Tercera unidad: curso de catequesis bíblica: Las características del proyecto de Dios: 1-6:Por Carlos Mesters.

Tercera unidad: curso de catequesis bíblica: Las características del proyecto de Dios: 1-6:Por Carlos Mesters.

En esta tercera unidad, el Padre Carlos Mesters trata las características del proyecto de Dios, contiene 6 características, para ser más entendible hace una comparación con las características anteriores y con las que Dios planea para la actualidad., como con la guía patriarcal y de clan habían vivido los Israelitas, ahora era necesario darle plenitud.

. Las características del Proyecto de Dios

¿Cuáles eran las características de este “Proyecto de Dios” en oposición al sistema anterior? Para que todo quede un poco más claro, vamos a enumerar aquí algunas características de la sociedad que ellos intentaron organizar.

Primera característica: Organización al servicio de la igualdad

Antes: Al servicio de la clase alta
Después: Al servicio de todos
Se suele decir que ellos se organizaron en un “sistema tribal”. Formaron doce tribus, las doce tribus de Israel. Esto es cierto. Pero conviene clarificar que el sistema tribal no era, en un principio, un sistema basado en relaciones de sangre y de parentesco, sino, en primer lugar, un sistema basado en un determinado relacionamiento económico, social, político y religioso totalmente distinto al sistema vigente en Canaán y en Egipto (sistema basado en la explotación del pueblo por disposición de la Ciudad-Estado y del imperialismo de Egipto).

Ellos “tribalizaron” la vida. Este tipo de organización se basa en la solidaridad mutua. La unidad menor de esta organización era la “familia patriarcal”. La unidad intermediaria era el “clan”, conjunto de familias patriarcales. La unidad mayor era la “tribu”. Las doce tribus vivían unidas en una especie de confederación. Todo se organizaba de manera que la unidad menor, la “familia patriarcal”, el poblado, la comunidad local, tuvieran autonomía productiva.

Ellos querían una sociedad igualitaria en oposición al sistema opresor de los reyes de Canaán. El texto de 1 Samuel 8, 1-22 revela la situación del pueblo a finales del período de los Jueces, alrededor del año 1025 antes de Cristo.

En este texto notamos varias cosas. El sistema igualitario estaba decayendo. Samuel ya estaba viejo y sus hijos eran malos. La amenaza de afuera, venida de los filisteos, ponía en peligro la propia sobrevivencia del pueblo como pueblo libre. Todo eso hizo decaer el compromiso interno del pueblo con el proyecto igualitario y, por lo tanto, con Dios. Y en lugar de renovarse a partir de sus propias raíces y tradiciones, comenzaron a buscar salida imitando el modelo de los reyes de Canaán: “Queremos ser como los otros pueblos.

¡Queremos un Rey!”. ¡La propaganda funcionó y cambió la cabeza del pueblo! Entonces Samuel describe el derecho del rey de la forma como éste era practicado por los pueblos vecinos (ver 1 Sam 8, 11-18).
El libro del Deuteronomio 17, 14-20 es de una época bastante posterior. Es del tiempo del rey Josías, alrededor del año 640 antes de Cristo. Desde David hasta Amón, predecesor de Josías, el pueblo tuvo la experiencia dolorosa y desastrosa de la monarquía (monarquía quiere decir “gobierno de uno solo”, el rey). La reforma deuteronomista pretende retroceder a los orígenes del pueblo y realizar el proyecto de Dios dentro de las posibilidades reales que el momento histórico ofrecía. La monarquía ya era un hecho. El texto de Dt 17,14-20 intenta adaptar la figura del rey al ideal de la sociedad igualitaria. Llama al rey “hermano” y dice que no debe acumular bienes. Era lo mismo que mantener el nombre, pero no el contenido. Aparte de eso, los libros de los Reyes (redactados por la misma persona que redactó el libro del Deuteronomio) hacen un juicio negativo de la monarquía. Todos los reyes son criticados, menos David, Ezequías y Josías. La crítica de la monarquía aparece también en los profetas Ezequiel 34, 1-30; Oseas 7, 1-7 y 13, 9-11; Jeremías 22, 13-19, etc.

David se hizo rey no para adueñarse del pueblo, sino para ser el lugarteniente de Dios, único Señor del pueblo (ver 2 Sam 7, 8-16). Pero los reyes olvidaron cuál era su “lugar” en medio del pueblo. Se hicieron dueños del pueblo. La monarquía contribuyó para que regresase la sociedad opresora de los reyes de Canaán. Por eso en el pueblo se quedó la nostalgia del gran rey David, y nació la esperanza de un nuevo rey, como David, que restaurara la Alianza, el Reinado de Dios. ¡Jesús es el Hijo de David!. El es el nuevo Rey. “Yo soy rey”. (Jn 18,37). Pero el reino de Jesús es distinto de los reinados de este mundo (Jn 18,36). El reino de Jesús es servicio (Mt 20,28).

