El perdón en una caricia. Papa Francisco Oremos en acción de gracias por todos los sacerdotes, instrumentos dóciles por quienes Dios nos da el perdón de nuestros pecados en especial por nuestro Arzobispo Alfonso Cortés en su Cumpleaños. Hora Santa Parroquia de San Pío X

El perdón en una caricia. Papa Francisco Oremos en acción de gracias por todos los sacerdotes, instrumentos dóciles por quienes Dios nos da el perdón de nuestros pecados en especial por nuestro Arzobispo Alfonso Cortés en su Cumpleaños. Hora Santa Parroquia de San Pío X

El perdón en una caricia. Papa Francisco

Oremos en acción de gracias por todos los sacerdotes, instrumentos dóciles por quienes Dios nos da el perdón de nuestros pecados en especial por nuestro Arzobispo Alfonso Cortés en su Cumpleaños.

Hora Santa

Parroquia de San Pío X

bendito-sea-Dios-eternamente

Se reza la Estación del Santísimo Sacramento…

Gracias Padre Misericordioso, por la bondad tan grande que manifiestas cada vez que arrepentidos acudimos a Ti para que perdones nuestros pecados, gracias por amarnos tanto y demostrárnoslo a cada momento de nuestra vida, no te canses jamás de perdonarnos. En tus manos llenas de amor y ternura ponemos las necesidades de todos los sacerdotes en especial a nuestro Arzobispo Alfonso Cortés Contreras síguelo llenando de tu sabiduría para que a ejemplo del Buen Pastor conduzca a tus ovejitas por el camino que conduce hacia Ti.

 

Lectura del santo Evangelio según San Juan 8, 1-11 de pie
Más Jesús se fue al monte de los Olivos. Pero de madrugada se presentó otra vez en el templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles. Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en fragante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?” Esto le decían para tentarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose; se puso a escribir con el dedo en la tierra. Pero como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: “Aquel de vosotros que este sin pecado, que le arroje la primera piedra.” E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra. Ellos, al oír estas palabras se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio.
Incorporándose Jesús le dijo: “Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?” ella respondió: “Nadie Señor” Jesús le dijo: “Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más”

Palabra del Señor.
Releemos en silencio y compartimos la frase que más nos llegue al corazón.

El perdón en una caricia. Papa Francisco

«Dios perdona no con un decreto sino con una caricia». Y con la misericordia «Jesús va incluso más allá de la ley y perdona acariciando las heridas de nuestros pecados».

«La lectura nos habla del adulterio», que junto a la blasfemia y la idolatría era considerado «un pecado gravísimo en la ley de Moisés», sancionado «con la pena de muerte» por lapidación. El adulterio, en efecto, «va contra la imagen de Dios, la fidelidad de Dios», porque «el matrimonio es el símbolo, y también una realidad humana de la relación fiel de Dios con su pueblo». Así, «cuando se arruina el matrimonio con un adulterio, se ensucia esta relación entre Dios y el pueblo». En ese tiempo era considerado «un pecado grave» porque «se ensuciaba precisamente el símbolo de la relación entre Dios y el pueblo, de la fidelidad de Dios».

En el pasaje evangélico, que relata la historia de la mujer adúltera, «encontramos a Jesús que estaba sentado allí, entre mucha gente, y hacía las veces de catequista, enseñaba». Luego «se acercaron los escribas y los fariseos con una mujer que llevaban delante de ellos, tal vez con las manos atadas, podemos imaginar». Y, así, «la colocaron en medio y la acusaron: ¡he aquí una adúltera!». Se trataba de una «acusación pública».

Y, relata el Evangelio, hicieron una pregunta a Jesús: « ¿Qué tenemos que hacer con esta mujer? Tú nos hablas de bondad pero Moisés nos dijo que tenemos que matarla».

Ellos «decían esto para ponerlo a prueba, para tener un motivo para acusarlo». En efecto, «si Jesús decía: sí, adelante con la lapidación», tenían la ocasión de decir a la gente: «pero este es vuestro maestro tan bueno, mira lo que hizo con esta pobre mujer».

