Vía Crusis. En 1862, el Papa Pío IX, bendijo las revelaciones de Jesús a Santa Brígida y al año siguiente, el Congreso de Malines las recomendó.

Vía Crusis. En 1862, el Papa Pío IX, bendijo las revelaciones de Jesús a Santa Brígida y al año siguiente, el Congreso de Malines las recomendó.


Vía Crusis. En 1862, el Papa Pío IX, bendijo las revelaciones de Jesús a Santa Brígida y al año siguiente, el Congreso de Malines las recomendó.


Por la señal de la Santa Cruz.

Ven Espíritu Santo, LLena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Envía tu Espíritu y todo será creado.
Y renovarás la faz de la tierra.

Oremos:
Oh Dios, que instruiste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo, concédenos que animados y guiados por este mismo Espíritu, aprendamos a obrar rectamente siempre y gocemos de la dulzura del bien de sus divinos consuelos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Así sea.


PRIMERA ORACIÓN
Padre Nuestro y Ave María

¡Oh Jesús mío! ¡Oh eterna dulzura para los que te amamos! ¡ Oh gozo supremo que supera todo gozo y deseo! ¡ Oh salvación y Esperanza de nosotros viles pecadores! infinitas pruebas nos has dado que tu mayor deseo es estar siempre con nosotros; y fue este sublime deseo ¡ Oh bendito amor! el que te llevo a asumir la naturaleza humana.

Oh verbo encarnado, recuerda aquella Santa Pasión que abrazaste por nosotros y para cumplir con el divino plan de reconciliación de Dios con su creatura.

Recuerda Señor tu última cena, cuando rodeado de tus discípulos y después de haberles lavado los pies, les diste tu precioso Cuerpo y Sangre.

Recuerda también cuando tuviste que consolarlos al anunciarles tu ya próxima Pasión.
Es en el Huerto de los Olivos, oh Señor, donde se escenificaron los peores momentos de tu Sagrada Pasión, porque fuiste invitado por la más infinita de las tristezas y por la más dolorosa de las amarguras, que te llevaron a exclamar todo lleno de horror y de angustia: Mi alma esta triste hasta la muerte. Tres horas duró tu agonía; y todo el miedo, angustia y dolor que padeciste allí, ¡fueron tan grandes! que te causo sudar sangre copiosamente.

Aquello escapaba a toda descripción, hasta tal punto que sufriste más allí, que en el resto de tu Pasión, porque ante tus divinos ojos, desfilaron aquellas terribles visiones de los pecados que se cometieron desde Adán y Eva, hasta aquellos mismos instantes y los pecados que se estaban cometiendo en aquellos momentos, por toda la faz de la tierra y los que se cometerían en el futuro, ¡siglos enteros! ¡ hasta la consumación de los tiempos!.

Pero, oh amor que todo lo vence, a pesar de tu temor humano, así contestaste a tu Padre: ¡ No se haga mi voluntad sino la tuya!, e inmediatamente, tu Padre envió aquel precioso Ángel para confortarte… Tres veces oraste y al final llegó tu discípulo traidor, Judas ¡Cuánto te dolió aquello!. Fuiste arrestado por el pueblo de aquella nación, que Tu mismo habías escogido y exaltado. Tres jueces te juzgaron, falsos testigos te acusaron, cometiendo la humanidad el acto más injusto de su historia: ¡condenando a muerte a su Autor y Redentor! a Aquél que venía a regalarnos la vida eterna!.

Te despojaron de tus vestiduras y te cubrieron los ojos e inmediatamente, aquellos soldados comenzaron a abofetearte y llenarte de escupitajos y golpes llovieron en contra a tu delicado cuerpo.

Y te retaban a que les dijeras, quién era el que te lo hacía. De repente, aquella corona de espinas, te la incrustaron en la cabeza, mutilandotela de mala manera, rompiendo carne, venas y nervios.
Para completar la mofa, a tu condición de Rey, te dieron un cetro, una vulgar caña que te colocaron en tus sagradas manos.

Oh sublime enamorado de nuestras almas, recuerda también cuando te ataron a la columna. ¡Cómo te flageló aquella gente!… No quedó lugar alguno en tu maravilloso cuerpo que no quedará destrozado, bajo los golpes de los látigos, otro cuerpo humano, hubiese muerto con menos golpes… la escena era terrible: ¡huesos y costillas podían verse! cuanta furia desatada contra el hombre-Dios.

Oh Jesús mío, en memoria de aquellos crueles tormentos que padeciste por mi antes de la crucifixión, concédeme antes de morir, un verdadero arrepentimiento de mis pecados, que pueda satisfacer por ellos, que haga una Santa Confesión, que reciba el velo Eucarístico y así alimentada mi alma, vuele yo hacía Ti. Así sea.

