Nuestro bautismo la raíz de nuestra riqueza católica Lc 3, 15-16; 21-22.

Nuestro bautismo la raíz de nuestra riqueza católica Lc 3, 15-16; 21-22.

Nuestro bautismo la raíz de nuestra riqueza católica Lc 3, 15-16; 21-22.

Celebramos un año litúrgico estupendo como Iglesia, reunidos en la santa eucaristía vivimos momentos maravillosos, primeramente: festejaremos el bautismo de nuestro Señor Jesús, en segundo lugar: la acción del espíritu santo y por último: nos regocijaremos en el cuerpo y sangre de nuestro Señor que nos proyecta hacía esa vida plena. A través de su palabra nos invitará a re valorar nuestro bautismo y lo que implica ser católico, para el comentario, citamos todo en su texto y posteriormente se hará el comentario más pertinente:


EN aquel tiempo, el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a todos: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego».
Y sucedió que, cuando todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos, bajó el Espíritu Santo sobre él con apariencia corporal semejante a una paloma y vino una voz del cielo:
«Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco».

Podemos dividir en 3 partes este comentario: 1) la expectativa de una mejor vida; 2) valorar nuestro bautismo y 3) permitir que el espíritu santo nos guíe.

1.- La expectativa de una mejor vida.

México vive crisis política, económica, social, religiosa y desde luego en la familia, buscamos un cambio como mexicanos, nuestro sistema interpersonal nos hace gritar: “ya basta”, necesitamos una restauración y renovación para poder cambiar el cauce que llevan nuestras vidas.

La presencia de Juan el bautista para el pueblo de Israel les llena el corazón de esperanza, que Juan pueda ser la respuesta de Dios a sus suplicas de libertad de la opresión romana. Las condiciones humanas no pueden ser más caóticas para el pueblo que es necesario y vital analizar los signos que presenta Dios y parece que Juan es ese líder tan anhelado, sin embargo, las palabras de él mismo confunden a la gente: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego». ¿Acaso hay alguien más que Juan el bautista?, ¿será que él solo viene abriendo camino a la respuesta  de Dios?, ¿Juan sabrá quién es?

2.- Valorar nuestro bautismo.

El bautismo es el que da inicio a nuestra vida católica, a nuestra vida espiritual, a que nos consideremos hijos de Dios, a aceptar a Jesús como nuestro Señor, a formar parte de nuestra Iglesia, a visualizar en los sacramentos una fuente de salvación. Jesús llega y da inicio a todo el plan de salvación de Dios, no se bautiza Jesús para ser católico, o se bautiza para hacer su Iglesia, sino más bien, esa unión perfecta de las tres personas tienen entre sí: también Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos, bajó el Espíritu Santo sobre él con apariencia corporal semejante a una paloma y vino una voz del cielo:
«Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco».

Juan el bautista animaba a una conversión, era tiempo también de cambiar, no solo el imperio romano es el obstáculo, sino más bien, la vida  y aptitud del pueblo estaba en pecado, como se dice por ahí: “al perro más flaco se le cargan las pulgas”. El bautismo es un hecho maravilloso, estar gozando de esos dones y desde luego la acción del espíritu santo debería de ser una forma cotidiana de vivir, siempre bien prendados del espíritu. Quizá nuestras vidas el día de hoy pinte una figura borrosa de un catolicismo porque olvidamos nuestro bautismo, nos quedamos sin raíces. Jesús dejo en el evangelio un momento apasionante, una unión perfecta de las persona de un solo Dios, la pregunta obligada: ¿cómo está mi adhesión con Jesús?

3.-Permitir que el espíritu santo nos guíe.

El problema más grave es la incredulidad que sumerge a muchos católicos, vivir sin el espíritu santo es vivir bajo el régimen del “yo”. El reto de papas y padrinos es enseñar a vivir con el espíritu santo a los bautizados, sobre todo si son pequeños. ¿Cómo recibir órdenes de Dios?, ¿cómo saber que es Dios el que habla y no yo?, Jesús nos deja la forma tan intrínseca en que se mete el espíritu santo: «Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco». Profundiza ese momento donde lo divino invade aquel lugar, la luz es tan intensa que parece una paloma que con sus alas cubre toda aquella atmosfera, así la vida del hombre es tomada y llena de la luz del Espíritu. ¿Qué dependencia hay con el espíritu?, ¿cuánto nos dejamos guiar por él.

En conclusión.

Es necesario recuperar nuestras raíces católicas, nuestra pertenencia a Dios, a la Iglesia, para poder sentir aquellas palabras que estremecen a todo bautizado: «Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco». Es urgente cuestionarse: ¿qué significa ser católico?, no una respuesta simple como: “universal”, eso precipita una pobre respuesta que desencanta.

Quizá el poder de analizar con sinceridad nuestra vida como católico nos muestre lo que hemos dejado de hacer.México urge a que cambiemos y que mejor que sea la fe que nos cambie, no situaciones adversas como la que se está viviendo, o vicios que necesiten ser tratados para cambiar. Hoy el espíritu santo nos puede ayudar cambiar y a tener una vida llena de unción y satisfacciones

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