El Bautismo del Señor, manifestación del Amor divino. Hora Santa

El Bautismo del Señor, manifestación del Amor divino. Hora Santa

El Bautismo del Señor, manifestación del Amor divino. Hora Santa

Parroquia de San Pío X

 

Se reza la Estación del Santísimo Sacramento…

Jesús obediente, humilde, generoso, ayuda a nuestro corazón a que te imite para que podamos experimentar todo el amor que Dios nos tiene, que agradezcamos desde los profundo de nuestro ser  todo el amor, toda la compasión, toda la misericordia que nos tienes. Amén.

 

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 3, 13-17                                           De pie.

En aquel tiempo, Jesús llego a Galilea al río Jordán y le pidió a Juan que lo bautizara. Pero Juan se resistía, diciendo: “Yo soy quien debe ser  bautizado por ti ¿y Tú vienes a que yo te bautice?” Jesús le respondió: “Haz ahora lo que te digo, porque es necesario que así cumplamos todo lo que Dios quiere” Entonces Juan accedió a bautizarlo.

Al salir  Jesús del agua, una vez bautizado, se le abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios, que descendía sobre él en forma de paloma y oyó una voz que decía desde el cielo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo mis complacencias”.

Palabra del Señor.

Releemos  en  silencio y  en voz alta compartimos la frase que más nos guste.

 

 

Canto.

//Bautízame Señor con tu Espíritu// Bautízame, Bautízame Señor

// Y déjame sentir el fuego de tu amor, aquí en mi corazón Señor//

 

 

Tú eres mi  hijo amado, mi hija amada.

Habitar en la casa del amor.  Anselmo Grün

Un intento de hacerme consciente del amor de Dios fue para mí la meditación del bautismo de Jesús. Jesús desciende al Jordán, al agua rebosante de la culpa de las numerosas personas que habían recibido el bautismo de las manos de Juan. Cuando desciende, se abre sobre él el cielo. Y Dios le dice: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco” También esta afirmación de que somos  hijos e hijas amados de Dios la oímos  hoy hasta la saciedad en consideraciones espirituales. Pero en la mayoría de los casos estas palabras nos resbalan. Son correctas, pero no surten efecto alguno.  Siempre es un don que estas palabras lleguen al corazón de manera que este se sienta realmente amado,  sanado y transformado por el amor.

Una mujer tenía fuertes dudas acerca de si misma y se despreciaba continuamente, me contaba que nunca había podido creer que Dios la amaba realmente, aún cuando lo había leído en muchos textos de la escritura. Pero cuando un sencillo  sacerdote de pueblo habló en su homilía de que Dios la amaba  incondicionalmente a cada uno, aquello llego al corazón. Y se sintió curada de aquella actitud  despectiva con respecto a si misma. Tenemos que declararnos unos a otros que somos amados, para poder creerlo. Limitarse a decírnoslo a nosotros mismos con insistencia, no sirve casi nunca de nada.

En la meditación he experimentado la realidad de este amor cuando la pronuncio conscientemente   dentro de mi miedo, de mi oscuridad, de mi inconsciente, al reino de las sombras en cuyo  interior he reprimido todo cuanto rehúye la luz del día, lo que no me gustaría contemplar a plena luz. Para mí, una hermosa imagen del bautismo de Jesús es que el cielo se abrió precisamente   en el momento en que descendió a las profundidades del Jordán. El cielo también quiere abrirse    sobre los abismos de la psique. Pero debo reunir el valor necesario para descender a esos abismos interiores, con el fin de oír esas palabras allí, en lo profundo, con una resonancia nueva: “Tu eres mi hijo (a) amado (a)”, solo cuando he pronunciado dentro de mi vida concreta esas palabras,  que soy hijo amado, logran estas afectarme en lo más profundo  y darme paz interior. Todas las palabras  sobre el amor de Dios nos resbalan cuando no llegan hasta las experiencias de nuestra vida cotidiana. Esto es lo que, a mi parecer significa el requerimiento de mi sueño: “Encamina a la gente con prudencia hasta el amor de Dios Trino”.

Jesús al descender ora intensamente, que el cielo se abre sobre él, este es también un anhelo profundo en mi, poder orar de manera que se abra sobre mí el cielo, que el amor de Dios resplandezca en las profundidades de mi inconsciente, en los abismos de mi culpa. También anhelo poder orar por otros de manera que el  cielo se abra sobre ellos. Orar significa abrir el cielo sobre la gente para que esta  pueda experimentar la relación con Dios como su verdadera salvación.

Jesús oye procedente del cielo abierto, la voz de Dios a él dirigida. Este es también mi más profundo anhelo, ser hijo amado de Dios, no solamente ser respetado y amado por los seres humanos, sino por Dios, el fundamento originario de todo ser,  el  Creador del mundo. Para muchos el amor de Dios apenas  sirve  de consuelo  si no reciben amor alguno de sus semejantes. Pero si me limito a consolarme con el amor de Dios, porque no amo a nadie y nadie me ama, ese amor no será eficaz en mi. No me llegara al corazón. Pero por otro lado, tampoco puedo vincular  exclusivamente la experiencia del  amor  de Dios con la experiencia del amor humano, porque entonces estaría    absolutizando la meditación  humana de ese amor.  Y volvería hacerme dependiente de una persona,  pues solo me sentiría amado por Dios cuando esa persona me amase. Sin darme cuenta mezclo mis propias proyecciones con la experiencia del amor. Hacerme totalmente dependiente del amor de una sola persona va en contra de mi propia dignidad. Es verdad que el amor de Dios se  transmite a menudo a través de personas humanas, pero va mucho más allá de ellas. La experiencia  del amor divino, me libera de la fijación en una persona, del aferramiento a su amor, de las expectativas exageradas que pongo en ella. El otro puede transmitirme ese amor. Pero el  no es el amor divino.

