“Dios quiere contar contigo” Sábado Santo.

“Dios quiere contar contigo” Sábado Santo.

“Dios quiere contar contigo”
VIG. PASCUAL (RESURRECCIÓN) S. Jorge. S. Adalberto. Sábado 23/abril/2011.

SÁBADO SANTO
El sábado santo no tiene ni Eucaristía ni liturgia de la Pala¬bra. Sólo se celebra en él el Oficio de las Horas. Sin embar¬go, no es una simple espera de la Fiesta. Al no tener ningu¬na asamblea, nos recogemos en la memoria de Cristo en el sepulcro, pero, a la vez, nos unimos a un misterio que con¬fesamos creer cuando rezamos el símbolo de los Apóstoles: «Creo en Jesucristo, nuestro Señor, que descendió a los infiernos». La bajada de Cristo a los infiernos es decir, al lugar de los muertos es el lazo de unión del misterio de su Pascua. Prolonga la humillación de la cruz, manifes¬tando el realismo de la muerte de Jesús cuya alma conoció en verdad la separación del cuerpo y se unió a las restantes almas de los justos. Mas el descenso de Cristo al lugar de los muertos manifiesta también la grandeza de su victoria: resurgió a la vida precisamente del fondo del abismo. Al mismo tiempo, supone ya la inauguración de esta victoria: Cristo, el Señor, descendió hacia aquellos que le esperaban para anunciarles su ya inmediata liberación. El descenso a los infiernos es el punto de partida del gran movimiento que le llevará, tras la resurrección, a la gloria de su ascensión: «Este que bajó es el mismo que subió por encima de todos los de los» (Ef. 4, 10).
En la Liturgia de las Horas rogamos en estos términos: «Omnipotente y eterno Dios, cuyo Hijo unigénito descendió a las profundidades de la tierra, de donde resurgió glorioso: concede a tus fieles, sepultados con Él en el bautismo, Regar por su resurrección a la vida eterna»,

“ESTA ES LA NOCHE”

VIGILIA PASCUAL

La celebración anual de la muerte y resurrección de Cristo culmina en la Noche pascual, que es la noche santa para los cristianos. Esta asamblea litúrgica es, según la expresión de San Agustín, la madre de todas las vigilias santas. Si es natural que el discípulo de Cristo consagre a la oración una parte de las horas de la noche, puesto que el Señor le ense¬ñó a velar a la espera del Esposo (Mt 25, 13), la asamblea litúrgica conviene de modo eminente a la noche pascual: es la noche en que los hijos de Israel comían el cordero liber¬tador y en la que pasaron a pie el Mar Rojo; es la noche en que Cristo rompió los lazos de la muerte para ascender victorioso de los infiernos; y la noche en que la Iglesia, desde sus orígenes, aguarda el retorno de su Señor.
Los cristianos congregados pasan esta noche, en primer lugar, oyendo la lectura de la palabra de Dios, que les recuerda la historia de la salvación, desde la creación y el éxodo hasta la resurrección de Jesús y su exaltación a los cielos. Durante las lecturas, la asamblea es iluminada por el cirio pascual: brilla junto al lector, como en otro tiempo la nube que condujo al pueblo judío en su camino hacia la tierra prometida, y, en especial, como Cristo, que ilumina al mundo con su resplandor.
La noche concluye con la celebración de los sacramentos de la Pascua: el Bautismo, por el que el hombre muere con Cristo para vivir con El de su nueva vida (Rom 6, 8); la Confirmación, que imprime en el cristiano el sello de Cristo y le otorga el Espíritu Santo, y la Eucaristía, en la cual, cuando toman parte en el banquete sagrado de la nueva Alianza, los discípulos reconocen al Señor resucitado en la fracción del pan.
La noche pascual ofrece a los cristianos un anticipo del gozo de la nueva Jerusalén. Por este motivo resuena durante ella el cántico del Aleluya.

Gén. 1; 1 – 2.

1. En el principio, cuando Dios creó los cielos y la tierra, 2. todo era confusión y no había nada en la tierra. Las tinieblas cubrían los abismos mientras el espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas.

Sal. 103.

