San Miguel Febres, 9 de febrero

San Miguel Febres, 9 de febrero

San Miguel Febres Cordero

Hermano Cristiano (de la escuela de La Salle), Educador y Publicista.

El niño de pies deformes que llegó muy lejos.

Miguel significa “Quien es como Dios, Dios es justo” sus posibles orígenes son del Español o Hebreo.

En Premia de Mar, cerca de Barcelona, en España, San Miguel Febres Cordero, religioso de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, que durante cuarenta años se dedico a enseñar en la ciudad de Cuenca, en Ecuador, y, trasladado a España, se distinguió por las perfecta observancia de la disciplina de la vida religiosa.

Cuando Miguel Febres era muy niño, todos le tenían lástima por sus pies deformes. Pero pocos educadores han llegado tan lejos como él en éxitos educativos.

Hijo de Don Francisco Febres Cordero Montoya y de Doña Ana Muñoz Cardenas. Nace el 7 de noviembre de 1854, en la colonial casa situada en la calle Real, hoy Bolivar, de la ciudad de Cuenca Ecuador, un niño al que lo ponen por nombre Francisco Luis.

Su Fe de Bautismo reza asi; en el año del Señor mil ochocientos cincuenta y cuatro, en quince de noviembre, siendo yo el Presbitero Lucas Iglesias, Cura Rector de Turno en esta Santa Iglesia Catedral de Cuenca, bautizo solemnemente con mi licencia, puso oleo y crisma a Francisco Luis Florencio.

El padre de San Miguel no apoya la vocación Lasallista de este, debido a que el quería encaminarlo hacia el sacerdosio. El desde su infancia acostumbra a confiar a la Virgen todos sus problemas y preocupaciones. A la edad de 5 años todavía no daba sus primeros pasos.

Pero sucedió que un día observando un rosal florecido en el jardín de su casa gritó: “Miren qué hermosa es la señora que está sobre las rosas”. Acudieron los familiares pero no vieron nada especial; sin embargo el niño seguía diciendo: “Miren cómo es de hermosa. Tiene un vestido blanco y un manto azul y me llama”. Y luego todos quedaron maravillados al ver que el niño se levantó y comenzó a caminar. Estaba curado. La Virgen había empezado a ayudarle de manera impresionante.

El gran Presidente del Ecuador, católico ejemplar y mártir, Gabriel García Moreno, hizo llegar a su país a los Hermanos Cristianos, formidables educadores. Y estos buenos religiosos fundaron un colegio en Cuenca, y allí fue matriculado Miguel Febres, el cual quedó encantado de las cualidades pedagógicas que tiene los Hermanos de la Salle. Miguel sobresalía entre los alumnos por su gran inteligencia pero sobre todo por su inmenso deseo de aprender. Cuando los demás alumnos se iban a sus casas, él se quedaba en el colegio repasando sus lecciones y ayudando a los religiosos en los oficios de la casa. Ellos empezaron a tenerle gran aprecio y especial cariño.

Antes de ingresar a la congregación de los Hermanos Cristianos, la admiración de todos los religiosos de esa época subió de grado, cuando se dieron cuenta de que pertenecia a una familia emparentada con uno de los mas altos Jefes de la Independencia Guayaquil, el General Leon de Febres-Cordero y Oberto, resultando ser primo hermano de su abuelo Joaquin Febres-Cordero y Oberto.

Miguel deseaba ser Hermano Cristiano, pero sus familiares se le oponían porque ellos eran de clase rica y en cambio aquellos religiosos vivían muy pobremente en ese tiempo en Ecuador. Lo envían a otro instituto pero allí se enferma y tiene que volver a su casa. Entonces al fin la familia le permite hacerse religioso Lasallista y toma el nombre de Hermano Miguel (cuando viste su primer habito en 1868). Es transferido a Quito para que la familia no logre allá en Cuenca atraerle mucho hacia la vida mundana.

El trabajo del Hermano Miguel desde que entra a la comunidad hasta su muerte será sumamente intenso y no conocerá descanso ni tiempos perdidos en inutilidades. Dedicado de tiempo completo a ser útil a los demás, todas las horas del día dando clase, enseñando catecismo, atendiendo enfermos, estudiando idiomas (logra hablar cinco idiomas: alemán, inglés, italiano, francés y latín) y escribiendo libros.

El hermano Miguel se ha convencido del enorme influjo que las buenas lecturas ejercen en las personas. Para muchos será más provechoso leer un buen libro que escuchar un sermón. Hay gentes a las cuales el Señor Dios les quiere hablar por medio de una buena lectura, y allí en las páginas de un libro formativo les espera la gracia divina para transformarlas. Por eso nuestro santo se dedica con una actividad casi increíble a propagar libros formativos entre el pueblo.

Es interesante constatar que el Hermano Miguel, sin haber hecho cursos especiales, sólo con el propio esfuerzo por autoformarse y autoinstruirse, logra llegar a publicar más de cien libros en una nación pequeña como es Ecuador. Muchos de sus libros son adaptaciones de obras que habían gustado en otros países. El estilo que nuestro hermano tenía para dar clases era muy ameno y agradable, y ese mismo estilo fue el que empleó en los libros que publicó. Por eso agradaban tanto a la gente sencilla.

Fue admitido como socio en la Academia Ecuatoriana de la Lengua, y en la Academia de Venezuela, y en la de Francia. Pero más que estos honrosos títulos mundanos, un título que él aprecia inmensamente es el “Preparador de niños a la Primera Comunión”. Por 26 años seguidos preparará tandas y tandas de niños cada uno a recibir la primera vez a Jesús en la Eucaristía. Y esa preparación la recordarán después sus alumnos con gratitud y veneración.

En 1907 los Superiores Mayores de su congregación lo invitan a que vaya a Europa a dirigir la publicación de libros que la Comunidad repartirá por muchos países. Se dirige a Bélgica, pero el clima de aquel país, con sus inviernos tan rígidos, le afecta la salud. Sin embargo, sigue trabajando fuertemente. Lo trasladas a España, donde el clima es más suave, y el 9 de febrero de 1910, atacado por una pulmonía, muere santamente.

Los hermanos le comentan la gran falta que su prodigiosa actividad le va a hacer a su Congregación, y él les responde: “Otros lo harán mejor que yo”, y recuerda aquel consejo de Jesucristo: “Cuando hayáis hecho lo que se os ha encomendado, decid: siervos inútiles somos. Solamente hicimos lo que teníamos el deber de hacer” (Luc. 17,10).

Después de su muerte empezaron a obtenerse milagros maravillosos por la intercesión del hermano Miguel, y el 21 de octubre de 1984 el Papa Juan Pablo II lo declaró santo.

Propósito: Recordaré aquel consejo de San Alfonse de Ligorio: “En vez de hacer penitencia llevando cilicios o dándose azotes, un buen sacrificio que hace inmenso bien al alma consiste en esto: no dejar un día sin leer alguna página de un libro espiritual. Esto sí hace progresar el alma y lo lleva hacia la santidad.” ¿Seré capaz de hacer un sacrificio tan provechoso? ¡Quiera Dios que sí logre hacerlo!.

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