Busca la belleza interior
En ocasiones, durante la oración, cuando las velas arden y hay flores en el altar, parece muy fácil amar al prójimo. Después, cuando sales de la Iglesia y encuentras tu coche encajonado por otros, el amor y la comprensión no parecen llegar con tanta facilidad.
A la mayoría de nosotros, no sé, se le dificulta vivir con otras personas. Todos somos tan diferentes que resulta difícil reunir a dos personas sin que lleguen al desacuerdo o conflicto.
Algunas personas despiertan temprano por la mañana y saltan de la cama diciendo: “Buenos días, Dios”. A otros, por otra parte, se nos dificulta creer que Dios creó realmente las mañanas.
De alguna manera, tengo la seguridad de que todos tenemos una cosa en común, un sentido de inseguridad. Todos nosotros, sin importar cómo intentemos engañar a los demás, experimentamos una sensación molesta de ser inadecuados e inferiores. Necesitamos que nos den seguridad o perdemos nuestro sentido de valer. Necesitamos tener éxito en algo o empezamos a sentirnos fracasados. Necesitamos que los demás nos amen o experimentamos soledad.
Si piensas en esto, todas las características desagradables que observamos en nosotros mismos y en otros son en realidad gritos de dolor. Alardeamos y mentimos solo porque tratamos de llenar algunos sitios que sentimos vacios en nuestro interior. Devolvemos el ataque porque hemos sido heridos o descuidados. Nos emborrachamos o abusamos de las drogas porque la realidad nos resulta difícil de soportar. Nos deprimimos porque no podemos expresar nuestros sentimientos verdaderos.
Nuestro egocentrismo no es el resultado del orgullo sino más bien, el resultado de nuestro dolor, porque el dolor de muelas, las únicas personas en que podemos pensar es en nosotros mismos y en un dentista.
Recuerdo haber visitado a mi madre al final de su vida, cuando estaba confinada en un asilo para ancianos. Cuando caminaba por el corredor largo, pasé frente a hileras de sillas de ruedas y brazos extendidos que deseaban ser tocados: una de las enfermeras me murmuró: “Recuerde, padre, adentro de cada una de estas ancianas queridas, una vez estuvo una joven hermosa”.
Este comentario estimuló muchos pensamientos en mí. Mis pensamientos dieron como resultado comprender que en el interior de cada uno de nosotros está una imagen única a semejanza de Dios, una persona hermosa.
Imagino que es como el caso del gran artista del Renacimiento, Miguel Ángel, quien creó la hermosa Piedad que ahora adorna el Vaticano. Se dice que Miguel Ángel vio esa imagen impresionante aprisionada en el bloque de mármol que utilizó.
Creo en verdad que hay una belleza enterrada en cada uno de nosotros. Sin embargo, esta belleza es oscurecida con frecuencia por nuestra debilidad, nuestra jactancia, nuestra mentira, nuestro sarcasmo y critica. Estos son nuestros gritos de dolor disfrazados, nuestros dolores de muelas psicológicos y espirituales.
Todo lo que necesitamos para sacar esta belleza es un poco de amor y comprensión. Nos ayudará a encontrar y revelar nuestra propia bondad.
Sin duda, escuchando que el cerebro humano es la computadora más sofisticada jamás fabricada. Da albergue a cuatrillones de recuerdos y mensajes. Podemos encontrar en nosotros mismos chispas de fusibles en cortocircuitos. Sin embargo, en algún sitio, muy en el fondo, hay una persona amable y gentil. Tal vez, nunca hemos mirado nuestro interior el tiempo suficiente o lo bastante profundo como para descubrir esta belleza que yace enterrada dentro de cada uno de nosotros.
que hermosa reflexion,gracias a usted y su equipo de trabajo,gracias,porque nos pone en la tirra nuestros piesitos,buen punto para poner a pruba nuestra autoestima,autoestima que mana de DIOS,no de sabiduria del hombre,amen bendiciones