SEGUNDA ORACION
Padre Nuestro y Ave María

Oh salud y alimento de mi alma, libertad verdadera de ángeles y santos, ¡Paraíso de delicias! recuerda el horror y la tristeza que sufriste camino al lugar donde te guardaba una Cruz, cuatro clavos y los verdugos, cuando toda aquella turba se apretujaba a tu paso, te golpeaba e insultaba impunemente, haciéndote victima de las más espantosas crueldades.

Pero más, te dolía la ingratitud de todos ellos, que los golpes que te infringían, pues era precisamente por el género humano, que llevabas aquella Cruz sobre los hombros destrozados.

Por todos aquellos tormentos y ultrajes, por las blasfemias proferidas contra Ti, te ruego ¡Oh dueño de mi alma! que me libres de mis enemigos, visibles e invisibles y que bajo tu protección logre yo tal perfección y santidad, que merezca entrar en tu Reino. Así sea.

TERCERA ORACION
Padre Nuestro y Ave María

¡Oh dueño de mi existencia! Tú que siendo el Creador del Universo, del Cielo y de la tierra, de ángeles y hombres, a quien nada pueda abarcar o limitar y que todo lo envuelves y sostienes con tu amoroso poder, sin embargo te dejaste matar por tu obra maestra, el hombre, para justificarle ante Ti mismo.

Recuerda cada dolor sufrido, cada tormento soportado por nuestro amor, como cuando los romanos, con enormes clavos, taladraron tus sagradas manos y pies. ¨Que espantosa escena se produjo cuando tuvo que ser estirado sobre la Cruz, para que tus manos y pies llegarán hasta los agujeros previamente abiertos en el madero¨.

Con cuanta furia agrandaron aquellas abiertas heridas, Como agregaron más dolor al dolor, cuando tuvieron que estirar tus sagrados miembros violentamente en todas direcciones, oh Varón de dolores. Recuerda cuando tus músculos y tendones eran estirados sin misericordia, tus venas se rompían y tu piel virginal se desgarraba horriblemente, tus huesos eran dislocados.

Oh Cordero Divino, en memoria de todo lo ocurrido en la colina del Gólgota, te ruego me concedas la gracia de amarte y temerte cada día más y más. Así sea.

CUARTA ORACION
Padre Nuestro y Ave María

Oh Divino mártir de amor, Oh médico celestial que te dejaste suspender en la Cruz para que por tus heridas las nuestras fueran curadas, recuerda cada una de aquellas heridas y la tremenda debilidad de tus miembros que fueron distendidos hasta tal punto, que jamás ha habido dolor semejante al tuyo.

Desde la cabeza hasta los pies eras todo llaga todo dolor, todo sufrieras una masa rota sanguinolenta y aún así llegaste, para sorpresa de tus verdugos, a suplicar a tu Padre eterno perdón para ellos, porque no sabían lo que hacían.

Oh Cristo bendito, en memoria de esta gran misericordia que tuviste, que muy bien pudiste lanzar a todo aquel mundo malvado a los abismos infernales, con un solo acto de tu poderosa voluntad, por aquella tan grande misericordia que superó a tu justicia divina, concédeme una contrición perfecta y la remisión total de mis pecados, desde el primero hasta el último y que jamás vuelva a ofenderte. Así sea.

QUINTA ORACION
Padre Nuestro y Ave María

Oh Jesús, Oh Esplendor de la eternidad, recuerda que cuando contemplaste en la luz de tu Divinidad las almas de los predestinados, que serían rescatados por los méritos de tu sagrada Pasión, también viste aquella tremenda multitud que sería condenada por sus pecados. Cuánto te quejaste por ellos. Te compadeciste, mi buen Jesús, hasta de aquellos réprobos, de aquellos desafortunados pecadores, que no lavarían sus almas con tu Sangre, ni las alimentarias con tu Carne Eucarística.

Por tu infinita compasión y piedad y acordándote de tu promesa al buen ladrón al decirle, que aquel mismo día estaría contigo en el Paraíso, Oh salud y alimento de mi alma, muéstrame esta misma misericordia en la hora de mi muerte. Así sea.

SEXTA ORACION
Padre Nuestro y Ave María

Oh bien mío. Rey muy amado y deseado por mi corazón, recuerda aquella infinita aflicción que padeciste cuando te suspendieron en la Cruz, casi desnudo y tratado como si fueras un criminal común. Oh maniroto, cómo te dolió el ver que tus familiares y amigos te desertaron. Pero allí estaban María y Juan, que permanecieron contigo hasta tu último suspiro. No importando que toda naturaleza humana agonizando estaba y para colmo de tu inmenso amor por nosotros, nos hiciste aquel precioso regalo: nos diste a María como Madre, ¿Cuánto te debo, amado mío, por este sublime regalo? Solo tuviste que decir a María, Mujer, he ahí a tu hijo; y a Juan He ahí a tu Madre.