Segunda característica: Tierra al servicio de la producción autónoma

Antes: Tierra propiedad del rey
Después: Tierra propiedad del pueblo
La autonomía depende de la posesión de los medios de producción que, en aquel tiempo, eran la tierra. La acumulación de las tierras en manos de los reyes de Canaán produjo la explotación del trabajo del pueblo. Privado de su tierra, el pueblo era obligado a emplearse bajo las condiciones que los poderosos les imponían.
En Israel, por el contrario, la tierra es declarada don y posesión de Dios. Ella no podía ser vendida ni comprada. Podía ser usada. Su uso era reglamentado por leyes que aseguraban a cada tribu tierra suficiente para sembrar y vivir dignamente. A pesar de ello, a veces una familia aumentaba su lote y creaba así un latifundio en perjuicio de otras familias (Is 5,8). Para evitar eso y para mantener el ideal de la sociedad igualitaria, se creó la ley del año sabático y la del año jubilar (Lev 25, 1-38). El año jubilar ocurría cada 50 años. Era una manera de recomenzar todo de nuevo. Todas las compras y ventas de tierras realizadas anteriormente eran anuladas, y la tierra volvía a su primer dueño. El texto de Lev 25, 1-38 da normas bien concretas para el funcionamiento de esta ley.

El texto de Núm 36, 1-9 da normas para evitar la alienación de la tierra en caso de matrimonio fuera de la tribu o del clan.
En Ex 16, 1-30 se habla del maná en el desierto e insiste en no acumular para el día siguiente. Esta historia tiene un significado muy importante: en el pueblo de Israel queda prohibida la acumulación de bienes. Debe haber confianza en la Providencia Divina (que pasa por la mediación histórica de la organización igualitaria de la vida). La prohibición de acumular bienes exige que el pueblo sea el dueño de sus productos. Este texto, aplicado a la Eucaristía, enseña que ella exige el compartir de los bienes.

El sistema del Estado centralizador de los reyes estaba organizado de tal manera que el poder central podía apropiarse del excedente de la producción de los campesinos. En el sistema tribal la organización se hacía de tal forma que esa apropiación fuera imposible. Las familias o comunidades menores eran dueñas de la tierra y de la producción y podían disponer de ella para su comercialización. Este cambio fue posible porque el poder político fue descentralizado de manera inteligente.

Tercera característica: Poder al servicio de la Comunidad

Antes: Poder centralizado en manos del rey
Después: Poder en manos de comisiones populares
El rey era dueño de todo y tenía poder absoluto, legitimado por la religión. En el sistema tribal, el poder se ejerce a través del principio de la solidaridad. Esto es, lo que puede ser decidido en la base no debe ser llevado a una instancia superior. Los “jefes de familias” tenían autonomía dentro de sus respectivas familias o comunidades. La solidaridad evitaba el acaparamiento de los grupos por encima de sus propios intereses. Las familias debían ser solidarias con el “clan”, y los “clanes” con la “tribu”. Todo esto era reglamentado por leyes.

El texto de Ex 18, 1-27 describe la visita de Jetró, suegro de Moisés. El ve cómo el pueblo se queda en fila, todo el día, para ser atendido por Moisés y resolver sus problemas con él. Jetró sugiere la descentralización del poder. Moisés, saliendo de Egipto, no tenía otro modelo de organización del pueblo, a no ser el modelo del rey que lo resolvía todo él solo. Moisés acepta la sugerencia e inicia la reorganización del pueblo. Así, la gente se da cuenta que el proyecto de la sociedad igualitaria no cayó del cielo, sino que fue fruto de una práctica, en la que hasta la gente de afuera del pueblo daba su opinión. Jetró, el suegro de Moisés, no era parte de ese pueblo.

En Josué 24 se da uno cuenta como funcionaba ese poder descentralizado. El pueblo tenía sus “jefes” o “ancianos”, que participaban de las Asambleas del pueblo, donde se decidía comunitariamente el rumbo a tomar. Esta organización del pueblo encontraba su expresión hasta en el culto (Núm 7,1-11), en donde todo el pueblo participa, cada cual con su propia tarea.

