Guardia de Honor del Sagrado Corazón de Jesús  “Almas Consoladoras”  Busque quien me consolase…

Guardia de Honor del Sagrado Corazón de Jesús “Almas Consoladoras” Busque quien me consolase…

Guardia de Honor del Sagrado Corazón de Jesús

Almas Consoladoras

“busque quien me consolase y no halle…” Salmo 68

 

La Guardia de honor es una piadosa milicia que rodea a Jesucristo, Rey inmortal de los siglos, abandonado, ultrajado y perpetuamente inmolado en su  Trono Eucarístico. Era, pues, conveniente que los Guardias como fervorosos centinelas, se revelasen por turno a los pies de este Rey de la Gloria y Amor, para adorarle, amarle y consolar su Corazón.

Tal fue el origen de la Guardia de Honor, conmovedor oficio que reanuda y continua a la vez la santa velada del Calvario y la unión de los ángeles y serafines con Santa Margarita María; para rendir un culto perpetuo de Conduelo, Reparación y Amor.

La hora de guardia es la base fundamental de la Obra. Su práctica se propone el oficio de ser almas consoladoras.

Estas almas consoladoras, desde su entrada en la Guardia de Honor, imitan el amor humilde, filial y agradecido de la Magdalena y trabajan para reparar los ultrajes hechos a Jesucristo en su Paternidad Divina.

Después de haber, llorado sus fallas, se esfuerzan con decisión y amor por consolar al Corazón de Jesús, lleno de dolor por el olvido y la ingratitud de los hombres a quienes tanto ama… por quienes tanto ha padecido ¡ y de quienes es tan poco amado!

Semejantes a los hijos respetuosos y amantes que rodean a su querido Padre para desagraviarle de todo cuanto le hacen sufrir sus hermanos ingratos, los guardias de honor se suceden día y noche,  hora tras hora, a los pies de Jesucristo para ofrecer a su dulcísimo Corazón: ¡Respeto, Amor y Consuelo!

Habrá quien crea, tal vez, que para santificar la hora de guardia, es preciso pasarla toda en oración o ir al templo.

 

No, esto no es necesario, el Corazón de Jesús, quiere todo por amor nada por la fuerza, deja a las almas en entera libertad para consolarle en y durante esta hora.

Al principiar la hora de guardia, sin estar en nada obligados a cambiar sus labores ordinarias, los guardias van en espíritu a la mansión del Amor: ¡el Sagrario! Y después de moverse a sentimientos de dolor y contrición, recordando tantos pecados como se cometen todos los días, ofrecen a Jesús sus pensamientos, palabras, acciones y penas, al mismo tiempo que el deseo de consolar su Corazón adorable con su amor.

Luego se esfuerzan en estar lo más unidos que puedan a Nuestro Señor hasta el fin de  su hora de guardia u hora de Presencia, haciendo algunos actos de amor, y si puede algún sacrificio.

Se termina con una oración pidiendo por las intenciones del Sumo Pontífice, se reza el Padre nuestro y Ave María.

Si los guardias olvidan su hora de guardia se les recomienda que procuren hacerla lo más pronto posible por una hora de guardia suplementaria a la hora que se acuerden.

Los guardias deben hacer gran aprecio de esta hora bendita, prevenirse contra la ligereza, olvido y negligencia, y penetrarse de este pensamiento: “A tal hora voy a tener una audiencia Divina en la que puedo pedir todo, y en la que espero obtener todo de la infinita bondad del Corazón de Jesús”.

Esperen, pues, este momento privilegiado como Jesucristo lo espera. Este buen Maestro sabe quiénes de sus queridos guardias de honor deben llegar cada hora a sus pies; su Corazón los espera, con la impaciencia del Amor y palpita gozoso viéndoles fieles a su compromiso. ¿Y quién podrá decir los torrentes de gracias que derrama este amoroso Corazón de Jesús sobre sus muy amados guardias?

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