Para ser amigo de Dios con “San Francisco de Sales” Necesidad de purificarse de los afectos…

Para ser amigo de Dios con “San Francisco de Sales” Necesidad de purificarse de los afectos…

Para ser amigo de Dios con “San Francisco de Sales”

Necesidad de purificarse de los afectos que se tienen a  los pecados veniales.

La luz del Espíritu Santo es la que nos descubre esos afectos

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Cuanto mayor es la luz del día, vemos mejor y más claramente, en el espejo, los defectos y manchas de nuestro rostro; de la misma manera,  cuanto mayor es la luz interior del Santo  Espíritu con que alumbra nuestras conciencias,  tanto más clara y distintamente vemos los pecados, inclinaciones e imperfecciones que nos impiden alcanzar la verdadera devoción.

Y la misma luz que nos hace ver estas faltas, anima al deseo, para purificarnos y limpiarnos de ellas.

 

Descubrirás, pues, que además de los pecados mortales y sus afectos, de los cuales te has purificado por los ejercicios anteriores, tienes aún en tu alma, muchas, inclinaciones y aficiones a los pecados veniales.

 

No es lo mismo ver los pecados veniales que ver el afecto que se les tiene.

 

No digo que descubras los pecados veniales, sino la inclinación y el afecto que les tienes. Lo uno es muy diferente de lo otro, porque realmente no podemos estar limpios de pecados veniales, totalmente (o al menos perseverar largo tiempo en esta pureza) pero si podemos dejar de tenerles afecto.

Ejemplo

Una cosa es mentir una o dos veces, por alegría de corazón, en cosa de poca importancia, y otra cosa es el deleitarse en mentir y tener afición a esta clase de pecado.

¿En qué consiste esta limpieza?

Digo, pues, que es necesario limpiar el alma de toda la afición que tienes a los pecados veniales. Esto es, que no se ha de alimentar la voluntad de continuar y perseverar en alguna suerte de pecado venial.

Motivos para dejar esos afectos

Sería  una gran pereza el querer guardar, a propósito, en nuestra conciencia, una cosa tan desagradable a Dios, como es la verdad de querer agradarle. El pecado venial, por pequeño que sea, desagrada a Dios, aunque no tanto que por él quiera perdernos o condenarnos. Y si el pecado venial le desagrada, la voluntad y afición que se tiene al pecado venial no es otra cosa sino una resolución de querer desagradar a su Divina Majestad.

 

¿Será posible, pues, que una alma noble quiera no solo desagradar a su Dios, sino deleitarse en desagradarle?

 

Estos afectos, son directamente contrarios a la devoción, así como los afectos que se tienen al pecado mortal también son contrarios a la caridad.

¿Por qué son contrarios a la Devoción?

Desmayan las fuerzas del espíritu

Son obstáculo para las consolaciones divinas

Abren la puerta a las tentaciones

Y aunque es verdad que no matan el alma, si la enferman excesivamente.

 

Ejemplo

Las moscas que mueren en el suave ungüento-dice el sabio –echan a perder y dañan su suavidad; pero las que comen de él, de paso, no dañan sino lo que toman, quedando libre de alguna ofensa lo demás.

Así los pecados veniales, cuando llegan a una alma devota y no se detienen mucho tiempo en ella, no la dañan mucho; mas si estos mismos pecados hacen asiento en el alma por el afecto que ella les tiene, harán perder y dañarán sin duda, la suavidad del ungüento; esto es, la Devoción Santa.

Otro ejemplo

Las arañas, no matan a las abejas; mas si se detienen en los panales, dañan  y echan a perder su miel, y enredan y rompen los hilos de la tela que hacen, quedándose, las abejas, sin poder continuar su obra.

 

De la misma manera, el pecado venial, no mata nuestra alma,  pero estropea la Devoción y ocupa tanto las potencias del alma con las malas costumbres e inclinaciones que le impide el ejercicio y prontitud de la caridad, en la cual consiste la devoción; pero esto ocurre cuando el pecado venial anida en nuestra conciencia por el afecto que le tenemos.

 

No importa decir una pequeña mentira, desmentirse un poco en las palabras, en las acciones, en los vestidos, en alegrías, en juegos, en danzas, con tal que, apenas hayan entrado, estas arañas espirituales, en nuestra conciencia, las rechacemos y despidamos como lo hacen las abejas con las arañas.

 

Mas si les permitimos que se queden en nuestros corazones, y no solo esto, sino que nos inclinemos a detenerlas y multiplicarlas, pronto veremos perdida nuestra miel, e infectada y deshecha la colmena de nuestra conciencia.

 

Y así digo otra vez: ¿en qué razón cabe que una alma noble se deleite en desagradar a su Dios, se aficione a serle desagradable, y quiera intentar lo que sabe que le es enojoso?

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