Tres Epifanías del Señor. Hora Santa

Tres Epifanías del Señor. Hora Santa

Tres Epifanías del Señor. Hora Santa

Parroquia de San Pío X

 

Canto. Cantemos al  Amor de los amores

Recemos la Estación al Santísimo Sacramento…

 

Jesús en tu manifestación a todo el  mundo de tu realeza, de que tu eres el Salvador y el Dios a quien debemos de adorar concédenos la gracia de que vivamos siempre reconociéndote como Dios, como Rey y como Salvador y que fuera de ti, nada tenderemos. Amén.

 

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo (11, 25-27)

Tomando  Jesús la palabra, dijo: “Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Si, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi padre, y nadie conoce al Hijo sino al padre, ni al Padre le conoce nadie sino el Hijo, y aquel a quien se lo quiera revelar.

Palabra del Señor.

Releemos y meditamos en silencio.

 

Canto.

Cuando miro a tu Santidad, cuando siento tu gran amor, cuando todo lo que me rodea se aclara con tu luz, encuentro gozo en mi corazón y Tú reinas en mi voluntad, cuando todo lo que me rodea se aclara con tu luz

//Te adorare, te adorare, yo vivo por ti y te adorare//

 

Leemos atenta y pausadamente.

Hoy queremos ver la Epifanía o manifestación del Señor, a la luz de la Eucaristía. Sabemos que esta manifestación de Cristo fue  triple. En los Magos de Oriente se manifiesta a los pueblos gentiles; en el  Jordán, al pueblo de Israel; en Cana, a los discípulos.

Después, se nos manifiesta a cada uno, según su divina elección, aunque es cuestión de adivinar, con corazón sencillo y humilde, dónde está esa manifestación del Señor, ya que solo los “puros de corazón, los sencillos, son los que ven a Dios”.

Los Magos son el modelo de la fe, que triunfa de todos los obstáculos hasta reconocer y adorar a Cristo como el Enviado de Dios y el Rey del Universo (Mt 2, 1-12)

El Jordán nos muestra a Jesús lleno del Espíritu Santo, que lo consagra como “El Cristo”, y que arranca al Padre aquella voz llena de emoción divina: “¡Este es mi Hijo, el  amadísimo!” (Mt 3, 13-16)

Caná nos hace ver a Jesús como el Esposos de la Iglesia, a la que regala el vino nuevo del Reino, pregusto el banquete que le prepara en la eternidad (jn 2, 1-11)

En la Eucaristía vemos como Jesús se nos manifiesta cada día  a nosotros y como se muestra, se da al mundo.  Como lo Magos, nosotros adivinamos por la fe la presencia real de Jesucristo en la Hostia consagrada. ¿Dificultades?… Con el don de la fe recibido de Dios, con nuestra humildad que nos discute lo que Dios le propone; con nuestra generosidad para vencer todas las dificultades que se nos oponen para venir a adorar y recibir al  Señor, nosotros creemos que entre los humildes velos sacramentales esta el Señor.

Como en el Jordán, al recibir a Jesús, al apegarnos a Él en el Sagrario, adivinamos cómo el Padre, que en nosotros no ve más que a su Jesús, dice con júbilo divino: ¡Qué Hijo, qué hija que tengo!…

Como en Caná, aquí nos saciamos y embriagamos en la mesa del banquete, con un Jesús que es nuestro anfitrión y que nos colma con el manjar celestial de su Cuerpo y de su Sangre. Nosotros le correspondemos al Señor dándole con humilde gozo los dones de nuestra pobreza, el oro de nuestro amor, el incienso de nuestra oración, y la mirra de nuestro sacrificio cuando nos hacemos una hostia con Él.

 

 Todos. Yo, Señor Jesús, no puedo decir que no te conozco. Tú te me has manifestado de muchas maneras, lo que necesito e fe para descubrirte donde estas, oigo tu voz, como los Magos, dame fe para seguirte, aunque me cueste sacrificio el caminar en pos de tus huellas. Haz que te descubra en mi corazón, en el que vives Tú, y por Ti hago feliz al Padre, que se enorgullece de mí. Embriagarme con tu sangre, vino generoso del Reino, para que no anhele más placer que el de tu gracia, hasta que me siente en la mesa del banquete celestial.

 

Contemplemos                                              Respondemos salmodiando

Jesús, que te manifiestas a los humildes y sencillos.

-Señor, dame fe, dame amor.

Jesús, vida eterna para quienes te conocen y te aman.

-Señor, dame fe, dame amor.

Jesús, ábreme los ojos para que vea tu estrella.

-Señor, dame fe, dame amor.

Jesús, hazme salir de mi para buscarte.

-Señor, dame fe, dame amor.

Jesús, que, al hallarte, me dé a ti con generosidad

-Señor, dame fe, dame amor.

Jesús, que sepa darte el oro de mi amor.

-Señor, dame fe, dame amor.

Jesús, que te ofrezca el incienso de mi oración.

-Señor, dame fe, dame amor.