Cuando, más tarde, se instala la monarquía, el poder se hace, nuevamente, propiedad privada de una familia, que empieza a dominar a las otras familias. La tentación del poder corrompe la cabeza y el pensamiento. El poder siempre busca crear estructuras que permitan su reproducción y ampliación. En contra de ese abuso del poder que niega el proyecto de Dios se levantaron siempre los profeta.
Jesús expresa la más pura tradición bíblica cuando da la vuelta al sistema instalado en el poder, diciendo que el verdadero poder debe ser servicio a los hermanos. Solo así se elimina la plaga de la opresión y se construye la base de una sociedad igualitaria (ver Mc 9, 35 y Lc 22, 24-27).

Cuarta característica: Leyes que defienden el Sistema Igualitario

Antes: Leyes que defienden los privilegios del Rey
Después: Leyes que defienden el nuevo sistema igualitario: Los Diez Mandamientos.
Habían leyes que impedían el paso de las tierras de una familia hacia otra y leyes que defendían la debilidad de las pequeñas comunidades contra la codicia de otros. La ley de los Diez Mandamientos defiende la libertad que fue conquistada y el nuevo relacionamiento social: no robar, no acumular, no matar, no mentir, no jurar en falso. Todo eso para defender los derechos de los pequeños contra la eterna tentación del poder y de la codicia.

El nuevo sistema igualitario tenía su base en la organización eficiente de la debilidad contra la tentación del poder y de la codicia, tanto interna como externa. Por eso mismo, era un sistema frágil, pues no reposaba sobre el uso de la fuerza, sino sobre el compromiso de cada uno con el nuevo proyecto y con las exigencias de fe en Yavé. Vamos a ver de cerca la nueva orientación de los Diez Mandamientos:

El texto de Ex 20, 1-17 describe los Diez Mandamientos. Al comienzo dice: “Yo soy Yavé, tu Dios, que te sacó de Egipto, de la Casa de la Esclavitud”. Es el título de posesión de Dios como Señor y dueño del pueblo. La liberación de Egipto es la base de los Diez Mandamientos. Ellos tienen como fin defender la libertad que el pueblo conquistó y asegurar el funcionamiento de una sociedad sin opresión.

Estamos acostumbrados a interpretar los Diez Mandamientos en una perspectiva meramente individualista: ellos prohiben los pecados graves que cada persona debe evitar. Pero, esta no es la intención básica del Decálogo. Los Diez Mandamientos son como una especie de Constitución de la sociedad igualitaria. Quieren promover una relación liberadora entre los hombres para que tengan vida y vida en abundancia (ver Jn. 10,10) Los primeros tres mandamientos definen cómo debe ser la relación del pueblo con su Dios.

1°: No usar el nombre de Dios en vano. El nombre es Yavé (Ex 3,14). Eso quiere decir: presencia liberadora en el medio del pueblo.
En vano quiere decir “cosas vanas”, eso es, cosas ligadas al sistema de los ídolos o de los falsos dioses. Es prohibido usar el nombre de Dios para obtener cosas legitimadas por el sistema de los ídolos. No se puede usar el nombre de Dios liberador para legitimar la opresión. Ello es como adorar a otro tipo de dios: tener otros dioses.

2°: No adorar imágenes. No ceder a la tentación de la magia que usa imágenes con el objeto de forzar a Dios a hacer lo que uno quiere. O sea, se prohibe intentar encerrar a Dios dentro de los estrechos límites de las ideologías humanas. Dios no puede ser reducido al tamaño del pensamiento humano. No se le puede manejar.

3°: Observar el sábado (o sea, el séptimo día). Sábado es una palabra hebrea que quiere decir “séptimo”. Para nosotros, el séptimo día es el domingo. Para otros, es el sábado. Para los árabes es el viernes. Es una cuestión de tradición o costumbre. Lo importante no es el día de la semana; lo importante es el sentido de descanso en el séptimo día. Hoy, las empresas dan un día de descanso para que los empleados recuperen sus fuerzas y puedan producir más; organizan el descanso con vistas a la producción. En la Biblia es al contrario. El sentido del trabajo y de la producción es el siguiente: llegar, algún día, a crear un mundo de paz y de alegría para todos. La observancia semanal del sábado funciona como muestra-gratis de la futura paz que hoy estamos construyendo por nuestro trabajo.
Los mandamientos 4° al 10° definen cómo debe ser la relación entre las personas, familias, clanes y tribus dentro del nuevo sistema de vida, conquistado por el pueblo.

4°: Respetar a los padres. No se trata sólo de los padres de la pequeña familia, sino también y sobre todo de los padres de la familia patriarcal, esto es, de los ancianos que lideran la comunidad. El cuarto mandamiento defiende no sólo a la familia, sino también y sobre todo, a la comunidad.