Si, en cambio, «Jesús decía: no, pobrecilla, perdonadla», he aquí que podían acusarlo «de no cumplir la ley». Su único objetivo era «poner precisamente a prueba y tender una trampa» a Jesús. «A ellos no les importaba la mujer; no les importaban los adulterios». Es más, «tal vez algunos de ellos eran adúlteros».

Por su parte, a pesar de que había mucha gente alrededor, «Jesús quería permanecer solo con la mujer, quería hablar al corazón de la mujer: es la cosa más importante para Jesús». Y «el pueblo se había marchado lentamente» tras escuchar sus palabras: «El que esté sin pecado, que tire la primera piedra».

«El Evangelio con una cierta ironía dice que todos se marcharon, uno por uno, comenzando por los más ancianos». He aquí, entonces, «el momento de Jesús confesor». Queda «solo con la mujer», que permanecía «allí en medio». Mientras tanto, «Jesús estaba inclinado y escribía con el dedo en el polvo de la tierra. Algunos exegetas dicen que Jesús escribía los pecados de estos escribas y fariseos. Tal vez es una imaginación». Luego «se levantó y miró» a la mujer, que estaba «llena de vergüenza, y le dijo: Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Ninguno te ha condenado? Estamos solos, tú y yo. Tú ante Dios. Sin acusaciones, sin críticas: tú y Dios».

La mujer no se proclama víctima de «una falsa acusación», no se defiende afirmando: «yo no cometí adulterio». No, «ella reconoce su pecado» y responde a Jesús: «Ninguno, Señor, me ha condenado». A su vez Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más, para no pasar un mal momento, para no pasar tanta vergüenza, para no ofender a Dios, para no ensuciar la hermosa relación entre Dios y su pueblo».

Así, pues, «Jesús perdona. Pero aquí hay algo más que el perdón. Porque como confesor Jesús va más allá de la ley». En efecto, «la ley decía que ella tenía que ser castigada». Pero Él «va más allá. No le dice: no es pecado el adulterio. Ni tampoco la condena con la ley». Precisamente «este es el misterio de la misericordia de Jesús».

Y «Jesús para tener misericordia» va más allá de «la ley que mandaba la lapidación»; y dice a la mujer que se marche en paz. «La misericordia es algo difícil de comprender: no borra los pecados», porque para borrar los pecados «está el perdón de Dios». Pero «la misericordia es el modo como perdona Dios». Porque «Jesús podía decir: yo te perdono, anda. Como dijo al paralítico: tus pecados están perdonados». En esta situación «Jesús va más allá» y aconseja a la mujer «que no peque más». Y «aquí se ve la actitud misericordiosa de Jesús: defiende al pecador de los enemigos, defiende al pecador de una condena justa».

Esto, «vale también para nosotros» « ¡Cuántos de nosotros tal vez mereceríamos una condena! Y sería incluso justa. Pero Él perdona». ¿Cómo? «Con esta misericordia» que «no borra el pecado: es el perdón de Dios el que lo borra», mientras que «la misericordia va más allá». Es «como el cielo: nosotros miramos al cielo, vemos muchas estrellas, pero cuando sale el sol por la mañana, con mucha luz, las estrellas no se ven». Y «así es la misericordia de Dios: una gran luz de amor, de ternura». Porque «Dios perdona no con un decreto, sino con una caricia». Lo hace «acariciando nuestras heridas de pecado porque Él está implicado en el perdón, está involucrado en nuestra salvación».

Con este estilo, «Jesús es confesor». No humilla a la mujer adúltera, «no le dice: qué has hecho, cuándo lo has hecho, cómo lo has hecho y con quién lo has hecho». Le dice en cambio «que se marche y que no peque más: es grande la misericordia de Dios, es grande la misericordia de Jesús: nos perdona acariciándonos».

Releemos en silencio y oramos espontáneamente de acuerdo a lo que leímos.

 

Oremos a María santísima
Madre santísima, tú que los amas de una manera tan especial a los sacerdotes y que conoces muy bien lo que hay en sus corazones y de sus necesidades, te rogamos Mamita María, que no los sueltes ni un instante que los protejas e intercedas por todos para que alcancen la santidad.