1. Bendice al Señor, alma mía, alabe todo mi ser su santo Nombre. 2. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios. 3. El perdona todas tus ofensas y te cura de todas tus dolencias. 4. El rescata tu vida de la tumba, te corona de amor y de ternura. 5. El colma de dicha tu existencia y como el águila se renueva tu juventud. 6. El Señor obra en justicia y a los oprimidos les da lo que es debido. 7. Reveló sus caminos a Moisés y a los hijos de Israel sus proezas. 8. El Señor es ternura y compasión, lento a la cólera y lleno de amor; 9. si se querella, no es para siempre, si guarda rencor, es sólo por un rato. 10. No nos trata según nuestros pecados ni nos paga según nuestras ofensas. 11. Cuanto se alzan los cielos sobre la tierra tan alto es su amor con los que le temen. 12. Como el oriente está lejos del occidente así aleja de nosotros nuestras culpas. 13. Como la ternura de un padre con sus hijos es la ternura del Señor con los que le temen. 14. El sabe de qué fuimos formados, se recuerda que sólo somos polvo. 15. El hombre: sus días son como la hierba, él florece como la flor del campo; 16. un soplo pasa sobre él, y ya no existe y nunca más se sabrá dónde estuvo. 17. Pero el amor del Señor con los que le temen es desde siempre y para siempre; defenderá a los hijos de sus hijos, 18. de aquellos que guardan su alianza y se acuerdan de cumplir sus ordenanzas. 19. El Señor ha fijado su trono en los cielos y su realeza todo lo domina. 20. Bendigan al Señor todos sus ángeles, héroes poderosos, que ejecutan sus órdenes apenas oyen el sonido de su palabra. 21. Bendigan al Señor todos sus ejércitos, sus servidores, para hacer su voluntad. 22. Bendigan al Señor todas sus obras, en todos los lugares de su dominio. ¡Bendice, alma mía, al Señor!

Gén. 22; 1 – 18.

1. Tiempo después, Dios quiso probar a Abrahán y lo llamó: «Abrahán.» Respondió él: «Aquí estoy». 2. Y Dios le dijo: «Toma a tu hijo, al único que tienes y al que amas, Isaac, y vete a la región de Moriah. Allí me lo ofrecerás en holocausto, en un cerro que yo te indicaré.» 3. Se levantó Abrahán de madrugada, ensilló su burro, llamó a dos muchachos para que lo acompañaran, y tomó consigo a su hijo Isaac. Partió leña para el sacrificio y se puso en marcha hacia el lugar que Dios le había indicado. 4. Al tercer día levantó los ojos y divisó desde lejos el lugar. 5. Entonces dijo a los muchachos: «Quédense aquí con el burro. El niño y yo nos vamos allá arriba a adorar, y luego volveremos donde ustedes.» 6. Abrahán tomó la leña para el sacrificio y la cargó sobre su hijo Isaac. Tomó luego en su mano el brasero y el cuchillo y en seguida partieron los dos. 7. Entonces Isaac dijo a Abrahán: «Padre mío.» Le respondió: «¿Qué hay, hijito?» Prosiguió Isaac: «Llevamos el fuego y la leña, pero, ¿dónde está el cordero para el sacrificio?» 8. Abrahán le respondió: «Dios mismo proveerá el cordero, hijo mío.» Y continuaron juntos el camino. 9. Al llegar al lugar que Dios le había indicado, Abrahán levantó un altar y puso la leña sobre él. Luego ató a su hijo Isaac y lo colocó sobre la leña. 10. Extendió después su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo, 11. pero el Angel de Dios lo llamó desde el cielo y le dijo: «Abrahán, Abrahán.» Contestó él: «Aquí estoy.» 12. «No toques al niño, ni le hagas nada, pues ahora veo que temes a Dios, ya que no me has negado a tu hijo, el único que tienes.» 13. Abrahán miró a su alrededor, y vio cerca de él a un carnero que tenía los cuernos enredados en un zarzal. Fue a buscarlo y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo. 14. Abrahán llamó a aquel lugar «Yavé provee». Y todavía hoy la gente dice: «En ese monte Yavé provee». 15. Volvió a llamar el Angel de Dios a Abrahán desde el cielo, 16. y le dijo: «Juro por mí mismo – palabra de Yavé – que, ya que has hecho esto y no me has negado a tu hijo, el único que tienes, 17. te colmaré de bendiciones y multiplicaré tanto tus descendientes, que serán tan numerosos como las estrellas del cielo o como la arena que hay a orillas del mar. Tus descendientes se impondrán a sus enemigos. 18. Y porque has obedecido a mi voz, todos los pueblos de la tierra serán bendecidos a través de tu descendencia.»