5°: No matar. Defiende el derecho que el hermano tiene a la vida. Esta ley de defensa de la vida era tan fuerte que llegaban a decir que aquel que premeditadamente mataba a alguien no merecía el don de la vida y debería ser muerto. Aparentemente eso parece una contradicción. Pero, pensándolo bien, es la más alta expresión de respeto a la vida. Eso explica cómo en el código de la Alianza hay tanta pena de muerte (Ex 20, 19 hasta 23, 23). Así pensaba el pueblo de aquel tiempo. Tenía una cultura distinta de la nuestra. Esto no quiere decir que se debe volver a la pena de muerte; quiere decir, eso sí, que se debe o se debería tener hoy el mismo alto respeto por la vida del pueblo. ¿De qué sirve abolir en la legislación la pena de muerte cuando, en Brasil por ejemplo a cada minuto muere un niño? ¿Cuánta gente muere por absoluta falta de condiciones mínimas para vivir? El sistema que presume de liberalidad por haber suprimido la pena de muerte mata de mil maneras y es condenado por el quinto mandamiento de Dios.

6°: No cometer adulterio. Este mandamiento quiere que el nuevo relacionamiento liberador de la sociedad igualitaria penetre en el núcleo más íntimo de la vida humana, que es el matrimonio, y elimine de su interior la discriminación. Mientras la igualdad no haya marcado el relacionamiento hombre-mujer, no habrá sociedad igualitaria y el proyecto de Dios todavía estará por hacerse.

7°: No robar. Pide respeto a los medios de vida del otro y favorece la confianza mutua, la seguridad de vida, sin la cual la vida en sociedad se hace insoportable. Se trata de respetar los bienes repartidos según el Proyecto de Dios.

8°: No mentir. La base de una relación mutua verdaderamente liberadora es el amor a la verdad. Sin eso, el diálogo entre los hombres se destruye en su misma raíz y la convivencia social se hace imposible. El Proyecto de Dios no mira sólo a una nueva estructura económica y política, sino que mira también a la renovación y conversión radical de cada miembro del pueblo.

9° y 10°: No desear lo que al otro le pertenece: no basta con no robar. Es necesario arrancar de dentro de uno mismo el deseo de la posesión egoísta, la voluntad de acumular, la codicia. Así se elimina una de las plagas de la opresión presente en el origen mismo del sistema de los reyes de Canaán.
En el capítulo 5 del Evangelio de San Mateo, Jesús retoma algunos de los Diez Mandamientos y revela nuevamente su objetivo: El no vino para suprimir el Antiguo Testamento, sino para completarlo. Esto es, El vino para realizar el ideal del Proyecto de Dios. Eso nos enseña que el Proyecto de Dios no es una idea ya acabada. Es algo a ser construido por los hombres que creen en Dios y en la fraternidad.

Quinta característica: el bien de todos es defendido por la unión de todos

Antes: Ejército permanente al servicio del rey
Después: Defensa popular al servicio de la solidaridad
Los reyes tenían sus ejércitos, los cuales eran el instrumento para mantener la dominación. Israel tenía un compromiso de solidaridad y de ayuda mutua. En épocas de crisis, debido a amenazas externas, todas las personas de todas las tribus capaces de manejar armas, se organizaban para la lucha contra el enemigo común, que era la fuerza represiva de los ejércitos de los reyes y de los filisteos. El libro de los Jueces describe estas luchas.

También en eso el nuevo sistema mostraba su flaqueza. No fue capaz de mantenerse contra la amenaza externa y, al fin fue forzado a aceptar la monarquía de Saúl y de David y crear un ejército estable de soldados pagados. Así, por la puerta trasera, volvió a entrar en el pueblo la plaga destructora del sistema igualitario. Los reyes de Israel fueron fortaleciendo su poder y el nuevo sistema se arruinó al poco tiempo. Los profetas, con su crítica contra la desigualdad social, fueron los que no dejaron morir el ideal.

Sexta característica: Saber al servicio del pueblo

Antes: Monopolio del saber
Después: Socialización del saber
Se adoptó el nuevo sistema de alfabetización basado en el abecedario nuevo, formado por tan solo 25 letras. Así, el saber se volvía accesible a todos y se eliminaba el monopolio del saber, que caracterizaba a la sociedad de Egipto.
Estas son algunas características del nuevo sistema social que comienza a ser implantado en Canaán bajo el liderazgo del grupo que vino de Egipto. Hemos presentado las seis características que describen un lado de la medalla. El otro lado es la nueva organización de la religión, en donde se expresa la mística que animaba todo eso. A continuación presentamos algunas de las características de la práctica religiosa del sistema igualitario.

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