarse con lo sagrado al grado de perder la sensibilidad religiosa o caer en la rutina y perder el respeto.

e) Es un servidor público.

Muchas personas los rechazan por ser uno de ellos mismos, por no tener una formación de altura, o por no cumplirles sus gustos. Deben luchar contra muchos caprichos, y ser firme ante muchos criterios que pretenden mandarlo. Eso los hace a veces hoscos, o miedosos.

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