ALELUYA, ALELUYA. P

Baruc. 3; 9 – 15. 32; 4.

9. Escucha, Israel, los mandatos de la vida, pon atención para que puedas discernir. 10. Israel, ¿por qué moras en tierra de enemigos y envejeces en un país extraño 11. Donde te manchas con hombres impuros y te cuentan entre los que van al abismo 12. Es que dejaste la fuente de la sabiduría 13. Si hubieras seguido el camino de Dios sería la paz tu morada para siempre 14. Aprende dónde está la prudencia la fuerza y la inteligencia para saber dónde están vida y largos días tiempos alegres y paz 15. ¿Quién ubicará la sabiduría y entrará a la bodega de sus tesoros

Sal. 18.

2. Yo te amo,Señor, mi fuerza, 3. El Señor es mi roca y mi fortaleza; es mi libertador y es mi Dios, es la roca que me da seguridad; es mi escudo y me da la victoria. 4. Invoco al Señor que es digno de alabanzas, y me veo libre de mis enemigos. 5. Las aguas de la muerte me envolvían, los torrentes devastadores me aterraban; 6. Las redes de la muerte me cercaban, ante mí estaban tendidas trampas mortales. 7. En mi angustia yo invoqué al Señor, y clamé a mi Dios. Mi clamor llegó hasta sus oídos y desde su Templo oyó mi voz. 8. Tembló la tierra y se estremeció, se sacudieron las bases de los montes, que temblaban con sólo ver su furor. 9. Subía humo de sus narices y de su boca salía un fuego abrasador que arrojaba carbones encendidos. 10. El inclinó los cielos y descendió, con una densa nube bajo sus pies. 11. Montó en un querubín y emprendió vuelo; planeaba sobre las alas del viento. 12. En torno a él, un manto de tinieblas, un oscuro aguacero era su toldo. 13. Un resplandor lo iba precediendo con granizos y brasas encendidas. 14. Tronó el Señor desde los cielos, el Altísimo hizo oír su voz. 15. Tiró sus flechas y los dispersó, lanzó sus rayos y los derrotó. 16. Entonces apareció el fondo del mar y las bases del mundo se descubrieron, al ver, Señor, tu enojo, al pasar el soplo de tus narices. 17. Desde lo alto su mano me tomó, y me rescató de las aguas profundas. 18. Me libró de enemigos poderosos, de enemigos más fuertes que yo. 19. Me asaltaron el día en que me iba mal, pero el Señor vino en mi ayuda. 20. Me sacó a un espacio abierto, me salvó porque me amaba. 21. El Señor según mis méritos me trata, limpias son mis manos, y él me lo paga. 22. Porque guardé los caminos del Señor y no hice el mal lejos de mi Dios. 23. Me acuerdo siempre de sus decisiones, y nunca descarto sus mandamientos. 24. Ante él soy irreprochable y me cuido de cometer pecado alguno. 25. Por eso me retribuye según mis méritos, según mi pureza que sus ojos ven. 26. Con el que es fiel, tú te muestras fiel, si alguien no falla, tampoco tu le fallas. 27. Con el que es sin doblez, tú eres leal, pero con los tramposos eres mañoso. 28. Tú salvarás a un pueblo humilde y humillarás los ojos altaneros. 29. Tú haces, Señor, que brille mi lámpara, ¡mi Dios ilumina mis tinieblas! 30. Contigo acometo las huestes, con mi Dios escalo la muralla. 31. Mi Dios, su proceder es perfecto, y su palabra es a toda prueba. El es un escudo para cualquiera que se acoja a él. 32. Pues, ¿quién es Dios fuera del Señor? ¿quién es la Roca, sino nuestro Dios? 33. Es un Dios que me reviste de fuerza, un Dios que allana mis caminos. 34. Asemeja mis pies a los de la cierva, y me hace estar de pie en las alturas. 35. Adiestra mis manos para el combate, y mis brazos para tensar el arco de bronce. 36. Tú me das tu escudo de salvación; tu mano me sostiene, tus favores me agrandan. 37. Puedo alargar el paso, y mis tobillos no van a flaquear. 38. Persigo a mis enemigos y los alcanzo, no volveré hasta que estén exterminados. 39. Doy un golpe, y no pueden rehacerse, caen y quedan tendidos a mis pies. 40. Me revistes de fuerza en el combate, y doblegas ante mí a mis agresores. 41. Haces que mis enemigos den la espalda, y a cuantos me odiaban aniquilo. 42. Aunque griten, nadie los salvará, claman al Señor, pero no les responde. 43. Los trituro como polvo que se lleva el viento, los pisoteo como el barro del camino. 44. Me libras de las querellas de mi pueblo, y me pones al frente de las naciones. Un pueblo que no conocía me sirve. 45. Los hijos de extranjeros me adulan, apenas oyen mi voz, me obedecen. 46. Los extranjeros pierden el ánimo, y salen temblando de sus fortalezas. 47. ¡Viva el Señor! ¡Bendita sea mi Roca! ¡Ensalzado sea el Dios que me salva! 48. Oh Dios que me concedes el desquite y colocas los pueblos a mis pies, 49. Que me libras de mis enemigos y me encumbras por encima de mis agresores, tú me salvas de la gente violenta. 50. Por eso te ensalzaré, Señor, y en medio de los pueblos cantaré tu Nombre, 51. Tú que a tu rey das victoria tras victoria, y sigues con tus favores a tu ungido, a David y a su descendencia para siempre.