Oh Rey de la Gloria, por la espada de dolor que traspasó el alma de tu Inmaculada Madre, te ruego, oh dueño mío que te compadezcas de mi en todas mis aflicciones y tribulaciones, que me asistas en cada prueba, especialmente en la hora de mí muerte. Así sea.


SEPTIMA ORACION
Padre Nuestro y Ave María

Oh Rey de Reyes, fuente de compasión que jamás se agota. Recuerda cuando sentiste aquellas tremenda sed por las almas y que te llevó a exclamar desde la Cruz, Tengo Sed, si no solamente tenías sed física, sino sed insaciable por la salvación de la raza humana.

Por este gesto de amor por nosotros, te ruego, oh prisionero de mi amor, que inflames en mi corazón el deseo de tender siempre hacia la perfección en todos mis actos, que extingas en mi concupiscencia de la carne y los deseos de placeres mundanos. Así sea.

OCTAVA ORACION
Padre Nuestro y Ave María

Oh constante dulzura mía, Oh deleite diario de mi espíritu, por el sabor tan amargo de aquella hiel y vinagre que te dieron a probar en lugar de agua, para aplacar tu sed física, te suplico, aplaques mi sed por tu Vivificadora Sangre y mi hambre por tu Redentora Carne, ahora y siempre y que no me falte en la hora de la muerte. Así sea.

NOVENA ORACION
Padre Nuestro y Ave María

Oh Cristo bendito, Oh continuo gozo de mi mente, recuerda aquellos atroces dolores y aquella tremenda soledad que te llevo a exclamar, Padre, oh Padre mío, ¿Porque me has abandonado?

Te contemplo, Oh dulce autor de la vida, todo sumido en aquel mar de amargura y noto también que tu muerte ya se acerca; pero lo que más me espanta, Oh adorado mío, es ver que los judíos, no cesan de insultarte, los ultrajes y blasfemias, parecen que no tienen fin.

A través de las angustias que padeciste en aquellos terribles momentos finales de tu Pasión, te ruego, Oh enamorado de mi alma, que no me abandones en mis últimos momentos, para que mi alma salvada, pueda demostrarte que también vive enamorada de Ti. Así sea.

DECIMA ORACION
Padre Nuestro y Ave María

Oh Jesús, que eres principio y fin de todo lo creado, virtud, luz y verdad, recuerda que para rescatarnos
permitiste ser sumergido en un abismo de sufrimientos de los pies a la cabeza, y yo, en consideración, a la enormidad de tu sacrificio y por los méritos infinitos de tus sagradas heridas, quiero consagrarme a ti pidiéndote estoy que me enseñes a observar, con el más puro de los amores, tus mandamientos, único camino amplio y seguro para nosotros que te amamos y que nos conducen a Ti. Así sea.

UNDECIMA ORACION
Padre Nuestro y Ave María

Oh Jesús mío, abismo insoldable de misericordia, te ruego en memoria de tus heridas, las cuales penetraron hasta la médula de tus huesos y hasta lo más profundo de tu ser, que me apartes para siempre del pecado, que no te ofenda más.

Reconozco con bochorno, que soy un miserable pecador y que te he ofendido, tantas veces, que temo que tu divina justicia me condene.

No obstante, acudo presuroso a tu misericordia infinita, para que me escondas urgentemente en tus preciosas llagas y así oculto de tu indignado rostro, pueda tu amante corazón una vez más, lavar mis culpas con tu Sangre liberadora, De esta forma adorado mío, tú enojo e indignación cesarán. Gracias. Así sea.

DUODECIMA ORACION
Padre Nuestro y Ave María

Oh Jesús eterna verdad, símbolo de la perfecta caridad y de la unidad, te suplico, que te acuerdes de aquellas multitud de laceraciones, de aquellas horribles heridas que te infringió la humanidad pecadora, que querías salvar. Estabas hecho un guiñapo humano, enrojecido por tu propia sangre. Que inmenso e intenso dolor padeciste en tu carne virginal, por amor a nosotros, Oh dulzura infinita, ¿Que puedes hacer que ya no hayas hecho por nosotros?.

Ayúdame, Oh Señor, a tener siempre presente ante los ojos del espíritu, un fiel recuerdo de tu Pasión, para que el fruto de tus sufrimientos se vea continuamente renovado en mi alma, para que tu amor se agrande cada momento más y más en mi corazón, hasta que llegue aquel feliz día en que he de verte en el Cielo, ser uno contigo, que eres el tesoro y suma total de todo gozo y bondad. Así sea.

