Segunda Unidad:Curso de catequesis bíblica: Por Carlos Mesters

Segunda Unidad:Curso de catequesis bíblica: Por Carlos Mesters

Los temas que el Padre Carlos Mesters trata en esta segunda unidad son de gran trascendencia: Dios oye el clamor del pueblo, la vocación de Moisés y el nombre de Yahvé y en el desierto empieza la formación del pueblo de Israel.

Dios oye el clamor del pueblo

La Biblia cuenta que Dios oyó el clamor del pueblo (Ex 2,23-25). Esta afirmación es revolucionaria, pues, para el sistema existente entonces, Dios no oía el clamor del pueblo. El dios supremo de Egipto sólo oía los pedidos de su protegido, el faraón. Decir que Dios escuchaba el clamor del pueblo era invertir la situación. Este descubrimiento lleva al pueblo a rechazar a los dioses del faraón y de los reyes y a comprometerse exclusivamente con ese Dios, llamado Yavé, que escucha el clamor de los pobres.

Por eso, la fe comprometida en el Dios Yavé y el rechazo total de los dioses opresores son las semillas subversivas sembradas en la tierra de la vida de aquel pueblo oprimido, las que al poco tiempo produjeron una nueva organización fraterna. La práctica revolucionaria en busca de una nueva organización más igualitaria va a crear la posibilidad de una fe comprometida en el único Dios liberador. Son éstas las dos caras de la misma moneda que vamos a ver de cerca.

a. Las dos caras de la misma moneda

En medio de aquel mundo de Canaán y de Egipto, varios grupos se rebelan en contra de la situación de opresión en que viven. Uno de estos grupos, liderado por Moisés, consigue engañar las fuerzas de vigilancia del faraón y huye hacia el desierto. En este grupo sucede algo totalmente nuevo. Para este grupo, el “clamor del pueblo” es el “llamado de Dios”. Dos cosas caracterizan a este grupo:
1. La fe en un único Dios: El se presenta como el grupo que no admite en su interior el culto a ningún otro dios que no sea Yavé. Entre el grupo y su Dios se establece una Alianza de fidelidad mutua. ¡Para este grupo solo Yavé es su Dios y ningún otro! ¡Y para Yavé, su pueblo es sólo este pueblo! ¿Por qué? ¿Será que Yavé hace discriminación entre los pueblos? ¡No! La razón de la elección divina y de la Alianza solo con este pueblo se explica por la característica siguiente:

2. La organización interna de este grupo es igualitaria: Ellos comenzaron una nueva práctica en la que buscaban que no hubiera más lugar para la dominación y la explotación, sino igualdad para todos. El pueblo elegido por Dios intenta una nueva organización fraterna. Todo el que acepta a Yavé como Dios y que, por consiguiente, lucha por una sociedad más fraterna, puede formar parte de este pueblo.

b. Un recuerdo antiguo se despierta en la memoria del pueblo oprimido

¿Cómo es que ese pueblo comenzó a despertar? ¿Cómo empezó a darse cuenta que Dios les llamaba a través del clamor del pueblo?
En primer lugar, debemos darnos cuenta de que Dios, cuando se hace presente, trae consigo su propia evidencia. No hay esquema fijo al que El tendría que obedecer. Dios es libre y actúa con total libertad.
Pero la Biblia deja entrever los canales que Dios escogió para comunicarse y hacerse presente en medio de aquel pueblo. El grupo que estaba en Egipto conservaba unas tradiciones antiguas, medio olvidadas, que venían del tiempo de los patriarcas Abrahán, Isaac y Jacob. Bajo la presión de la explotación cada vez más creciente, legitimada por la religión del faraón y de los reyes de Canaán, el clamor del pueblo iba aumentando. En lugar de aceptar esta opresión como querida por Dios, las tradiciones antiguas y su propio sentido común llevan a este pueblo a decir: “Dios no quiere esto”. Comenzaban a acordarse de las promesas antiguas de Dios a Abrahán: “¡Yo haré de ti una gran nación! En ti serán benditos todos los pueblos” (Gén 12,1-4). ¡Este Dios no podía estar de acuerdo con la situación de opresión en que vivía su pueblo!
Este descubrimiento fue la pequeña semilla de la que, al poco tiempo, fue naciendo el árbol de la libertad. Por algún tiempo el pueblo parecía haber olvidado las promesas del pasado. Pero, bajo el peso del sufrimiento, ellos se acordaron de Dios (ver Ex 1 al 3). Y Dios escuchó el clamor de su pueblo. La fe en Yavé, Dios vivo y liberador, fue creciendo hasta estallar de manera bien clara en el corazón de Moisés.