Ez. 36; 16 – 28.

16. Se me comunicó esta palabra de Yavé: 17. “Hijo de hombre, cuando Israel vivía en su tierra, la volvió impura con su conducta y sus acciones; su conducta era a mis ojos como la impureza de la mujer. 18. Entonces decidí desatar contra ellos mi cólera, 19. Los dispersé por entre las naciones, los desparramé entre los países; los juzgué de acuerdo a su conducta y a sus acciones. 20. Y así llegaron a las naciones. Pero allí también fue profanado mi nombre. En efecto se decía: “Este es el pueblo de Yavé que tuvo que salir de su país”. 21. Entonces salí en defensa de mi Nombre, porque éste había sido profanado en las naciones donde se encontraba Israel y por culpa de éste. 22. Por eso le dirás esta palabra de Yavé a la casa de Israel: no es por ustedes que hago esto, casa de Israel, sino por mi santo Nombre que por culpa de ustedes fue profanado en las naciones donde estaban. 23. Santificaré mi nombre que fue profanado en las naciones – y ustedes fueron los que lo hicieron despreciable. Las naciones sabrán que yo soy Yavé cuando, por medio de ustedes, aparezca ante sus ojos mi santidad. 24. Los sacaré de las naciones, los reuniré de entre los pueblos y los traeré de vuelta a su tierra. 25. Los rociaré con un agua pura y quedarán purificados; los purificaré de todas sus impurezas y de todos sus inmundos ídolos. 26. Les daré un corazón nuevo y pondré dentro de ustedes un espíritu nuevo. Quitaré de su carne ese corazón de piedra y les daré un corazón de carne. 27. Pondré dentro de ustedes mi Espíritu y haré que caminen según mis mandamientos, que observen mis leyes y que las pongan en práctica. 28. Vivirán en el país que di a sus padres, ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios.

Rom. 6; 3; 3 – 11.

3. Como ustedes saben, todos nosotros, al ser bautizados en Cristo Jesús, hemos sido sumergidos en su muerte. 4. Por este bautismo en su muerte fuimos sepultados con Cristo, y así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la Gloria del Padre, así también nosotros empezamos una vida nueva. 5. Una representación de su muerte nos injertó en él, pero compartiremos también su resurrección. 6. Como ustedes saben, el hombre viejo que está en nosotros ha sido crucificado con Cristo. Las fuerzas vivas del pecado han sido destruidas para que no sirvamos más al pecado. 7. Hemos muerto, ¿no es cierto? Entonces ya no le debemos nada. 8. Pero si hemos muerto junto a Cristo, debemos creer que también viviremos con él. 9. Sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; desde ahora la muerte no tiene poder sobre él. 10. Así, pues, hay una muerte y es un morir al pecado de una vez para siempre. Y hay un vivir que es vivir para Dios. 11. Así también ustedes deben considerarse a sí mismos muertos para el pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.

Propio de la Liturgía de las Horas

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