DECIMA TERCERA ORACION
Padre Nuetro y Ave María

Oh dulce consuelo de mi alma, maravillosos liberador Rey inmortal e invencible, recuerda cuando inclinando tu adorable cabeza, toda desfigurada por los golpes, la sangre y el polvo del camino, exclamaste: Todo está consumado…

Para entonces, toda tu fuerza mental y física, habiéndose agotado totalmente.

Por ese preciso sacrificio y por las angustias y tormentos que padeciste antes de morir, te ruego, Oh buen Jesús, que tengas misericordia de mí, en la hora de mi muerte, cuando mi alma se vea asaltada por inquietudes y angustias, que no tema, que te tenga a Ti a su lado y dentro de mi ser. Así sea.

DECIMA CUATRA ORACION
Padre Nuestro y Ave María

Oh doliente Jesús, Oh incomprensible Segunda Persona de la Trinidad, esplendor y figura de su esencia, recuerda cuando con gran voz entregaste tu alma al Padre: Padre en tus manos encomiendo mi Espíritu.

Tu cuerpo estaba despedazado y tu corazón destrozado, ay, por tus entrañas de misericordia, estaban aún abiertas para redimirlos, Así expiraste, Oh amor infinito.

Por tu mente, tan preciosa, te suplico, Oh Rey de Santos y Arcángeles, que me confortes y me ayudes a resistir al mundo con sus errores, a satanás con sus perfidias y a la carne con sus vicios, para que asi muerto a los enemigos de mi alma, viva solamente para ti. Por eso te ruego, Oh sublime conquistador, que a la hora de mi muerte, recibas a esta pobrecita alma que te adora, a este desterrado que sólo quiere regresar a ti. Así sea.

DECIMA QUINTA ORACION
Padre Nuestro y Ave María

Oh vencedor de la muerte, Vid verdadera y fructífera. Recuerda aquel torrente de sangre que brotaba de cada parte de tu bendito cuerpo, igual que la uva, cuando es exprimida en el lagar. Desde el lugar de la flagelación, y a través de las calles de Jerusalén, por toda aquella vía dolorosa, hasta la colina sagrada, tu sangre derramada escribía las más bellas páginas de la historia del Corazón, que más nos ama… el tuyo.

Recuerda cómo la tierra agradecida, pero a la vez espantada recibía tu preciosa sangre. Toda la naturaleza de horror temblaba y los cielos se estremecían… los ángeles y hasta los demonios se sorprendían ante, aquella increíble escena, Todo un Dios moría, ¿Que era aquello?, ¿qué sucedía? aquel primer Viernes Santo, Oh Jesús, abrías el cielo para la humanidad pecadora.

Por tres horas, tu cuerpo colgó d la Cruz. Presentabas un aspecto doliente, triste, todo lleno de saliva, tu sangre, aún manando recorriendo aquella que ya se había secado, que ya había coagulado. Y a todo esto, se adhirió el polvo y la tierra del camino.

Que tristeza y dolor padecieron María y Juan, al contemplar tus cabellos y barba, que ahora daban la impresión que estaban compuestos de alambres, llenos de sangre y de la tierra. Tus oíos, tu nariz, tupidos estaban de sangre. Hasta tus ojos y boca sangraban. En verdad que todos tus sentidos fueron atrozmente atormentados.

Así, inclinaste la cabeza y entregaste el Espíritu… Entonces vino longinos y perforó tu costado, con tanta violencia, que la punta de la lanza casi sale por el otro costado.

Tu Corazón te lo quebrantaron, Oh Jesús mío, ese corazón que tanto nos ama. Y allí broto sangre y agua, las últimas gotas que quedaban… Tu cuerpo colgaba, cual bulto de mirra, la carne destruida, la sustancia marchita, tus huesos resecos…Es entonces, que el sol y las estrellas no dieron su luz, hubieron terremotos, resucitaron muchos muertos y la Naturaleza y los elementos, dieron amplio testimonio de que aquél, era el Hijo de Dios.

Oh maravillosa realidad, escándalo para los infieles, gozo indescriptible para los que te amamos. Ese tu infinito sacrificio, pagó el rescate y al resucitar y ascender gloriosamente al Cielo, dejaste bien abiertas las puertas para aquellos que quisieran seguirte. Oh Señor, por tu amarga Pasión y preciosa Sangre, te ruego traspases mi corazón, para que mis lágrimas de amor, adoración y penitencia, sean mi alimento noche y día.

Has que me convierta totalmente a Ti, que mi corazón sea tu perpetuo lugar de reposos, que mi conversación te sea siempre agradable, que al final de mi vida merezca que graves, Oh Dios de amor, el sello de tu Divinidad en mi alma, para que tanto el Padre, como el Espíritu Santo, te vean bien reproducido en mí y poder así, ser contado entre tus Santos, para alabarte para siempre, por toda la eternidad. Así sea.

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