1er. Misterio. La Palabra Misericordia se identifica con la compasión y el perdón. La misericordia es un sentimiento de apego de un ser a hacia otro, este sentimiento de un padre o de un hermano es el cariño o la ternura que se traduce en actos de compasión en situaciones trágicas o en el perdón de ofensas.
Oremos en acción de gracias por todos nuestros sacerdotes por quienes Dios nos da su perdón.

2do. Misterio. Las traducciones de hebreo y griego definen a la Misericordia como: al amor, pasando por la ternura, la piedad o conmiseración, la compasión, la clemencia, la bondad y hasta la gracia. Lo cierto es que Dios nos manifiesta su ternura, en ocasión a la miseria humana, el hombre a su vez debe mostrarse misericordioso con el prójimo a imitación de su Creador.

Oremos en acción de gracias por todos nuestros sacerdotes por quienes Dios nos da su perdón.

3er. Misterio. Cuando el hombre adquiere conciencia de ser pecador, entonces se le revela con más o menos claridad el rostro de la misericordia infinita. Esta misericordia no cesa de mostrarse a los que claman a Él en la aflicción, en el peligro…Él se presenta como el defensor del pobre, del huérfano, de la viuda: estos son sus privilegiados.
Oremos en acción de gracias por todos nuestros sacerdotes por quienes Dios nos da su perdón.

4to. Misterio. ¿Qué sucede cuando el hombre se aleja de Él por el pecado? La misericordia se impondrá todavía si el corazón del hombre no se endurece; porque conmovido por el castigo que acarrea el pecado, quiere salvar al pecador. Así en ocasión del pecado entra el hombre más profundamente en el misterio de la ternura divina.
Oremos en acción de gracias por todos nuestros sacerdotes por quienes Dios nos da su perdón.

5to. Misterio. Si Dios mismo se conmueve ante la miseria que acarrea el pecado, es porque desea que el pecador vuelva hacia Él, que se convierta. Aunque la misericordia divina no conoce más limite que el endurecimiento del pecador. Dios nunca deja de mostrar su ternura y su gracia, pues, es lento a la ira y abundante en misericordia, no guarda rencor para siempre, no nos trata según nuestras faltas…Cuan tierno es un padre para con un hijo así es Dios para nosotros, para con quien le teme, Él recuerda del polvo que somos.
Oremos en acción de gracias por todos nuestros sacerdotes por quienes Dios nos da su perdón.

 

 

Canto
Misericordia Dios mío por tu Bondad
Por tu inmensa compasión borra mi culpa
Lava del todo mi delito,
Limpia mi pecado…

 

 

Recemos la Coronilla de la Misericordia De rodillas o de pie

Ofrezcamozla por la Paz en todo el mundo.

Padre nuestro…Ave María… Credo…

En las cuentas grandes antes de cada decena.
Padre eterno, te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de tu amantísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, como propiciación por nuestros pecados y los del mundo entero.

En las 10 cuentas pequeñas de cada decena.
Por su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.

Jaculatoria para rezarse al final de cada misterio.
Oh Sangre y Agua que brotasteis del Sagrado Corazón de Jesús como una fuente de Misericordia para nosotros, Confiamos en Ti

Doxología final después de las cinco decenas.
Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros y del mundo entero
(3 Veces)

Oremos en Silencio
Por las necesidades en todo el mundo en especial por la paz en Siria.

 

Los momentos que nos quedan reparemos el Corazón de Jesús que sufre por todos los sacrilegios cometidos en las diversas Iglesias del mundo y por todos los que cometen comuniones y confesiones sacrílegas, oremos para que el Espíritu Santo, les dé luz y conversión y a todos nos permita realizar buenas y sinceras confesiones.
Repetimos varias veces esta jaculatoria, para reparar su Corazón:

Cuerpo y Sangre de Jesús, os quiero, os amo y os adoro.

Os pido perdón y misericordia por todos los sacrilegios cometidos.

 

Escuchemos lo que nos dice hoy el Señor:
“Dichosos los que esperan en Él, pues de ellos se apiadará” Is. 30,18

¡¡¡Unidos en la Eucaristía!!!

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