El Amor a Dios. ” La vigilancia que el Señor pide, se dirige a las dos partes del hombre: al cuerpo para que este prevenido contra la somnolencia: y al alma, para que rechace la pusilanimidad y la Tibieza”.

El Amor a Dios. ” La vigilancia que el Señor pide, se dirige a las dos partes del hombre: al cuerpo para que este prevenido contra la somnolencia: y al alma, para que rechace la pusilanimidad y la Tibieza”.

El Amor  a Dios.  ” La Vigilancia que el Señor pide, se dirige a las dos partes del hombre: al cuerpo para que este prevenido contra la somnolencia y al alma, para que rechace la pusilanimidad y la tibieza”.


 

Todos los bautizados estamos llamados a la Santidad. Jesucristo Nuestro Señor nos eseño: ” Sed vosotros perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto ” ( San Mt 5,48 ).
San Pablo recalcó esta verdad afirmando: ” Ya que él nos eligió antes de la creación del mundo para que fuéramos santos sin mancha en su presencia ” (ef 1,4 ), ” Porque esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación ” ( 1 Tes 4, 3 ).

El Papa Juan Pablo II recordó: ” El Concilio Vaticano II ha pronunciado palabras altamente luminosas sobre esta vocación universal a la santidad. Se puede decir que precisamente esta llamada ha sido la consigna fundamental confiada a todos los hijos e hijas de la Iglesia, por el concilio convocado para la renovación evangélica de la vida cristiana “. ( Exhortación Apostólica Chrtifideles laici, 30-XII-1988, n.16 ).
Este escrito es una meditación sobre La Tibieza, enfermedad del alma que aleja a las personas de la santidad, las conduce por la indiferencia espiritual y a un estado de permanencia en el pecado venial deliberado.

La fe católica reveló al pueblo de Israel el máximo y primero de los mandamientos, así lo expresa la Sagrada Escritura, en el Antiguo Testamento: “Escucha Israel: Yahvé nuestro Dios, es único, Amarás, pues, a Yahvé, tu Dios, con todo tu corazón con toda tu alma y con todas tus fuerzas “. (Deut 6, 4-5).

Un fariseo doctor de la ley, le preguntó a Jesús para tentarle: Maestro, ¿Cuál es el mandamiento principal de la ley? Él le respondió: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es éste: Amarás a tu próximo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la ley y los profetas “. (Mt. 22, 35-40)

Dios es el Único Ser quien merece ser amado total y absolutamente, sin condiciones, porque Él es el centro de nuestra existencia y la razón de nuestra vida: es el principio y el fin, el alfa y el omega(Apoc.21,6).
Dice Santo Tomás de Aquino: ” El amor a Dios debe ser la regla de todas las acciones humanas. Del mismo modo que los objetos que construimos se consideran correctos y ultimados si se ajustan al proyecto trazado previamente, también cualquier acción humana será correcta y virtuosa cuando conrecuerde con la regla divina del amor; y si se aparta de ella, no será buena ni perfecta”.
La tibieza no es compatible con la caridad, porque quien ha caído en la tibieza abandonó el empeño en la lucha ascética por alcanzar la santidad, a la cual todos estamos llamados. Así enseña Dios:
” Pero tengo contra ti que has pérdido la caridad que tenias al principio “. (Apoc 2,4 ).
El fuego interno del Amor de Dios no debe perderse ni disminuir, sino proporcionar calor y luz para nosotros y para los demás; este amor a Dios debe ser alimentado: La oración, los Sacramentos y las buenas obras “.

Luchemos por ser una verdadera luz, que proporciones luz, no tinieblas; dé seguridad, no dudas; dé fortaleza, no debilidad; dé veracidad, no mentiras; dé calor, no frialdad.
Con la caridad quitaremos de nuestra alma todo aquello que nos aleja de Dios: los pretextos, la comodidad, la indiferencia, el egoísmo y la Tibieza.

La Caridad es una virtud infundida por Dios en nuestra voluntad por la que Amamos a Dios por sobre todas las cosas, por Él mismo, y a nuestro prójimo. La caridad es signo distintivo de la conducta moral cristiana.
La caridad produce efectos maravillosos como alegría y esperanza, da prontitud para cumplir los mandamientos divinos, da paz al alma, evita que caigamos en el pecado mortal y en el venial deliberado, lleva con paciencia las dificultades y penas de la vida, conduce hacia el camino de la santidad, y da fortaleza espiritual para no caer en la tibieza.

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