SAN EUSEBIO DE VERCELLI, 2 de agosto.

SAN EUSEBIO DE VERCELLI, 2 de agosto.

SAN EUSEBIO DE VERCELLI

Etimológicamente significa “piadoso”. Viene de la lengua latina.

Este gran santo es celebrado en las Iglesias orientales y de occidente, motivo que da gusto por esa unión que hace como una única Iglesia. Nació en la isla de  Cerdeña en el año de 283 y muere en el año de 371.

Al morir su padre, su madre lo llevó a vivir a Roma, ahí es donde el Papa Liberio lo tomó y lo cuidó, llevándolo  bajo su protección, lo educó y lo ordenó de sacerdote.

Un gran acontecimiento  sucedió en su vida, el de encontrarse con los monjes egipcios, estos habían sido  desterrados por tener fe en la divinidad de Cristo, proclamada en el Concilio de Nicea  la cual se proclamaba contra  Arrio que la negaba.

Siendo  joven, el gran calor fraterno lo llevo a vivir en  grupo o en  comunidad. Esta idea siempre distinguió su vida, cuando llegó a  ser obispo, se la inculcaría al clero secular o diocesano.

En el año 344, el Papa san Marcos lo consagró obispo de Vercelli, Italia. La metodología  de los monjes del cenobio le seguía fascinando, atrayendo  y  apenas hubo una oportunidad, introdujo esta costumbre en el clero de su diócesis, lo mismo  lo hizo en España y en  otros países después del Concilio Vaticano en la década de los años 70´s. Este ejemplo lo seguiría más tarde san Agustín, obispo de Hipona, Africa.

Un problema que se le presentó, como a muchos papas. Obispos y sacerdotes es la herejía, ahora esa  fue la herejía arriana. Esta niega le perfecta igualdad del Padre y del Hijo. Eusebio, inteligente e intuitivo, luchó con todas sus fuerzas por erradicarla de su  diócesis. En este combate doctrinal se unió a san Atanasio de Alejandría, otro ilustre defensor de la verdad cristiana y en donde  los grandes logros de la apologética antigua creciá fructíferamente para el cristianismo.

A causa de todas estas controversias y luchas, tuvo que irse al Oriente exiliado. Vivió seis años allí y más tarde pudo regresar a Italia, pero la situación no cambiaba, continuaba siendo algo difusa y dura. Fue el propio emperador Constancio (el grande) el que lo desterró y también a san Hilario lo separó de Portiere y siguiendo el ejemplo de san Atanasio y lleno de amor, no tenía dificultad alguna en perdonar a los arrianos.

Las dificultades que todo el mundo le presentaba y se le resistía, lo obligó a marcharse a Egipto para tomar contacto con los cristianos fervorosos de aquel tiempo y de los cuales fue un gran  propulsor.

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