Jesús, que no te niegue la mirra de mi sacrificio.

-Señor, dame fe, dame amor.

Jesús, el amado del Padre, que me enamore de ti.

-Señor, dame fe, dame amor.

Jesús, que cautivaste a los primeros discípulos.

-Señor, dame fe, dame amor.

Jesús, que nos ofreces el vino del nuevo amor.

-Señor, dame fe, dame amor.

Jesús, que nos llamas e invitas al banquete eterno.

-Señor, dame fe, dame amor.

 

Señor Jesús, Tú nos dijiste que la vida eterna es conocer al Padre y conocerte a ti, su Enviado. Yo te conozco, pero quiero conocerte más y mejor. Por tu Espíritu Santo, revélame al Padre, ya que solo Tu eres el que lo conoces y nos llevas a Él. Yo te quiero conocer, Jesús, camino, verdad y vida. Madre María, unida siempre a Jesús y que penetraste en sus misterios como nadie pudo adentrarse jamás en ellos. Enséñame a conocerlo profundamente y a amarlo como lo conocías y amabas Tú. Igual que en Cana, me dices que vaya a Jesús para hacer lo que Él me diga, sabiendo que me quiere llenar de su amor.

En mi vida. “Si buscas en todo a Jesús, encontraras ciertamente a Jesús”,  nos dice la imitación de Cristo. Sin conocerlo, pero guiados por la fe, lo buscaron los Magos, y lo hallaron. Juan oyó la voz del Padre sobre Jesús en el Jordán, y creyó en Él. Los discípulos vieron el vino nuevo en Cana, y se acrecentó la fe en el Maestro… ¿Es así mi fe?¿No dudo muchas veces del Señor?¿No me cuesta aceptar su palabra con sencillez, sobre todo cuando se presenta la prueba?…Y hallando Jesús, ¿Le doy como los Magos todo el amor de mi corazón?¿Le sigo sin más, como los primeros discípulos del Jordán?¿Tengo bastante con el vino embriagante de su amor?…

 

Canto

Yo te amo, yo te amo, mi Señor Jesús. Yo te amo, yo te amo, mi Señor Jesús.

//Levanto mis manos en tu nombre mi Señor, yo te amo a ti// yo te amo a ti.

 

Oremos

Dios y Señor, que iluminas nuestra existencia con la manifestación de tu Hijo a todas las gentes, escucha nuestro clamor:

Que todos los pueblos te bendigan y te aclamen

Señor Jesucristo, que tu Iglesia, iluminada por ti, lleve tu Evangelio a todas las gentes,

-Te lo pedimos escúchanos.

Señor Jesucristo, que todos los bautizados sintamos la alegría del Padre porque nos reconoce como hijos e hijas suyos,

-Te lo pedimos, escúchanos.

Señor Jesús, que al brindarnos el vino nuevo de tu Reino, nos embriaguemos dichosamente de las delicias del Espíritu Santo,

-Te lo pedimos, escúchanos.

Señor Jesucristo, que los hermanos nuestros que viven alejados porque no han sabido o no han podido vencer las dificultades de la vida, confíen en ti, que los amas, lo esperas y  prestas tu ayuda,

-Te lo pedimos, escúchanos.

Señor Jesucristo, admite en el banquete gozoso de la Gloria a los hermanos difuntos que nos dejaron,

-Te lo pedimos, escúchanos.

 

Cantamos el Padre nuestro…

 

Señor Sacramentado, la estrella de la fe nos guía hasta tu Sagrario, donde Tú nos esperas, como los Magos, para adorar y complacer contigo al Parre y embriagarnos con el vino nuevo de tu amor. Te ofrendamos cuanto tenemos y somos, como te das Tú a nosotros con todos tus bienes. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

 

Escuchemos con atención.

1. San Francisco de Borja en una Iglesia cualquiera, siempre con los ojos bajos, y, con un instinto certero, sin mirar tan siquiera la lamparita roja, se dirigía derechamente al Sagrario, donde se encontraba infaliblemente con Jesús allí presente.

2. El valiente capellán militar Padre William Doyle estaba en el frente de Bélgica durante la primera Guerra Mundial, enero de 1916, frio glacial, con viento y lluvia cerrados al llegar a Bordón, en pleno campo de operaciones, encuentra una capilla católica, con una lamparita roja dentro, que se lo dice todo…Sin pedirla, el sacerdote le entrega la llave para que la use cuando quiera. “Me parece que ahora comprendo lo que sentiría la Virgen cuando encontró a su Hijo en el templo. Soy feliz, porque tengo a mi Dios y a mi todo… Nada del mundo puede ocupar su lugar. La vida me parece que ha cambiado completamente”.  Y hablabas de aquella vida horrible de trincheras en el frente de la guerra…

 

Meditemos en silencio lo que leímos.

 

Oremos por todas las necesidades del mundo, muy en especial por todas aquellas personas que nos piden oración.

 

¡Unidos en la Eucaristía!

 

 

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