Su Costado abierto, la gran prueba de su Amor  Pbro. Ángel Luis Lorente, Capellán del Monasterio de la Visitación de Santa María.

Su Costado abierto, la gran prueba de su Amor Pbro. Ángel Luis Lorente, Capellán del Monasterio de la Visitación de Santa María.

Su Costado abierto, la gran prueba de su Amor

Pbro. Ángel Luis Lorente, Capellán del Monasterio de la Visitación de Santa María.

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Con ocasión de los 150 años de la fundación de la Guardia de Honor, me pidieron el favor de escribir algunos párrafos, sobre el Sagrado Corazón de Jesús y su vinculación con la Guardia de Honor… Obviamente no decliné esta invitación, por el contrario sentí satisfacción de poder dejar mi aportación para ustedes, y sobre todo mi tributo y agradecimiento a Jesús. Al fin, ¡He recibido tanto, y retorno tan poco!

 

Si les pregunto: ¿Creen que Jesús se enfermo alguna vez? Estoy seguro que unánimemente me dirán: ¡Por supuesto que no! Pues, permítanme decirles que hay un Santo, y muy cercano a nosotros que desmentirá eso.

“…Cuando muere algún príncipe o cualquier otro gran señor de una muerte controvertida, -recuerdo que comenta San Francisco de Sales en uno de sus sermones-, se tiene la costumbre de abrir de inmediato el cadáver a fin de conocer la enfermedad que le causó la muerte. Ahora bien, habiendo muerto el Señor con la muerte del amor sobre el árbol de la Cruz, quiso que fuera abierto  su costado para hacernos ver que verdaderamente había muerto, con la muerte causada por el grandísimo amor que nos tenía, y de esta forma provocar nuestro amor hacia Él. Y para demostrarnos que no habían sido los tormentos, sino el amor el que le quitó la vida, antes de expirar pronunció estas palabras: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Además, lo hizo con una voz tan alta y firme, que parecía que no moriría en ese instante, y fue entonces, cuando para verificar su muerte, el soldado lo hirió con la lanza y le abrió el costado en la parte del Corazón. Esta herida del costado demostró que estaba verdaderamente muerto, pero de la enfermedad la enfermedad de su Corazón, es decir, del amor de su Corazón por nosotros”

 

Así es: ¡Jesús estuvo enfermo, enfermo de Amor! ¡Loco de Amor por ti! ¡Apasionado del hombre! Tanto que le llevó a pagar nuestra deuda. Una deuda de traición pagada a precio de Amor. Una deuda de pecado pagada a precio de Sangre.

 

La razón de ser de la Guardia de Honor, es ésta: ¡Ser adoradores e imitadores del Amor del Corazón de Jesús, que se ha dejado traspasar por ti. Y no puede ver honor más grande que este!

 

Los Guardias de Honor, verdaderos adoradores, en espíritu y en verdad, estamos llamados a caminas a ciegas, olvidados totalmente de nosotros mismos, y guiados únicamente por Aquel que tanto nos ama. Y con un amor, -como nos recordaba Santa Margarita María de Alacoque- “Que consiste en la entrega total y el olvido de sí misma. Dejaos a vos y lo hallaréis todo. Olvidaos de vos y Él pensará en vos. Abismaos en la propia  nada y le poseeréis a Él. ¿Y quien hará todo esto? Sólo el amor que hallaréis en el Sagrado Corazón; no solamente debéis ir a buscar reposo y soledad, sino también a rogarle que sea Él vuestro principal director y guía, que os diga qué es lo que pide de vos y que os dé fuerzas para ejecutarlo con perfección”

 

La razón de ser Guardia de Honor del Sagrado Corazón. Así se expresa en el Escudo que te identifica: Ese Corazón “traspasado”, y del que brota constantemente esa “Llama de Amor viva” Y así lo profesaste el día de tu consagración: “Yo ofrezco y consagro al Sagrado Corazón…: No quiero servirme de ninguna parte de mi ser más que para amarte, honrarte y glorificarte…”

 

La vida del Guardia de Honor, no tiene sentido sin Cristo, sin su Amor y dice con San Agustín: “Nos has creado Señor para Ti, y mi corazón está inquieto hasta que descanse en TI”.

 

Hay un pueblecito alemán, que quedó prácticamente destruido durante la segunda Guerra Mundial, tenía una Iglesia un crucifijo, muy antiguo, de las que las gentes del lugar eran muy devotas. Cuando iniciaron la reconstrucción de la Iglesia, los campesinos encontraron esa  magnífica talla, sin brazos, entre los escombros. No sabían muy bien que hacer: unos eran partidarios de colocar el mismo crucifijo – era muy antiguo y de gran valor- restaurado, con unos brazos nuevos; a otros les parecía  mejor encargar una réplica del antiguo. Por fin,  después de muchas deliberaciones, decidieron colocar la talla  que siempre había presidido el retablo, tal como había sido hallada, pero con la siguiente inscripción: “Mis brazos son ustedes”…Así se  puede contemplar hoy sobre el altar. Así pues,  queridos hermanos de la Archicofradía de la Guardia  de Honor, ustedes son ahora los brazos de Dios en el mundo,  pues Él ha querido tener necesitad de ti. Ustedes están llamados a darle todo a Cristo, darle el “corazón” (pues quien da el corazón lo da todo) para que Él siga amando y perdonando hoy al mundo.

 

Feliz 150 aniversario a todos. Que el Sagrado Corazón de Jesús les siga colmando de gracias.

Amén.

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