c. La vocación de Moisés

MOISES/VOCACION: Moisés era hebreo; pero fue educado en la escuela del faraón (Hch. 7,22; Ex 2,10) para servirle y defender sus intereses frente al pueblo oprimido. Pero en Moisés la sangre fue más fuerte que la educación recibida. Cuando vio que un hebreo estaba siendo castigado por un egipcio, él fue a defender al hebreo y acabó matando al soldado egipcio (Ex 2,11-12). Al día siguiente vio a dos de su propio pueblo peleando entre sí. Moisés intervino: “¿Por qué pega usted a su hermano?”. Pero los dos reaccionaron y lo acusaron de haber matado al egipcio. Moisés tuvo miedo y huyó a una región distante, donde obtuvo empleo como pastor de ovejas, y allí se casó con Séfora (Ex 2,13-22). Ya lejos, Moisés llevaba en la memoria y en el recuerdo a su pueblo. Un día estaba cuidando las ovejas de Jetró, su suegro. Era cerca del cerro Sinaí. Allí Dios se hizo presente en su vida de una forma clara a partir de la situación de opresión en que vivía su pueblo: “¡He visto la humillación de mi pueblo en Egipto, y he escuchado sus gritos cuando lo maltratan sus capataces! Yo conozco sus sufrimientos. He bajado para liberarlo del poder de los egipcios… Ve, pues, Yo te envío a liberar a mi pueblo” (Ex 3,7-10). El clamor del pueblo se tornó como un llamado de Dios a Moisés. Llamado para una acción concreta: “Ve a libertar a mi pueblo”.
El llamado de Dios, cuando se da dentro de una situación concreta del pueblo, exige mucho y produce en el hombre una reacción de miedo. Esto fue lo que sucedió con Moisés; él busca huir de la misión que acaba de recibir y presenta varias excusas:

1. Se siente incapaz: “¿Quién soy yo?” (Ex 3,11). Piensa que no sirve para la misión que le encomienda Dios.
2. Fingió falta de conocimiento y dijo: “Ellos van a preguntar por el Nombre de Dios, y entonces, ¿qué voy a contestar? (Ex 3,13).
3. En tercer lugar puso como pretexto la falta de fe de parte del pueblo: “¡No me van a creer ni querrán escuchar mi palabra, sino que dirán es mentira! (Ex 4,1).
4. Insistió Moisés diciendo que no sabía hablar, pues era seseoso: “Yo no sé hablar correctamente” (Ex 4,10). Todos estos motivos y pretextos, en el fondo, escondían el miedo de Moisés y su poca voluntad en comprometerse de hecho. Cada vez, Dios le contesta. Y la respuesta de Dios deja bien claro que no había motivo para tener miedo: “Yo estaré contigo”.
5. Al final, Moisés habla claro y dice: “Por favor, Señor, ¿por qué no mandas a otro?” (Ex 4,13). O sea: manda a quien quieras, ¡pero no a mí!

Dios se enoja con Moisés y también habla claro: él tiene que ir; no hay excusa que valga (Ex 4,14-17). Este diálogo representa el camino largo y difícil por el que la persona humana va descubriendo, poco a poco, a través de la realidad, cuál es la voluntad de Dios para con ella. Como Moisés, muchos hemos pasado por este camino doloroso del descubrimiento de nuestra propia vocación.

d. El nombre de Dios es Yavé

YAHVE/NOMBRE: En este diálogo, Dios aclara a Moisés el sentido de su nombre, Yavé. No es éste el lugar para hacer una larga exposición sobre el significado de este nombre. Bastan algunas insinuaciones.
En la primera respuesta a Moisés, Dios le dice: “Yo estoy contigo!” (Ex 3,12). Esta certeza debería ser suficiente para Moisés: ¡Dios está con él en su misión liberadora! Pero no fue suficiente. Moisés insiste en preguntar por su nombre. Y Dios le responde: “Yo soy el que soy!” (Ex 3,14). Esta expresión, propia del hebreo, retoma la expresión anterior: “Yo estoy contigo!”, reforzándola. Diciendo “Yo soy el que soy”, Dios afirma lo siguiente: “Moisés, certísimamente estaré contigo. ¡De esto tú no puedes dudar jamás! Esta es la gran seguridad que te doy!”.