Solo alcanzo a entender lo que el amor de Dios puede desencadenar en m i cuando considero mis propias experiencias de amar y ser amado, mis experiencias de amor logrado y amor fracasado, mi profundísimo anhelo de un amor abarcante e  incondicional. Y el amor de Dios solo puede fascinarme como el de un semejante cuando me expongo a ese amor. Exactamente igual  que el amor humano, el amor de Dios necesita gestos de ternura. Para mí, un gesto tierno, es el viento que acaricia suavemente mi piel, la flor que me mira, el sol que me calienta, la dulce luz del atardecer que todo lo envuelve con una luminosidad acogedora.  Por si solos el sol y el viento no pueden suscitar esta experiencia del amor divino. Pero si creo en este amor, un cálido rayo de sol puede transmitírmelo cuando me expongo al sol y al viento con todos mis sentidos y en ellos me dejo tocar por Dios mismo.

Hacemos unos momentos de silencio, medita,  deja que estas palabras penetren en tu interior y  oramos  espontáneamente de acuerdo a lo que leímos.

 

Canto

//Yo te amo, yo te amo, mi Señor Jesús//

//Y levanto mis manos,  en tu nombre mi Señor, yo te amo a Ti//

//Yo te amo a Ti, yo te amo a  Ti//

 

Oremos a María Santísima

Madre del verdadero amor, intercede por nosotros para podamos recibir generosamente el amor  que  Dios  nos ofrece día a día en los pequeños detalles de la vida cotidiana, que nuestro corazón se sensibilice para que dejándonos  llenar por Dios y nos demos a los demás. Amén.

1er Misterio. Jesús es presentado como ungido el lleno del Espíritu Santo. Así como su vida terrena había comenzado por obra del Espíritu Santo, así ahora su vida apostólica comienza  con una especial  intervención del mismo Espíritu, de él es poseído totalmente  y de él es guiado al cumplimiento de su misión.

Pidamos que seamos poseídos y guiados por el Espíritu en nuestra vida.

2do. Misterio. De modo análogo sucede con el cristiano, por el bautismo nace a la vida en Cristo por la intervención del Espíritu santo que lo justifica y renueva en todo su ser, formando en él a un hijo de Dios. Toda la vida del cristiano se desenvuelve bajo el influjo del Espíritu  Santo.

Oremos al Espíritu Santo nos forme como hijos de Dios que somos.

3er. Misterio. Naturalmente el Señor no tenía necesidad de ser bautizado, sin embargo se dirige al Jordán uniéndose a los que iban a pedir el bautismo de penitencia e incite ante Juan “Déjame obrar ahora, pues conviene, que cumplamos toda justicia”

Oremos pidiéndole a nuestro Señor hagamos la Voluntad de Dios.

4to. Misterio. La justicia que Jesús quiere cumplir es el cumplimiento perfecto de la voluntad del Padre y como respuesta a este gesto tan humilde de Jesús que lo coloca a la par de los pecadores, el Padre revela al mundo su dignidad de Mesías y el Espíritu Santo desciende sobre él en forma visible.

Pidamos  la gracia de ser  humildades en nuestra  vidas.

5to. Misterio. Condición indispensable al cristiano para hacer fructificar la gracia bautismal y para dejarse guiar por el espíritu Santo es la humildad que le hace buscar en todo la voluntad de Dios, por encima de toda ganancia personal.

Pidamos con insistencia la humildad para nuestras vidas.

 

 

Recemos la Corona de la Misericordia

Ofrezcamos la coronilla para que la humildad nos haga buscar en todo la voluntad de Dios, por encima de toda ganancia personal.                                   De rodillas

                    Padre nuestro…Ave María… Credo…

En  las cuentas grandes antes de cada decena.

Padre eterno, te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de tu amantísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, como propiciación por nuestros pecados y los del mundo entero.

En las 10 cuentas pequeñas de cada decena.

Por su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.

Jaculatoria para rezarse al final de cada misterio.

Oh Sangre y Agua que brotasteis del Sagrado Corazón de Jesús como una fuente de Misericordia para nosotros, Confiamos en Ti

Doxología final después de las cinco decenas.

Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros y del mundo entero ( veces)

 

Permanezcamos en Silencio unos momentos

 

Escuchemos lo que nos dice hoy el Señor:

“Este es mi hijo muy amado en quien tengo mis complacencias”.

 

Oremos todos unidos.

Del mismo modo que tu, Cordero inocente,  te  presentaste a Juan en actitud de pecador, atráenos a nosotros a las aguas  del Jordán.

Allí queremos ir para confesar nuestros pecados y purificar nuestras almas y como los cielos abiertos anunciaron la voz del Padre que se complacía en ti. Oh Jesús, también nosotros, superada victoriosamente la prueba, podamos en los albores de tu Resurrección, escuchar en la intimidad de nuestro corazón la misma voz del  Padre celestial que reconozca en nosotros a sus hijos.

Juan XXIII

 

 

Canto

Hay anhelo que solo tú puedes llenar, una tormenta que solo tú puedes calmar sediento estoy Señor por conocerte más, y beber del rio que fluye ante ti.

Quiero amarte con el más profundo amor, acércate oh Cristo y abrázame

Quiero amarte más profundamente oh Señor, más de lo que antes te ame.

Hoy te quiero amar con el más profundo amor.

 

Cada mañana oh Señor te buscare y con tu Espíritu  tu gracia encontrare, en ti  he encontrado esperanza eterna, en tu presencia por siempre estaré.

 

¡Unidos en la Eucaristía !   

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