En seguida Dios añade: “Di al pueblo Yo soy me envió hasta ustedes!” (Ex 3,14). Aquí, Dios abrevió la expresión. Y luego en seguida repite nuevamente: “Di al pueblo El me envió hasta ustedes!”. En hebreo la expresión “El es” es muy semejante a Yavé. Así, el nombre “Yavé” es explicado como una expresión de lo que Dios quiere ser para con su pueblo: una presencia segura y garantizada en medio de ellos para ayudarles a liberarse.

Dios quiere ser YAVÉ para con su pueblo. Esto es, quiere ser presencia liberadora. Y El dice: “Bajo este nombre quiero ser invocado de generación en generación” (Ex 3,15). A través de la historia del pueblo, tanto de ayer como de hoy, Dios fue dando pruebas concretas de que es realmente Yavé. La primera prueba fue la liberación de Egipto. La última prueba está siendo dada hasta hoy: la resurrección de Jesús, presente en las resurrecciones del pueblo.

El nombre Yavé es la palabra que más sale en la Biblia. Más de 6.000 veces. Fue traducida por SEÑOR. Siempre que se lee SEÑOR en la Biblia, la gente debe recordar el compromiso que Dios tomó consigo mismo de ser una presencia liberadora en medio de nosotros. El nombre de Yavé es como el resumen de la Biblia. El es la raíz de la fe, de la esperanza y del amor de los pobres y oprimidos. El es la fuente de la libertad y de la paz.

e. En el desierto comienza la formación del Pueblo de Dios
El grupo de Moisés, salido de Egipto, se fortalece en el desierto y, bajo el liderazgo de Josué, entra en Canaán. Allá encuentra la misma situación de opresión contra la cual se había ya rebelado al salir de Egipto. En Canaán encuentra a otros hermanos oprimidos, deseosos también de liberarse del yugo de la esclavitud. El grupo de Moisés trae la alternativa largamente esperada. Su fe en Yavé, Dios único y liberador, derrumba la ideología del sistema opresor de los reyes de Canaán. Además, su nueva organización social ofrece una salida concreta que moviliza y anima a los oprimidos de Canaán. ¿En qué consistía esta nueva organización social?

La lucha contra el faraón hizo que el grupo de Moisés se organizara en un sistema que impedía el regreso a la esclavitud: bajo la sugerencia de Jetró, su suegro, Moisés descentraliza el poder (Ex 18, 17-26); se impide la acumulación de alimentos (Ex 16, 19-21), a no ser en caso de necesidad (Ex 16, 22-23); la organización se hace igualitaria en forma de tribus, sin poder central (Núm 1 y 2).
Así organizados, el grupo entra en Canaán. Allá recibe la adhesión de los oprimidos y se inicia una larga lucha contra el sistema de los reyes de Canaán, descrita en el libro de los Jueces. La lucha no fue contra los habitantes de la tierra de Canaán, sino más bien contra los reyes y su sistema opresor. La destrucción de Jericó con sus murallas representa esta lucha contra los reyes, pues lo reyes vivían en las ciudades, desde donde explotaban a los campesinos. La Biblia habla también de las alianzas que Josué hacía con la población local.

Se creó así una mística de lucha que exigía cambio y conversión. Para poder formar parte del Pueblo de Dios era necesario rechazar el sistema de opresión y comprometerse en la lucha por una sociedad más fraterna. Era necesario rechazar a los falsos dioses y creer en Yavé, Dios vivo y verdadero, Dios liberador.
Con la entrada del grupo de Moisés, la situación en Canaán comienza a fermentar en la base. Un viento nuevo empieza a soplar. Los campesinos, los seminómadas y otros se unen al grupo de Moisés y de Josué, aceptan al Dios Yavé y se comprometen con la nueva forma fraterna de vivir. ¡Comienza a nacer y a organizarse el Pueblo de Dios!
Durante 200 años ellos lograron mantener con altibajos esta lucha. Fue del año 1250 hasta más o menos 1050 antes de Cristo. No llegaron a realizar del todo el ideal que tenían en mente, pero llegaron a hacer una buena parte del camino. Ellos eran en aquella situación la expresión de lo que Dios quería para todos los hombres.

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